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Cooperación interregional para una Colombia mejor

El diálogo interregional permitirá que esas sinergias nazcan de la confluencia de intereses de cada región por crecer y mejorar.

Angelino Garzón
14 de marzo de 2024

En el concepto de descentralización del Estado, es importante tener en cuenta que las nuevas formas de comunicación bilateral, de relaciones sociales o comerciales, que nos traen al instante lo más lejano, obligan a repensar igualmente, la revisión de lo político y su adecuación a esta nueva realidad para seguir sosteniendo y mejorando la democracia.

En este sentido, el Estado –en su práctica centralista– debe repensarse como el elemento angular, cohesionador, de las regiones que, de forma autónoma, mantienen esas relaciones bilaterales (o multilaterales) con otras regiones, nacionales o extranjeras, para su desarrollo con el apoyo del Gobierno nacional cuya misión es, en este caso, concurrir al éxito de esta o aquella región de nuestro país.

A su vez, las regiones deben alejarse del concepto de rivalidad entre sí y acogerse a una idea mucho más operativa y que supone un gana-gana propio, pero también ajeno: la competitividad. Ser competitivo supone alcanzar niveles de conocimiento para que el ejercicio de la actividad profesional, económica, industrial, agraria, ambiental, etc., alcancen el éxito, referido este a obtener beneficios económicos, sociales, de bienestar, incluso políticos democráticos, como la paz y la convivencia pacífica.

La competitividad entre regiones provoca sinergias y entendimientos, cooperación, en definitiva, para que cada una de ellas establezca líneas de desarrollo que no tienen necesariamente por qué lesionar las del resto de regiones. Más bien al contrario, el diálogo interregional permitirá que esas sinergias nazcan de la confluencia de intereses de cada región por crecer y mejorar. Sencillamente, si una región tiene mejores potencialidades que otra para tal o cual actividad o sector productivo, otra las tendrá en el suyo. Las transferencias de conocimiento, las herramientas de producción, el compartir canales de distribución y comercialización, les hará ganar a ambas.

La función del Gobierno central, su misión, es la de ser el catalizador de las iniciativas regionales, un cierto soporte y el apoyo decidido y decisivo para que las iniciativas regionales lleguen a éxito. Podría decirse que, abandonado el centralismo, el Gobierno de la nación se convierte en pieza central para el desarrollo, la mejora y el entendimiento entre las regiones, así como el garante del equilibrio interregional y sus aportaciones progresivas al Estado.

Pero, ante todo, debemos tener en cuenta, entender, que la competitividad estimula sinergias para mejorar el modo y la calidad de las producciones y alianzas en canales compartidos de logística, distribución y venta. Estamos en un mundo cada vez menos lejano, la proximidad comunicativa y su inmediatez provocan esas alianzas entre próximos y lejanos. La rivalidad tiende a ser excluyente, mientras que la competitividad se rige por el conocimiento y desarrollo interno y también adquirido de los propios competidores. Esa fluidez permite apoyos mutuos que van en beneficio de la calidad y ayudan al éxito común.

Es deseable que las regiones, sus gobernantes y emprendedores fomenten el entendimiento empresarial, así como estas alianzas internas e interregionales, para la mejora de la calidad empresarial y su responsabilidad social corporativa. El compromiso de la formación continua es una de las responsabilidades sociales empresariales más importantes para consolidar y mejorar la actividad empresarial, así como la calidad de vida de los trabajadores, sus familias, comunidades campesinas y étnicas. De esa manera, se logrará la fijación de la gente y de los jóvenes en el territorio y la reducción de la desigualdad y la violencia.

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