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¿Por qué posponer lo urgente?

"¡Ya debemos dejar de empollar problemas, por eso es que no avanzamos!" Así se expresaba un gerente ante sus colegas en un equipo de alta dirección. Según el diccionario, este término significa mantener el embrión contenido en un huevo en un calor constante por medios naturales o artificiales. Opinión de Germán Retana.

28 de junio de 2012

Lo que ese ejecutivo podría corregir es que, en realidad, al "empollar" sí se avanza, aunque a veces es hacia la dirección equivocada y hacia un final frustrante.

En las organizaciones que enfrentan situaciones difíciles, la posposición de decisiones y acciones pareciera ser la norma. Sus miembros saben qué o quién está afectando el desempeño y conforme los problemas se "empollan" la tensión interna aumenta y el pesimismo inunda todos los niveles. Es como si los tomadores de decisiones esperaran que las soluciones ocurrieran sin tener que ser ellos los valientes que dan el paso al frente para detener ese calentamiento negativo.

"¿Cuánto hemos perdido por esta costumbre tan arraigada de evitar confrontar lo que obviamente no será grato, lo que sabemos que nos hará desestabilizarnos en el corto plazo para crecer en el mediano?", agregaba ese gerente. Lo curioso es que en situaciones como ésta, todos los miembros parecen estar muy ocupados y argumentan que pronto resolverán esos asuntos. ¿Será que los juegos políticos internos, el íntimo reconocimiento de no saberse capaz ante una eventual nueva realidad, o el temor a las reacciones de terceros, lleva a esta parálisis de análisis sin decisiones?

"Empollar" no necesariamente es malo. Hay empresas muy exitosas porque tienen una gran prudencia en la toma de decisiones, profundizan criterios, maduran ideas y son a veces hasta lentas para el gusto de quienes no tienen que vivir con las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, en estas organizaciones todos saben que la intención sí es llegar a un punto de decisión y perciben movimiento, proactividad y deseos de avanzar. Aquí se da una posposición basada en sabiduría, no en hábitos ni en círculos viciosos.

La repetición de malos resultados y la ausencia de voluntad para ir a la raíz de las razones solo conduce a ciclos cada vez más peligrosos. Esto aplica a las empresas y a las personas. Por eso conviene hacer un alto en el camino e invitar, con seriedad al equipo de trabajo a visualizar cómo serían las cosas si de una vez y para siempre resolviera los males acumulados. La sola acción de aceptar que se padece de posposición ya es un avance. Es encender el cambio, lo que sigue es concretarlo.

Admitir que se ha caído en la cultura de estancamiento pero visualizando cómo será la organización en un determinado plazo si no se deja de empollar pendientes, podría hacer que se pase de las luces de alerta a fijar plazos, acciones concretas y nombrar responsables. ¿Cuáles son sus acciones pospuestas? ¿Qué hará al respecto?

* Profesor INCAE Business School