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Luis Carlos Vélez Columna Semana

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Gobierno radical

El Gobierno de Gustavo Petro identifica bien 99 por ciento de las veces los problemas del país, pero ofrece 100 por ciento de las veces la solución equivocada.

Luis Carlos Vélez
12 de noviembre de 2022

Un muy importante presidente de medios decía sobre uno de sus investigadores columnistas, cosa que de entrada ya es una contradicción porque un periodista no puede en el mismo texto investigar y opinar, que su problema era que, aunque siempre estaba muy informado y 99 por ciento de las veces los hechos que presentaba eran ciertos, 100 por ciento de las veces estaba errado en las conclusiones. Gran descripción.

La definición modificada sobre ese periodista le cae como anillo al dedo al Gobierno de Gustavo Petro, que identifica 99 por ciento los problemas del país, pero que ofrece 100 por ciento de las veces la solución equivocada. Así funciona el populismo.

Como primer ejemplo de las desafortunadas soluciones a los grandes y complejos problemas del país, arranquemos con el famoso problema del petróleo y las energías renovables. El Gobierno Petro plantea que hay que detener las exploraciones para poder hacer la transición hacia las energías limpias. El problema, como todos hemos visto, es que tal anuncio genera enormes expectativas negativas sobre la industria en el país y desincentiva inversiones hacia el futuro.

También genera preocupación sobre el financiamiento de un Estado que depende, en más de la mitad de sus ingresos, de la actividad petrolera. Y, tal y como hemos sido testigos recientemente, hace más elástica a la tasa de cambio. Es decir, la deja mucho más susceptible a los movimientos de los mercados internacionales, provocando sobrerreacciones a las crisis. Terrible.

En su muy citado libro Por qué fracasan los países, los profesores Acemoglu y Robinson dedican un espacio importante sobre el tema y dicen: “Las instituciones extractivas son tan comunes en la historia porque tienen una lógica poderosa: pueden generar una prosperidad limitada, mientras también permiten ser distribuidas entre la pequeña élite. Para que esto ocurra debe existir centralización”.

Más adelante, continúa: “Las naciones fracasan porque sus economías extractivas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta o innove. Las instituciones políticas extractivas apoyan estas instituciones económicas cementando el poder de aquellos que se benefician de la extracción”. 

El libro asegura que países como Colombia caen en este tipo de círculos viciosos porque los políticos están simplemente muy felices aprovechando estos sistemas que los benefician, por lo que aplastan cualquier tipo de atisbo por acabarlos. En otras palabras, el presidente, como el periodista columnista de marras, están 99 por ciento en lo correcto, pero peligrosamente desenfocados en la solución.

Lo mismo se podría decir sobre la guerra contra las drogas. El presidente Petro sostiene que la guerra contra el narco está perdida, pero plantea como solución la legalización de la cocaína. Algo completamente equivocado, aunque la premisa inicial sobre la necesidad de replantear el combate contra el narcotráfico sea válida y la adaptación social a otras drogas suaves como la marihuana sean una realidad. El problema es que Colombia es el mayor productor de cocaína del mundo y una legalización, así sea local, confirmaría que somos una narcoeconomía; nos volvería parias globales en términos de ingresar a cualquier país; aislaría la economía, ya que no tendríamos cómo justificar colectivamente el origen de nuestros recursos y nos convertiría en destino internacional de consumo de coca, dejándonos con un problema social y de seguridad solo comparable con la ‘Broxinización’ de todo el país.

No es que el Gobierno Petro no entienda Colombia. Al contrario, lo entiende muy bien, pero sus soluciones son radicales, imprácticas y no sostenibles. Como tampoco es sostenible que ahora se empiece a “socializar” toda política pública del Gobierno. Hacerlo no solamente es populista, también es una receta al fracaso, tal y como lo exponen los profesores Acemoglu y Robinson en su libro.

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