ADRIANA MOLANO

Contactless: el futuro sin vínculos de nuestras ciudades inteligentes

Ciudades que se proyectan hacia el futuro corren aceleradas, mientras tienen un pie atado por su baja cohesión social. ¿Podremos pensar así en un futuro inteligente?

Adriana Molano, Adriana Molano
17 de julio de 2020

El ranking de Cities in Motion del IESE Business School se ha ganado un lugar en los últimos 7 años entre los entendidos en materia de evolución hacia ciudades inteligentes; aunque las cifras del ranking en general no nos dejan tan mal, lo cierto es que ciudades como Bogotá, Medellín y Cali se ubican en el sector de "desequilibrio" de las mediciones.

Bogotá (posición general 120) ha avanzado significativamente en términos de gobernanza, Medellín (126) goza de su posición con el impulso que habitualmente le da su sistema de movilidad y transporte y Cali (145) tiene entre sus mejores cifras las de economía y medio ambiente que realmente no son tan buenas frente al resto del ranking. Entre tanto, todas están en rojo en cohesión social: Bogotá 162/174, Medellín 140/174 y Cali 146/174.

No solo desequilibrada, sino deshonrosa posición la que cargamos frente a un factor que podría ser el decisivo cuando se trata de crear ecosistemas de innovación y lograr convertirlos en el pretendido Silicon Valley de América Latina.

En términos de este índice, “la cohesión social es una dimensión sociológica de las urbes, que puede definirse como ‘el grado de consenso de los miembros de un grupo social‘ o también como ‘la percepción de pertenencia a un proyecto o situación común‘. Se trata de una medida de la intensidad de la interacción social dentro del grupo”. 

Lea también: #ColumnaSolidaria: Iniciativas de apoyo en áreas TIC y de negocio

Tener puntuaciones tan bajas en este ámbito equivale a decir que los bogotanos no tenemos sentido de pertenencia por nuestra ciudad y los compatriotas desde Antioquia y el Valle parecen no tenerlo tan marcado, contrario a lo que se suele argumentar en las pugnas regionalistas. Tampoco logramos consensos ni nos sentimos parte de algo más grande que nosotros mismos añada un poco de mala política pública y mezcle con una pizca de corrupción para obtener la receta del desastre.

“En el contexto urbano, la cohesión social hace referencia al nivel de convivencia entre los conjuntos de personas que viven en la misma urbe y poseen rentas, culturas, edades o profesiones diferentes”, continúa el informe, apenas esbozando los términos "brecha" y "segregación", que se asoman detrás de lo académico de la definición.

Factores como lo amigable de los entornos con las mujeres, el índice de sanidad, de criminalidad, de esclavitud y hasta de felicidad integran las métricas de este componente. Tiempo atrás quedó el influjo del "país más feliz del mundo", del cual ni los locales creíamos ser merecedores.

Tiempo atrás aprendí en el corazón del hoy clásico Silicon Valley que la fuerza de su ecosistema está en los lazos que se tejen entre los actores que lo integran: la confianza, la solidaridad, las alianzas y el "pague por anticipado" son nociones arraigadas bajo el rojizo puente de San Francisco, pero que no han terminado de calar al sur del hemisferio.

Le recomendamos: #ColumnaSolidaria: Iniciativas de jóvenes innovadores que cambian al mundo

Mientras tanto, en América Latina seguimos viendo con recelo la vecindad, menospreciamos la familiaridad en las calles de los pueblos y la construcción de redes basadas en la mera solidaridad o, por lo menos, así parece decirlo la medición que se hizo precovid.

La diversidad es pilar de la innovación, pero en nuestras ciudades los otros siguen siendo "aquellos" que podemos dejar de ver por estar fuera de los estándares o de los círculos que históricamente hemos construido.

Hay avances, sí, claro; sin lugar a duda, los habrá, pero tristemente, como lo confirma el índice, estos son la excepción a la regla, porque en lugar de avanzar hacia sociedades más incluyentes, diversas, ávidas por sumar y, en todo caso, inteligentes, hasta ahora hemos optado por el panorama contrario, donde por una vía va el discurso y por otra muy distinta las acciones.

Solos avanzamos, juntos crecemos y como colectivos evolucionamos; ojalá logremos ver un puerto seguro al cual todos queramos llegar y, especialmente, hacia el cual todos queramos remar.