JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

La innovación como respuesta a la competitividad

La competitividad es reto más grande que tenemos como país. Aquí la innovación tiene la respuesta.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
20 de junio de 2018

Finalmente terminó la campaña electoral y ahora es momento de dedicarse  a pensar sobre lo verdaderamente importante: ¿Cómo navegar con destreza los retos de los próximos cuatro años? La complejidad es alta y los frentes que requieren atención son variados. Sin embargo, si queremos ser más competitivos, debemos invertir sobretodo en aumentar nuestro índice de competitividad, dentro del cual los resultados más bajos derivan de nuestra capacidad para innovar.

Para mejorar en este aspecto, lo primero es trascender el entendimiento mismo que tenemos sobre la innovación. Al ser experta en creatividad, tengo una alta afición por el tema de las ideas; sin embargo, es importante reconocer que la idea es solo el inicio del proceso. Por eso, las discusiones de cómo innovar tienen que ir más allá de las sesiones de ideación focalizada, los post-its, los juegos y las divertidas salas de innovación. Pues el verdadero reto se encuentra en la ejecución; en encontrar un balance entre esa chispa creativa que surge de procesos que estimulan la imaginación, y todo lo que implica llevar esa idea a la realidad. Allí, el principal obstáculo es, sin duda alguna, el apoyo del liderazgo y las culturas organizacionales aversas al riesgo. 

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Así mismo, la innovación en Colombia implica un esfuerzo de globalización, pues no podemos pretender apuntarle a muchas de las tendencias globales cuando aún no hemos resuelto los temas más sencillos. Por ejemplo, ¿cómo podemos esperar entrar en la cuarta revolución industrial, cuando aún no hemos dominado la primera? Si no, basta con ver los niveles de tecnificación del campo en donde muchos aún consideran al tractor como una innovación lejana.

Además, ¿cómo lograr más eficiencia entre lo que invertimos en innovación y los resultados que obtenemos de la misma? quizá el problema radique en el desconocimiento, pues cuando no se comprende a cabalidad el camino de la innovación, comienza a invertirse de manera desaforada en cosas que realmente no generan sostenibilidad de éstos procesos. Innovar va más allá de tener una sala llamativa de innovación o de invertir en el día de la innovación y de crear una marca para el tema. Sus bases deben surgir de una estrategia alineada con los pilares estratégicos de la organización, en donde las personas tienen claro tanto el por qué como el cómo innovar, donde existe un proceso bien definido y unas políticas que permiten evaluar de manera objetiva las iniciativas en las que se piensa invertir.

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Sin duda en el país hemos avanzado; hemos pasado del 0,2% al 0,68% de inversión del PIB en innovación, pero aún estamos lejos de contar con un índice competitivo. La meta debería ser de mínimo el 2%, sin embargo es importante precisar que esta cifra no es una responsabilidad exclusiva del Gobierno, sino también de las empresas. En la medida en que desarrollemos una mentalidad de largo plazo, encontraremos valor en la investigación y desarrollo que derivan en la innovación. ¿Cómo es posible que según las cifras de Colciencias, solo existan 389 investigadores con doctorado en las empresas? Los doctores no deben ser exclusivos de la academia, estos deben también contribuir con la innovación de la empresa, de lo contrario seguiremos copiando e importando innovación, pero lejos de destacarnos en el tema.

Finalmente cabe la pena recordar que la competitividad no es una responsabilidad exclusiva del Gobierno, sino una combinación de los esfuerzos de la empresa, la academia y el Estado. ¿Cómo contribuir entonces desde nuestra esquina?