SERGIO GUZMÁN

La deforestación en Brasil es amenaza y oportunidad para Colombia

Importantes inversionistas europeos han advertido a Brasil, quizás por última vez, que de seguir la tendencia creciente de la deforestación, procederán a sacar sus inversiones de ese país. Esto es tanto una amenaza como una oportunidad para Colombia.

Sergio Guzman, Sergio Guzman
23 de junio de 2020

Una de las noticias más importantes de la semana pasada fue que siete firmas de inversión europeas, que manejan cerca de US$2 billones en activos, advirtieron que ante la falta de progreso en el cumplimiento de Brasil en sus compromisos de reducir la deforestación en el Amazonas, considerarían desinvertir este año en empresas de carne de res, productores de granos, y también de bonos del Gobierno.

Hacia el final del año pasado, Brasil estuvo en el ojo del huracán a nivel global por causa de la deforestación en el Amazonas, que se debe en parte a la intensificación de la producción agrícola y ganadera que es más intensa en los estados de Acre, Mato Groso, Pará, y Rodonia. No ayuda, además, que la respuesta del gobierno del presidente Jaír Bolsonaro ante la deforestación deja mucho que desear. En lugar de enfrentar el problema de frente y tomando cartas en el asunto, Bolsonaro ha decidido culpar a otros por el problema de deforestación lo que lo ha enfrentado con activistas internacionales como Leonardo di Caprio y Greta Thunberg. 

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Según el gobierno brasilero, en lo corrido del año la deforestación en ese país ha aumentado 34% frente al año anterior. Pero eso no es todo, el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, ha propuesto acelerar la desregulación ambiental mientras la atención pública está distraída con la crisis de salud. Esto, por supuesto, ha disminuido la confianza de los inversionistas en la capacidad del Gobierno de cumplir sus metas de deforestación y ha hecho que algunos de ellos pongan presión adicional sobre empresas de su portafolio como las gigantes Archer Daniels Midland y Cargill and Bunge, a hacer más para evitar que su cadena de valor contribuya a la deforestación.

Desinversión como amenaza

Los cientos de millones de dólares que podrían presuntamente salir de Brasil deberían ser tomados como una amenaza para países vecinos como Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú en donde los índices de deforestación amazónica también son altos. Ante la creciente preocupación global frente a la deforestación, los grandes portafolios de inversionistas internacionales podrían sugerir una salida de estos mercados por la misma razón: que sus gobiernos no están haciendo lo suficiente para eliminar la deforestación.  

Colombia y Perú, al tener una mayor exposición a los mercados de deuda e inversión internacionales, son también más vulnerables a medidas tomadas por inversionistas institucionales quienes sienten mayor presión en que sus portafolios no contribuyan a la deforestación. Esto es clave para el gobierno colombiano que ha buscado con afán inversión internacional tanto en deuda como en inversión directa, como una medida para reactivar la economía luego de la pandemia. Sin embargo, es urgente avanzar de manera decidida en el establecimiento y puesta en marcha de sistemas de trazabilidad robustos y confiables a lo largo de las cadenas de valor y sus cadenas de abastecimiento, como por ejemplo la carne, que le brinden garantías tanto a inversionistas como consumidores sobre la condición de no deforestación.

Desinversión como oportunidad

A pesar de esto, no todo es penumbra. El gobierno del presidente Iván Duque ha reconocido que la deforestación es una enorme amenaza y se ha comprometido a luchar contra esta.  El Gobierno tiene una meta de sembrar más de 24,7 millones de árboles en 2020 y buscará alcanzar una meta de 180 millones de árboles sembrados antes de agosto de 2022. También vale la pena preguntarse cómo se mantendrán estos en el tiempo. También ha volcado los esfuerzos del aparato judicial para dar con el paradero de las mafias que son responsables por la deforestación, entre ellos criminales vinculados con la tala ilegal de bosques para acaparar tierras, fomentar la ganadería extensiva, la minería ilegal y la siembra de cultivos ilícitos.

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Esto no quiere decir que como un paracaídas llegarán a Colombia los fondos que sean presuntamente desinvertidos de Brasil; estos requerirán de garantías de no deforestación en las cadenas de valor. Para poder capitalizar sobre la oportunidad, Colombia tendrá que tener preparados proyectos de reconversión económica que aseguren la sostenibilidad ambiental y que sean financieramente viables, así como sistemas de trazabilidad de no deforestación en operación que sean confiables. Esto incluye proyectos de ganadería sostenible, cultivos de especies nativas, proyectos de hierbas y hortalizas en ecosistemas de bosque húmedo tropical, proyectos de ecoturismo, y bonos de carbono.

También es una oportunidad para que las grandes industrias de cacao, palma, caña de azúcar y ganadería implementen a cabalidad los acuerdos de cero-deforestación que firmaron el año pasado con el Gobierno y la cooperación internacional y traduzcan estos al terreno a lo largo de sus cadenas de abastecimiento, ofreciendo al consumidor información transparente y fiable de que lo que está comprando no ha generado deforestación.

Es posible que el país logre capitalizar las oportunidades de impulsar el crecimiento verde y así también atraer el interés financiero de grandes inversionistas internacionales, siempre y cuando haya proyectos bien estructurados que requieran financiación y sistemas de trazabilidad sólidos que los soporten. Para esto, el Gobierno deberá usar el capital político que tiene disponible y maximizar su atención a los departamentos en donde la deforestación es más protuberante, como Caquetá, Meta, Guaviare y Putumayo. 

Las consecuencias de no enfrentar a cabalidad la deforestación podrán poner en peligro no solamente la reputación del país ante los inversionistas internacionales, sino posiblemente también sus finanzas.