Home

Opinión

Artículo

Columna de opinión Marc Eichmann

Opinión

Porque haya un 2026

El entorno internacional para el país y para Latinoamérica no puede ser mejor económicamente, al punto que se puede asemejar al de las bonanzas cafeteras y petroleras.

Marc Eichmann
16 de abril de 2024

Ayer, en el estadio Nemesio Camacho El Campín, todo estaba perfecto para una excelente tarde de futbol. El escenario lleno con las tribunas coreando cánticos, el cielo azul, que invitaba a una gran fiesta, y la posibilidad de disfrutar de las mieles del entorno. Sin embargo, el anhelado partido terminó en un soso cero a cero. El juez central fue protagonista para que no se cantaran goles.

Algo similar nos está ocurriendo en Colombia. El entorno internacional para el país y para Latinoamérica no puede ser mejor económicamente. Se puede asemejar al de las bonanzas cafeteras y petroleras. Los precios del petróleo referencia Brent, principal exportación colombiana, se mantienen en 90 dólares por barril, más de 20 % por encima del precio estimado en el presupuesto general de la nación. Los precios del carbón y del oro, otras de las principales exportaciones de Colombia, se mantienen por encima de 132 dólares por tonelada, cifra superior al precio de 2010 a 2022 y en 2350 dólares por onza, un máximo histórico 60 % por encima a los precios prepandemia.

Por otro lado, a la par de otras monedas latinoamericanas, el peso se ha revaluado frente al dólar y hoy se cotiza en menos de 3.900 pesos, comparado con las estimaciones de 4.600 pesos hechas por el Ministerio de Hacienda en el presupuesto general de la nación. Con una tasa de 10.75 % para los bonos denominados en dólares, esto implica una reducción de los intereses de la deuda externa de 15 billones de pesos al año por el solo efecto de tasa de cambio.

Es decir que, como en el caso del partido de ayer, el marco está servido para que Colombia crezca económicamente y las finanzas del Gobierno estén sanas, así como sucedió en la bonanza cafetera de Alfonso López Michelsen y en la petrolera de Álvaro Uribe en los años 2000. Sin embargo, los analistas económicos parecen indicar que en Colombia está pasando todo lo contrario y a Colombia le espera un soso crecimiento económico de 1.4 % para el 2024.

A la par del partido de ayer en el Campín, que terminó cero a cero, es muy probable que el principal protagonista del soso crecimiento de la economía colombiana sea Gustavo Petro, quien, motivado por su teoría del decrecimiento, ha coartado el desempeño del sector privado desde todas las ópticas.

Primero, en una responsabilidad compartida del ministro Ocampo, que prontamente dejó vacante, impulsó una reforma tributaria recesiva que llevó a los inversionistas a disminuir su case en el país en casi 25 % en 2023. La buena noticia de la disminución del déficit comercial de 2023 de USD 15 mil millones a USD 9 mil millones se ve opacada porque su causa es una disminución de la demanda de importaciones del 15 %, lo cual refleja claramente las dificultades económicas que están sufriendo los colombianos.

Segundo, la política del presidente de marchitar la minería está teniendo efectos importantes hacia el futuro, en un país donde las reservas de gas son de menos de ocho años y las expectativas de exploración petrolera fueron por él truncadas. Las consecuencias de su ideología van directamente en contra de la capacidad de compra de los hogares colombianos en sus gastos básicos.

Tercero, el presidente, con su política de ‘paz total’, no ha hecho más que aumentar la inseguridad tanto jurídica como física en el país. Un informe de la Defensoría del Pueblo de finales del año pasado alerta sobre el incremento de municipios con hostigamiento de grupos ilegales de más de 60 %. Las FARC (las disidencias son las que están en el congreso) han desatado una guerra sin cuartel contra la población civil y las autoridades en el suroccidente del país, y los colombianos sentimos una sensación de zozobra constante cuando se dispone a liberar presos de la primera línea y manifiesta que la manera de combatir el crimen es dejar de llamarlo crimen.

Por último, el afán estatizador de Petro, que no es más que la búsqueda de mayor poder para posicionar su partido hacia las elecciones de 2026, está golpeando la eficiencia del aparato productivo. Su obsesión por una salud controlada por los políticos, la toma de las cajas de compensación y las cámaras de comercio privadas, la presión a los márgenes de las empresas por medio del acoso de las superintendencias y su desacertado manejo del sector energético son solo muestras de por qué el partido está resultando en un soso cero a cero.

Así como la Dimayor no podía reemplazar al árbitro en la mitad del partido de ayer, a pesar de que no estuviera aplicando cabalmente el reglamento y su gestión resultara en una afrenta a los espectadores, lo importante es que el pueblo colombiano impida que pite nuevos partidos. Por esta razón, porque haya un 2026, es que debemos manifestarnos masivamente el 21 de abril en las calles de Colombia, sin políticos que se luzcan en tarimas; la apuesta es más grande que eso.

Noticias Destacadas