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Alejandra Carvajal Reyes Columna Semana

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No existe el tal golpe blando

Esta mentira, que cala muy bien en la retórica progresista, en el caso colombiano carece de credibilidad.

Alejandra Carvajal
13 de febrero de 2024

La teoría de “golpe blando” últimamente es bastante nombrada por el Gobierno, pues el juzgamiento de Nicolás Petro, así como de miembros destacados de la campaña presidencial, como Ricardo Roa, cada vez se ve más cercano.

Existe toda una retórica del progresismo latinoamericano relacionada con el “golpe blando”, que puede ser verídica en algunos casos, pero que definitivamente no aplica para Colombia en estos momentos de nuestra vida republicana.

Ha sido el propio Nicolás Petro, hijo del presidente de la República, quien ha confesado a las autoridades que su padre sabía del ingreso de dineros irregulares a la campaña presidencial. Curiosamente, no es el primer caso en el que el familiar de un presidente lo delata por cometer delitos. Una situación afín se presentó en Brasil con Fernando Collor de Mello.

En 1989, Collor de Mello fue elegido presidente de Brasil, siendo el primero después de la restauración de la democracia en ese país. Ganó las elecciones a Lula por un estrecho margen (42,75 % frente a 37,86 %) y prometía un verdadero cambio en las costumbres políticas de su país, así como a nivel económico y social.

Infortunadamente, a pesar de haber prometido un gobierno en el que imperara la pulcritud en el manejo de lo público, el suyo se destacó por todo lo contrario, para desgracia de los brasileños. Pedro Collor de Mello, hermano del primer mandatario del Brasil, lo delataría al contar con lujo de detalles la trama de corrupción que lideraría Fernando Collor desde la Presidencia de la República; esto ocurrió un 13 de mayo de 1992. El 30 de diciembre de ese año, Collor de Mello sería destituido y declarado inelegible por un periodo de ocho años.

Claramente, Collor de Mello no era un presidente progresista, pero fue condenado gracias a la delación de una persona muy cercana, en este caso su hermano. Alberto Fujimori, por citar otro ejemplo, tampoco era un presidente progresista y, sin embargo, fue juzgado y encarcelado. ¿Juzgar presidentes implica incurrir en un golpe blando?

Los juicios a presidentes en ejercicio en América Latina lo único que demuestran es que existe la independencia de poderes y que debe honrarse porque es sagrada, al igual que nuestra Constitución. Las decisiones de los jueces deben respetarse, siempre y en todos los casos.

En Colombia no puede hablarse precisamente de una justicia amiga de la derecha, o acaso ¿qué fue el escándalo de la parapolítica? Más de 60 congresistas fueron condenados por vínculos con grupos paramilitares, al igual que varios alcaldes y gobernadores a lo largo y ancho del país.

Así las cosas, la famosa teoría de “golpe blando” que quiere darse contra el primer presidente progresista en Colombia no es más que una babosada. No existe tal manguala para derrocar al presidente Petro. Lo que puede verse, y es claro a todas luces, es que al igual que el hermano de Fernando Collor de Mello, el hijo del primer mandatario de los colombianos (de manera libre y espontánea) relató varios insucesos de su campaña, por cierto, ilegales.

También es un hecho cierto que Fecode, el sindicato de maestros, hizo una donación de 500 millones de pesos al partido político del presidente. Serán las autoridades las que determinen si estos dineros pueden contabilizarse como aportes a la campaña; esto lo decidirán las instancias correspondientes, espero, sin presiones.

El llamado “golpe blando”, cuya narrativa está internacionalizando el Gobierno, no es nada distinto a una excusa para deslegitimar nuestras instituciones. Ese es un juego muy peligroso, del cual el peor damnificado puede ser el mismo presidente.

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