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Nobel: ¿premio a la mejor intención?

La paz total sigue sin demostrar lo necesario para consolidarse como la política de seguridad indicada y menos para ser digna de un Nobel de Paz. El infierno está lleno de buenas intenciones.

Nicolás López Martínez
7 de febrero de 2024

Ensillar las bestias antes de tiempo es sinónimo de imprudencia y desconexión. La controversia que generó la postulación del presidente Petro al Nobel de Paz tiene sus razones.

Es inviable premiar la política de paz total, aun cuando ha sido el mismo presidente quien le ha pedido a la inteligencia, en un encuentro con los altos mandos de la Policía, acciones contra los grupos que se aprovechan de este proyecto para ampliar su accionar delictivo en el país: “Nada sacamos sacando a los grupos de la acción para que otros entren”, afirmó Petro.

Por lo tanto, pareciera que Rasmus Hansson, diputado noruego que nominó al presidente, estuviera mirando una Colombia inexistente. Las promesas de paz todavía están lejos de cumplirse en el país. En una entrevista con W Radio, Hansson expresó que el trabajo de Gustavo Petro es una fuente de inspiración para todo el mundo y, aunque reconoció que todavía no se ha logrado, elogió su compromiso por la paz. Compromiso que ha sido cuestionado por muchos.

Lo cierto es que, en 2023, el secuestro aumentó en un 72 % y hubo 93 masacres en el territorio nacional. Asimismo, desde la elección del presidente Petro van 262 líderes sociales asesinados. Además, aunque se ha mantenido un diálogo más o menos constante con guerrillas como el ELN, que ya cumplieron 14 meses de negociación, para mitad del año pasado los grupos armados ya habían incumplido 60 veces el cese al fuego pactado con ellos, según Indepaz. Entonces, ¿cuál es la paz de la que habla el congresista Hansson?

A pesar de que el diputado noruego fue quien postuló a la actual galardonada con el Premio Nobel de Paz, Narges Mohammadi, pareciera que su actual apuesta por el candidato colombiano es un tanto utópica y se cae con observar los incumplimientos al cese y las impactantes denuncias en los medios de comunicación.

Hansson, miembro del Partido Verde de Noruega y fiel activista por el medioambiente, debería observar el impacto que han generado estos grupos armados en la naturaleza a lo largo del conflicto. Si observa bien, puede que cambie su postura frente al diálogo que, por ahora, ha sido en gran parte permisivo con la ilegalidad, lo cual mantiene vivo el riesgo al que el medioambiente ha estado expuesto.

Mientras los grupos armados dialogan, prácticas como la minería ilegal o el robo de crudo se siguen utilizando como medio de financiación, contaminando el agua, aportando a la deforestación y siendo drásticamente contraproducente para el avance a una supuesta paz.

En consecuencia, Hansson, en sus elogios a Petro, debería exigir más control del territorio para buscar la paz en vez de estar postulando a premios que, por ahora, no tienen el mérito suficiente para ser dignos de orgullo. Por otro lado, el presidente debería hacer caso omiso a la postulación y exigirles a grupos como las Farc o el ELN el verdadero compromiso con la paz que parecen no tener.

La permisividad jamás brindará paz. Por muy llamativo que suene un Nobel, las buenas intenciones no deberían conceder ni siquiera su cercana postulación. Son las obras tangibles las que conceden ser galardonado con tan prestigioso premio, no las buenas intenciones que, como anteriormente se expuso, abundan en el infierno.

Por ahora, los esfuerzos del Gobierno merecen una medalla de participación. La paz no puede reducirse a una conversación con el papa o a unos cuantos trinos indicando la apertura del enésimo ciclo de negociación.

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