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Minga y el cuento

Desde la arrogancia de ser los expertos en décadas de bloquear la carretera Cali – Popayán, los Nasa sabotean las decisiones de la voz de mando de la minga nacional.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
13 de junio de 2016

Cuando escribo van 13 días de paro, y todavía de acuerdo nada. La negociación está en el Norte del Cauca, donde inicia el cierre a la vía arterial del suroccidente colombiano, la que nutre a Popayán y a Pasto, la que transporta el comercio con Ecuador. Que no estén taponadas otras carreteras del país, no significa que los miles de movilizados no sigan en pie de paro en más de 15 departamentos. ¡Qué minga pa´complicada de negociar!

En el paro agrario de 2013 el ombligo estaba en Boyacá, ahora está en el Cauca. Lo de hoy es por incumplimiento de los compromisos adquiridos en ese entonces. Cuando a los 8 días de iniciado este paro el ministro Pardo se fue de la mesa de negociación, quedó claro que esto no se negociaba con su chequera. Lo de él es temporal, apenas una etapa por la que el país va a atravesar; lo del pliego es antiguo, ha conocido de chicoralazos y despojos, está curtido en injusticias, ineficiencias, indolencias.

Dicen que el pliego de este movimiento agrario tiene 7 capítulos que suman más de 400 puntos, deudas históricas, ancestrales, un dechado de incumplimientos y trampas del Estado. Como la Ley Zidres - Zonas de Interés en Desarrollo Rural Económico y Social, un Frankestein que entró en vigencia este año, que permite a grandes capitales enquistarse en cualquier punto del país. A un proyecto pensado como opción de desarrollo rural para la altillanura lo volvieron ley de alcance nacional, y todos tan campantes.

Las Zidres, que ya fueron demandadas ante la Corte Constitucional por un grupo de congresistas, son una papa caliente que vaya uno a saber a cuenta de qué “grandes inversionistas del campo colombiano” se está tragando este gobierno. Lo de menos es que el ministro a cargo de su ejecución se haya tenido que declarar impedido en el tema por intereses familiares y que para manejar lo relativo a las Zidres haya un ministro de agricultura ad hoc.

Lo de más aquí es que el paro agrario nacional le sumó a su pliego histórico la exigencia de desmonte de esta ley. Quienes la critican, aseguran que las Zidres promueven un modelo de desarrollo que rompe con cualquier esfuerzo de fortalecimiento de los territorios como escenarios para la construcción de paz, con cualquier idea de reconstrucción de tejido social y de reparación al campesinado. Lo de más es ver a los ministros de agricultura Iragorri y Cristo (el propio y el ad hoc) zumbando como abejas de la mesa parcial de Piendamó a la mesa nacional de Quinamayó, como si no fuera claro con quién y sobre qué es que se trata esta negociación.

A mitad de la segunda semana del paro, el ministro Iragorri se sentó a negociar con el CRIC, y mandó muy contento un tuit de medianoche, cuando aun nos saltaba el corazón después del partido de Colombia, dándose la mano con los indígenas con los que había firmado el acuerdo de desbloqueo de la vía. ¿Cuál acuerdo? Al día siguiente los dirigentes del paro nacional lo desmintieron.

En ese episodio todo huele a oportunismo. Del gobierno porque evade mirar a los ojos a su verdadera contraparte, crea falsas expectativas en la población que está cercada y alarga los tiempos del bloqueo. Y del grupo de indígenas que negoció esa noche, porque se arrogó una vocería política que no tiene, siendo como es uno más en este movimiento que desde el mismo nombre da cuenta de su pluralidad: Minga campesina, étnica y popular. Ahí hay afros de muchas zonas, indígenas de muchas etnias y mestizos de muchos oficios que giran alrededor de la producción agropecuaria.

Desde la arrogancia de ser los expertos en décadas de bloquear la carretera Cali – Popayán, los Nasa sabotean las decisiones de la voz de mando de la minga nacional. Eso además de irrespetuoso con el movimiento agrario del que hacen parte, es irresponsable con el país porque antecede los intereses de algunos al pliego de todos. Vaya uno a saber qué fue lo firmado la noche del partido de Colombia, lo cierto es que es un gol fallido apostarle a romper la unidad negociando con una parte.

Para el resto del país que no está en paro es difícil entender que el movimiento agrario no es una fuerza monolítica, que en su interior coexisten diferentes orígenes, intereses y demandas particulares; pero lo que resulta imperdonable es que el gobierno ponga las cartas en la mesa que no toca. Eso, sumado al presidente Santos que repite como autómata cada día “no permitiremos bloqueos de carreteras”, como si el suroccidente no llevara 15 días aislado, son bofetadas a la gente que está encerrada en las ciudades, soportando la experiencia espantosa de estar sometida en contra de su voluntad.

Discutir y replantear los modelos excluyentes del agro no es una concesión a los violentos Qué hacer con las Zidres, como con las ZRC (Zonas de Reserva Campesina) es la oportunidad que ahora se nos plantea para decidir como se construye un país en el posconflicto. Pero este gobierno lo que pinta con la mano en los acuerdos de La Habana, lo borra con el codo manejando la Minga nacional.

Si estamos a punto de desmontar la guerra con una antigua guerrilla campesina, eso debería servir por lo menos para tomarse en serio el reto de disminuir la enorme brecha de inequidad entre la ciudad y el campo.

@anaruizpe

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