CLAUDIA VARELA

La nueva obsesión

No se si lo han notado. Hablaré desde el desconocimiento de una ciudadana más del mundo, hoy parecemos más radicales y obsesivos en general sobre todos los temas que se nos puedan plantear. Hay una aparente obsesión por impactar el mundo, por “ayudar” a otros, por ser mejor persona, por lucir bien y por ser auténtico, entre otros.

Claudia Varela, Claudia Varela
20 de octubre de 2019

Conceptualmente todo suena fascinante y aunque no sea lograble al menos pareciera obligación hacerlo o decir que se hace. El problema es que cada vez el ser humano se presiona más a si mismo, se entiende y se conoce menos interiormente y muestra más imágenes falsas de lo maravillosa que puede ser su existencia.

Esos mundos paralelos donde todo es perfecto en otra dimensión parecen existir ya no solo en la ficción de una película de Hollywood. Hoy se vive el mundo de una realidad aparente en las redes, por ejemplo, que puede ser bien distante a la realidad. 

Aunque no son solo las redes, también es un proceso lento e incierto de mentiras piadosas en un mundo organizacional lleno de política o en una amalgama de imagen exitosa con perfección falsa en el caso de muchos sufridos emprendedores que viven de promesas incumplidas y cuentas a 90 días.

Me llama la atención entender la doble moral. Tal vez porque no soy gris. Me cuesta trabajo la omisión, hacerse el idiota sobre cosas que pueden pasar en tu entorno para cómodamente seguir de largo y hacer como si no pasara. Eso a mi juicio es la misma culpabilidad que generar el delito.

Ahora la nueva tendencia está en buscar sistemas de perfección donde de manera obsesiva se quiere salvar el mundo. Si se empieza al menos por nuestro propio entorno el cambio empezaría a notarse. Pero se piensa más en cosas que, aunque altruistas terminan siendo de mucha más compleja ejecución.

La nueva obsesión por ser “mejor persona” nos está acabando y volviendo cada vez más arrogantes. Es como si existieran nuevas castas que te dan niveles jerárquicos de buena o mala persona. Donde evidentemente no he escuchado al primero que me diga que es malo, pero a muchos que me señalan quien lo hace mal.

Está bien que tratemos de mejorar por supuesto. Es perfecto querer crecer y evolucionar desde una auto conciencia propia, evaluando lo bueno, lo malo, lo que nos gusta. Pero el hecho de que meditemos un rato al día, vayamos a un curso de amor, leamos un buen libro no nos hace mejores personas que otros.

Todos tenemos nuestros ángeles y demonios. Todos tenemos alguno que otro raye que normalmente viene de la infancia y lo llevamos al mundo laboral, al mundo que nos da poder y posibilidad de mostrar que tenemos algo más que el resto.

Sería maravilloso jugar a ser mejor persona si me comparo conmigo mismo. No si siento que soy mejor que nadie. Hace unas semanas una señora que manda bendiciones, reza todo el dia y hasta tiene imágenes de Jesús en su perfil no le paga una deuda enorme a un muy buen amigo. ¿Para qué sirve mandar bendiciones y proyectar una imagen de redención sin no arrancó por respetar lo mínimo que es la palabra en este planeta tan golpeado?

La doble moral nos va a matar. La obsesión de ser mejor es muy buena, pero creer que soy mejor a los demás me da un derecho implícito a pasar por encima del resto de humanoides que creo defectuosos y por supuesto no son tan buenos como yo me creo.

Juguemos a ser más honestos. A ser consistentes, a dejar la arrogancia de salvar el mundo si igual le tiro el carro encima a otros, no pago mis deudas, hablo mal de los demás, critico a otros y los juzgo, discrimino y luego voy de voluntario a un grupo de oración, yoga o protección animal.

Consistencia por favor. Solo eso, un poco más de consistencia. Que la nueva obsesión sea conocerme más y navegar por mis propios errores aumentando un poquito la buena onda que requiere un universo pobre de espíritu colectivo. Quiero obsesionarme con ser mejor…pero mejor que yo misma hoy, no mejor que nadie más.