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El populismo en La Guajira

No es un departamento pobre, pero sí es un departamento en el que la corrupción se roba todo.

Francisco Santos
8 de julio de 2023

Dan risa los anuncios del presidente Gustavo Petro sobre lo que pretende hacer en La Guajira. Claro, le sirven para crear una narrativa, pero ninguno va a transformar este departamento, que, la verdad, es una de las grandes oportunidades perdidas de Colombia.Lo primero que se debe tener en cuenta es que, por regalías, La Guajira ha recibido en los últimos diez años cerca de 4 billones de pesos, que para poco más de un millón de habitantes es un monto incomparable en Colombia.

Es decir, no es un departamento pobre, pero sí es un departamento en el que la corrupción se roba todo. Y no desde ahora, desde siempre, desde que el Cerrejón comenzó a dejar regalías en el Gobierno de Belisario Betancur, en 1984.

De la retórica y la promesería de Petro para La Guajira no hay una sola palabra sobre la corrupción en el departamento. Cómo lograr que esos billones de verdad se transformen en desarrollo, nada. Una comisión de la verdad sobre el robo de billones a este departamento, que hasta yo me habría apuntado a trabajarle, tampoco. Claro, es que no podemos olvidar que el Gobierno del cambio es el Gobierno de las bolsas negras con dinero en efectivo, los maletines llenos de billetes y los dineros de los narcos al círculo más cercano del presidente. Es más, Santander Lopesierra, de La Guajira y uno de los máximos exponentes de la criminalidad y la corrupción del departamento, es íntimo del hijo del presidente, Nicolás Petro, quien ya le recibió su buen ‘billetico’. Así que de lucha contra la corrupción no esperemos nada, ni en La Guajira, ni en el resto de Colombia, en este Gobierno. Puro bla, bla, bla.

Y de las propuestas, se nota que no hay estudios serios, no hay factibilidad ni hay un objetivo concreto. Así trabaja este Gobierno que improvisa, dice lo que quiere, genera expectativas y no cumple. Así fueron en los cuatro años de Bogotá y así serán los tres que faltan en Colombia y en La Guajira. ¿Una pista aérea en el norte de la península para el turismo? Primero habría que tener turismo. Ese escenario hermoso de la Alta Guajira no tiene carreteras, poca energía y casi nada de agua.

¿No será mejor una carretera que salga de Maicao, suba hasta Puerto Estrella y baje por el cabo de la Vela hasta Uribia? ¿No será mejor hacer los 100 jagüeyes que faltan para alimentar los animales y los habitantes de las rancherías en la Alta Guajira? ¿No será mejor negociar con las comunidades wayú y un gran operador de turismo sostenible como Six Senses para convertirlos en socios de esos hoteles y volver ese lugar gran destino turístico? ¿No será mejor desarrollar el embalse de El Cercado y darle agua potable para agricultura a todo el sur de La Guajira? Los estudios sobre el potencial agrícola de toda esta región ya están hechos, pero desde que el Gobierno del presidente Álvaro Uribe dejó listo el embalse, los gobiernos siguientes no hicieron el desarrollo necesario para utilizar esa agua. Hoy, la represa es casi un elefante blanco.

La Guajira ha sido un departamento olvidado, pero no pobre en recursos. Con Uribe hicimos 11 jagüeyes, energía eólica y solar para Nazareth y Puerto Estrella con interconexión, la escuela de Policía wayú, el mejoramiento de los internados más grandes de la Alta Guajira, señal de celular y de la televisión de Colombia que no tenían y cobertura universal en salud para esta etnia. Pero faltó mucho, y tanto en el Gobierno de Santos como en el de Duque, este departamento regresó al olvido total.

Lástima que Petro quiera utilizar a ese departamento para pasarse por la faja la ley de salud y ojalá la Corte Constitucional actúe como un freno a los desafueros de nuestro presidente populista. Darle visibilidad a La Guajira es bueno, pero prometer las locuras que promete y no va a entregar, no lo es. Hay que ser serios, pero lo que está demostrado hasta la saciedad es que este Gobierno no lo es. Su paz total, que va a devolver a Colombia a la violencia de los noventa y el control mafioso de amplios territorios del país, es apenas un ejemplo.

Y a este panorama complejo y casi risible hay que agregar el discurso del veneno que vende La Guajira, el carbón. Que no solo deja esos 4 billones de regalías y casi 150.000 millones al año en impuestos, sino que genera más de 12.000 empleos directos muy bien pagos y 20.000 empleos indirectos. Ese ‘venenito’ que Petro quiere acabar debería tener a La Guajira en la calle, pues condena al departamento y a sus habitantes a una pobreza extrema que no han visto. Si creen que hoy La Guajira es pobre, ni se imaginan lo que sería sin el carbón.

Por eso, da rabia ver cómo el discurso populista endulza el oído, pero no soluciona nada. Ese departamento que vivió la bonanza de Venezuela, hoy sufre con su miseria. Sí, que reciban lo que el Gobierno les entregue, no lo que promete, porque ahí sí se quedan sin nada, pero no olviden lo que pasa al otro lado de la frontera.

Mucho tiempo estuve en ese hermoso departamento cuando fui vicepresidente. En la Alta Guajira recordaban a Rojas Pinilla como el último presidente que se ocupó de ellos. Algo hicimos con Uribe. Pero la deuda aún existe. Que Petro haya puesto el foco es un buen paso, pero los que vivimos en Bogotá ya sabemos cómo opera. Así que, queridos guajiros, no se hagan muchas ilusiones.

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