MIGUEL ÁNGEL HERRERA

Claudia en su laberinto

La decisión del Gobierno Nacional de desmontar gradualmente la cuarentena desde el 12 de mayo, pone particularmente a Bogotá en una encrucijada que ninguna otra ciudad del país vive: acoger la reactivación económica en un momento en el que la COVID-19 no parece estar controlada en la capital.

Miguel Ángel Herrera, Miguel Ángel Herrera
7 de mayo de 2020

No es un asunto menor considerando que Bogotá es el motor económico de la nación.

Es un panorama turbio para una ciudad que por el aparente liderazgo, visibilidad y beligerancia de su Alcaldesa, debería haber alcanzado mejores resultados. Hoy Bogotá alberga casi el 40% de los casos de contagio del país, con localidades que muestran un crecimiento preocupante. Kennedy, por ejemplo, no solo concentra uno de cada seis contagiados de la ciudad, sino también una de cada cuatro víctimas fatales. Esa sola localidad alberga más casos que muchos departamentos de Colombia.

¿Por qué Bogotá, pese a la rigurosidad sanitaria de su Alcaldesa para enfrentar la pandemia, no está lista para la reactivación económica?

La explicación es variopinta, con razones sociales, económicas y culturales. Pero pesa mucho la politización de la pandemia, que la misma Alcaldesa ha impulsado. Ella la niega, al argüir que no echa carreta, sino que habla con datos. Pero al analizarla, vemos que realmente habla con dogmas.

El más notorio es el dogma sobre la vida. Para Claudia la vida es biológica, es existencia. Su interés es preservarla. Definición que sin duda, nadie discute. Pero la vida a luz del Estado Social de Derecho y de los más evolucionados tratados internacionales de derechos humanos, es más que existencia. Así, el derecho a la vida no solo protege a las personas de la muerte, sino de toda forma de maltrato, riesgo o violencia que haga su vida indigna. En esta definición moderna, la clave es la dignidad, no la vida per se. Otro dogma de Claudia está relacionado con el desarrollo económico. Para ella, implica el sacrificio de los menos favorecidos. Habla de gente del norte y gente del sur. Habla de grupos privilegiados y grupos trabajadores. Desde su óptica, el desarrollo económico no es un gana-gana. 

Al pensamiento dogmático de Claudia se suma su vocación política para manejar la pandemia. Hay varios factores que revelan esta situación. Por un lado, ha sido evidente su interés de anticiparse o contravenir las disposiciones del Gobierno Nacional y por otro sus posiciones sanitarias no han tenido el respaldo científico con el que sí ha contado el Presidente Duque. Es entendible que la Alcaldesa tenga diferencias políticas y técnicas con la administración nacional porque Bogotá enfrenta realidades muy particulares que ningún otro territorio del país tiene. Pero es desacertado defender sus propuestas criticando las disposiciones nacionales, como lo ha hecho reiteradamente. Adicionalmente, sus propuestas sanitarias (confinamiento inflexible, básicamente), no han contado con el respaldo del Instituto Nacional de Salud, ni de las sociedades científicas, ni de las universidades. Ni siquiera hemos visto que sean posiciones comunicadas por su Secretario de Salud. ¿Alguien sabe quién es Alejandro Gómez?

Además del manejo dogmático-político de la pandemia, Claudia ha sido pesimista y apocalíptica. La hemos oído decir que será necesario que la economía se vaya apagando, que no habrá días festivos, que los bogotanos se deben olvidar de las vacaciones, que los niños bogotanos se van a quedar sin padres, etc., etc. ¿Quién quiere ser parte de esa visión de la ciudad? Ni los menos favorecidos se sienten probablemente atraídos. En la gestión moderna de los asuntos públicos, la estrategia del miedo es obsoleta. Claudia -por su inmensa capacidad persuasiva- sinceramente no lo necesita como instrumento de control social. 

Varios grupos de la capital, y en particular, la comunidad científica, tienden a compartir los puntos de vista de Claudia acerca de la necesidad de continuar con un confinamiento riguroso. Pero nadie se atreve a apoyarla públicamente por miedo al juego político entre el Gobierno Distrital y el Gobierno Nacional. Quizás sin dogmas y sin politización, Claudia podría influenciar la visión estratégica del Presidente Duque. Juntos podrían construir un confinamiento inteligente para Bogotá, que aplique rigurosamente los protocolos de bioseguridad por sector, en los que tanto ha trabajado la administración distrital, con la convicción de activar progresivamente las capacidades productivas de la ciudad. Lo uno con lo otro. No lo uno o lo otro, como ha insinuado la Alcaldesa. Sería deseable que el Presidente no tuviera que acudir al Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica para blindar la estrategia nacional en Bogotá.

Hoy estamos frente a una Claudia más sola que antes. La cuarentena flexible del Gobierno Nacional la asfixia al punto de poder dejarla sin respaldo popular. La gente que acogió su postura confrontativa frente al Presidente Duque, hoy celebra la reactivación económica sectorial. Me refiero a obreros, operarios, comerciantes y trabajadores similares. Pero recordemos que Claudia es dogmática y confrontativa. Está a prueba su inteligencia política, con tres escenarios: adaptarse a la estrategia nacional, buscar un justo medio o mantenerse en las restricciones establecidas por el Distrito. Seguramente desde el lunes seguiremos con el pico y género.