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Petro y Sánchez, la misma tijera

Petro, al perder la calle tras la gigantesca marcha del pasado 21 de abril, pasó a la ofensiva utilizando los mismos argumentos que su colega español esgrimió contra la derecha española.

Francisco Santos
4 de mayo de 2024

Los populistas se parecen en muchas cosas. Su ego salvador, su actitud mesiánica y su manejo de quienes no están con ellos. Pero quizás en lo que más se parecen es en su capacidad de victimizarse, y en especial el uso de esa victimización para lograr sus objetivos políticos.

En estas últimas dos semanas, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el del Gobierno colombiano, Gustavo Petro, dieron una gran lección de ello. El manejo que le dio el primero a la aceptación de una denuncia por parte de un juez español a una acusación contra su esposa tiene muchos elementos comunes con lo que Petro hizo con la gigantesca marcha en su contra el pasado 21 de abril y la respuesta que le dio al tomarse la tradicional marcha de los trabajadores en su día, el primero de mayo.

Empecemos con el manejo excepcional que le dio Sánchez al problema de su esposa, sin entrar a validar la veracidad de la acusación que un juez español le dio a ella. Sánchez utilizó esta decisión judicial para crear una incertidumbre sobre su continuidad en el Gobierno mediante una misiva pública. Dijo en su carta que en cinco días les contaría a los españoles si renunciaba a la presidencia, pues esa acusación injusta lo llevaba a cuestionarse si valía la pena seguir en el cargo.

Lo primero es que nadie que conozca a Sánchez le daba credibilidad a la posibilidad de que renunciara, pues su apego al poder, lo ha demostrado, está por encima de cualquier otro interés. Luego de perder las elecciones en el verano pasado logró formar un Gobierno con los partidos independentistas con unas concesiones a estas organizaciones políticas que ponen en riesgo la unidad de España, por un lado, y les dio inmunidad judicial a quienes fomentaron esa ruptura violando la ley y la Constitución, por el otro.

En segunda instancia, Sánchez utilizó esa denuncia y esos días de ‘reflexión’ para fortalecer su posición política al lograr convertirse en víctima de unos partidos de la “derecha y la extrema derecha” que aliados con una “internacional de extrema derecha” quieren tumbar su Gobierno e imponer “su agenda regresiva”. De paso, ha utilizado este momento de oxígeno político para criticar y estigmatizar a los medios.

Finalmente, Sánchez en ninguna de las entrevistas o comunicaciones después de su triunfal regreso al poder –del que nunca se fue, por cierto–, en las que habla del fango político que la derecha y la extrema derecha utilizan en su contra, recuerda lo que de manera similar hizo la izquierda incluyendo miembros de su partido contra el hermano y la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso.

Petro, por su parte, al perder la calle tras la gigantesca marcha del pasado 21 de abril, pasó a la ofensiva utilizando los mismos argumentos que su colega español esgrimió contra la derecha española. Primero, trató de minimizar lo sucedido y acusó a los medios de magnificar la demostración de poder de la oposición ciudadana en la calle. Luego, se tomó la marcha del primero de mayo y utilizó los recursos del Gobierno para incentivar con transporte y otras prebendas a quienes asistieran a esa marcha.

No le salió mal, pues su convocatoria tuvo un éxito relativo, incomparable con la de unas semanas antes, y utilizó su discurso para deslegitimar a quienes asistimos a las movilizaciones en su contra. Solo le faltó decir que éramos unos nazis genocidas. Es más, utilizó Twitter con fotos de lo sucedido el 21 en Medellín para amplificar el resultado de su convocatoria y aunque lo borró al darse cuenta del error, la intención de maximizar su objetivo quedó clara.

Ya en el discurso asumió con todo vigor su papel de populista para ratificar la importancia de su proyecto principal, la convocatoria a una asamblea constituyente y anunció la ruptura de relaciones con Israel, acusándolo de ser un Estado genocida y olvidando, claro está, la masacre del 7 de octubre.

Al igual que Sánchez, quien en carta a sus seguidores dijo que el PSOE era el único partido defensor de la democracia en España, Petro en su discurso se erigió en el único defensor del pueblo y de sus intereses. “Poder constituyente no es autogolpe. Es otorgarle capacidad de decisión al pueblo”, dijo en un trino. Y de la misma manera que Sánchez atacó a la derecha, Petro reposteó un trino que decía “La oposición llevó ataúdes, nosotros llevamos arte, cultura y vida”.

Finalmente, la prensa tampoco se salvó. “Hermanitos de la prensa tradicional, ¿quieren llenar sus noticieros con cacerolazos de los barrios de clase alta media? Los escuchamos, los atendemos; pero esta es la realidad de la movilización popular. No se encierren en el egoísmo social, escuchen al pueblo”.

Sánchez utilizó la oportunidad que le dio un juez para fortalecer su posición política. Petro trató de convertir una derrota en la calle en una victoria similar. Quienes nos oponemos a estos populistas que deterioran la democracia y pretenden convertirse en únicos voceros de la sociedad, debemos aprender de estos dos personajes que utilizan la victimización para reforzar su narrativa. Petro y Sánchez, definitivamente cortados por la misma tijera.

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