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Miguel Angel Herrera.

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El fenómeno Lafaurie

Lafaurie está dejando varias reflexiones para los demás sectores y líderes gremiales.

24 de noviembre de 2022

Petro y Lafaurie, felices en una misma foto… ¿Quién lo hubiera vaticinado? Solo un puñado de personas equivalente al que predijo que Arabia Saudita le ganaría a Argentina.

Petro demuestra una vez más que es un virtuoso creador de realismo mágico. Está sorprendiéndonos por su audacia para la puesta en escena de hechos que pertenecen a la política-ficción. Pero quizás eso no esté del todo mal, porque nuestra realidad nacional no es normal, debemos reconocerlo. Vivimos una realidad surrealista que ningún otro país vive y que por ese camino exige una visión política audaz que Uribe tuvo; Santos, en menor medida, y ahora Petro la exhibe con gran creatividad.

Con la invitación de Lafaurie a la mesa de negociación del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el presidente Petro busca erradicar la concepción del ‘amigo-enemigo’ que tanto ha hecho carrera en la izquierda como estrategia política para justificar las políticas públicas frente a la ciudadanía. En otras palabras, si Petro hubiera replicado la tradición de la izquierda dogmática, estaría usando a Lafaurie como enemigo para promover la necesidad de negociar con el ELN.

Pero no. Lo está usando ―sorprendentemente― como amigo, al nivel de estar convirtiéndolo en un nuevo y crucial aliado, no solo de la negociación con los elenos, sino de la reforma agraria y de la paz total. Vemos así revelado a un Petro mucho más pragmático y audaz que Boric o López Obrador, en Chile y México, respectivamente, cuyos gobiernos han visto naufragar varias de sus importantes reformas por cuenta de la exclusión de la oposición política.

Lafaurie, por su parte, al aceptar la invitación de Petro se voló del pelotón de líderes gremiales que representan intereses sectoriales privados para erigirse como un nuevo fenómeno político-empresarial en el nuevo escenario que vivimos desde que cambiamos de mandatario nacional. Para algunos sectores empresariales, políticos y sociales, Lafaurie es un pelotudo ―como dirían los argentinos― o idiota útil, como están diciendo algunos representantes de la ultraderecha colombiana. Pero para otros, el líder de Fedegan es tan animal político como Petro y materializa la posibilidad de hacer oposición desde adentro del Gobierno, lo cual resulta heroico en la era Petro considerando el hermetismo extremo que ha mostrado ante grupos y fuerzas no afines al progresismo.

A Lafaurie lo respalda una realidad de la que poco se habla en las conversaciones sobre el conflicto en Colombia. En el país, aproximadamente, existen cerca de 11 mil ganaderos que han sido afectados por la violencia y se han declarado víctimas del conflicto armado. En el transcurso de décadas de conflicto han sido víctimas de organizaciones armadas de todo tipo, pero especialmente de las guerrillas. Son las principales víctimas de la extorsión, el secuestro, la persecución y el abigeato.

El sector ganadero entiende perfectamente que es un sector poderoso que podría ejercer una férrea oposición a la paz total de Petro, pero también sabe que con un gobierno más condescendiente con las guerrillas, menos perseguidor del narcotráfico, y que habla con tufo expropiador de la propiedad privada, podría ser mejor un mal arreglo que un buen pleito. Y cuanto antes, mejor. Por ello, quizás el temprano acuerdo entre la Fedegan de Lafaurie y el gobierno de Petro para la adquisición de tierras con dineros públicos.

Y con ese acuerdo, Lafaurie demostró que si los sectores productivos quieren tomarse la foto con el Gobierno, deben tener una agenda compartida y altamente influenciada por la nueva visión de Estado y sociedad que tiene la actual administración. Fue un golazo de Lafaurie, narran algunos, que lo metió en el equipo de aliados del Gobierno, sin querer queriendo. Pero cuesta creer que Petro le cree a Lafaurie y que Lafaurie le cree a Petro. Podría tratarse simplemente de una unión política de hecho, por conveniencia. Y para quienes están fuera de esa relación, pero afectados por la misma, podría ser mejor ver a los ganaderos firmando acuerdos con el Gobierno que convocando a campesinos a hacer conformar grupos para defenderse de los delincuentes, los guerrilleros o de los invasores.

Que Lafaurie, representante de la derecha recalcitrante, haya firmado un acuerdo político con el primer gobierno de izquierda, en sus primeros 10 días, y además acepte sentarse a dialogar con un grupo criminal victimario de los ganaderos, como lo es el ELN, para muchos sectores y líderes políticos y empresariales es una inaceptable traición a los principios del gremio ganadero. Y, de paso, a los principios de un gran sector de la derecha y del Centro Democrático.

Sin embargo, Lafaurie está dejando varias reflexiones para los demás sectores y líderes gremiales: Que la paz es un tema que tiene que estar en la agenda empresarial, al que hay que meterle el diente sin miedo. Que parece ser cierto que entre más oposición pública hagan los gremios al actual gobierno, más se cierra la puerta. Que se puede hacer oposición desde adentro. Que hay que ser tan audaces políticamente como el presidente Petro, por lo cual los gremios, más que siempre, están llamados a hacer política.

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