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Laura Gaviria, directora de la Cámara Colombo-China de Inversión y de Comercio, cree que la principal barrera es la cultural.

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¡Ni idea, chino!

Con solo cinco traductores oficiales de mandarín, Colombia aún está lejos de convertirse en un proveedor importante del mercado chino.

3 de febrero de 2012

Ni la distancia, ni las 13 horas de diferencia, ni la revaluación son las principales responsables de que Colombia envíe solo 4% de sus exportaciones a China, mientras Brasil manda 16% y Chile 22%. Además del temor que despierta el gigante asiático y la falta de buenos estudios de mercado para identificar qué venderles a los chinos, dos factores adicionales frenan este comercio: el idioma y las diferencias culturales.

A los lejanos conocimientos sobre los caracteres del mandarín, se suman formas de expresarse muy distintas a las nuestras y una escasez de traductores que hace aún más engorroso el comercio con el gigante asiático. “Cuando ellos hablan parece como si estuvieran bravos, porque se expresan en un tono alto, como gritando, y uno piensa que no les gusta el negocio. Pero en realidad no están molestos, es solo su forma de conversar”, dice un importador de productos chinos.

Por esta razón Eugenio Martínez, vicepresidente ejecutivo de E-nnova, una empresa de servicios on-line, decidió que, ante las dificultades para conseguir buenos traductores, era mejor ‘importar’ a una china, que habla español, y quien ha sido la encargada de abrirles las puertas a esa parte del mundo. “Más que traductores lo que se necesitan son intérpretes, porque el inglés funciona hasta cierto punto, pero los negocios tienen altas y bajas y uno no sabe si la contraparte está molesta o qué fue lo que efectivamente le incomodó”, comenta.

Un reciente informe del banco de inversión BCP Securities, en el que se destaca el buen momento económico que vive Colombia, señala como uno de los lunares del país la falta de traductores de mandarín, justo cuando el mundo está girando hacia Oriente y cada vez más asiáticos llegan a los aeropuertos nacionales.

Los traductores que hay en el Colombia son en su mayoría chinos que aprendieron español en su país, pero son pocos los colombianos que lo hablan y menos los que tienen el carácter de oficiales (presentan un examen en una universidad que los certifica y quedan registrados ante la Cancillería). Estos últimos son los únicos autorizados para, por ejemplo, traducir documentos del Gobierno.

“Este es uno de los temas más complicados para hacer negocios con China y, aunque las empresas finalmente consiguen los traductores que necesitan, la barrera cultural sigue siendo alta, pues a diferencia de otros países suramericanos que tienen barrios chinos, acá la inmigración es escasa y eso hace que los sintamos muy lejanos”, dice Laura Gaviria, directora de la Cámara Colombo-China de Inversión y de Comercio.

Falta tolerancia


Sandra Salamanca, directora de la oficina Punto Focal Asia, de la Andi, piensa que el problema no son los traductores, pues de otra forma no se habrían importado US$7.378 millones hasta noviembre del año pasado, sino el desconocimiento de esa cultura.

“El empresario viaja y se incomoda por algunas de sus costumbres o por la comida y eso al final obstruye los negocios. Lo que se necesita es entender y ser tolerante; además, hay otro problema real y es la falta de capacidad para producir los volúmenes que demandan en China”, agrega. Admite que por la escasez de traductores, sus servicios son más costosos que los de quienes trabajan con el inglés u otros idiomas y que en la Andi traen traductores de México, cuando los necesitan.

Para algunos, el inglés es una solución, pues son más los chinos que hablan ese idioma que el español. El problema es que a veces es difícil para un colombiano, que no es nativo en inglés, entenderle a otro que tampoco lo tiene como lengua materna y, por eso, el traductor de mandarín es indispensable en las minucias de un contrato.

En la Embajada de China en Colombia comparten la preocupación por la falta de traductores, en especial los oficiales, que son los requeridos cuando una empresa china quiere licitar en el país. “Eso encarece y demora cualquier proceso, pues se deben conseguir con mucha antelación para cumplir con los plazos”, comenta un funcionario, que pidió no ser identificado al no tener la condición de portavoz.
Los datos de la Cancillería indican que en el país hay 5 traductores oficiales de mandarín, frente a 34 de alemán y más de 250 de inglés. Para Corea, país con el que se está negociando un tratado de libre comercio, solo hay uno.

En un país donde muy pocos hablan una segunda lengua (recientemente el Banco de la República demostró que tan solo 1% de los bachilleres domina el inglés), es aún más difícil conseguir personas que se comuniquen en chino.

Pocas opciones

Aunque en Colombia hay dos Institutos Confucio, en la Universidad de los Andes y en Eafit, estos solo reciben estudiantes desde los 14 años y por la dificultad de la lengua sería más fácil aprenderlo a menor edad. En Bogotá, dos colegios lo ofrecen como tercera lengua, pero el país apenas está dando sus primeros pasos hacia el mandarín.

Si bien se traen profesores, la queja de algunos aprendices es que los maestros perfeccionan más su español de lo que enseñan mandarín.

Jian Li Zheng es una de esas profesoras que también hace traducciones. Desde su perspectiva, la demanda no es alta, “pues los que más piden son los oficiales, pero es muy difícil pasar los exámenes de certificación”. Dice que tiene pocos alumnos y lo atribuye a que muchos colombianos prefieren primero aprender inglés.

Esa preferencia no es solo en Colombia. Cifras del portal Mightyverse.com, dedicado a temas de lenguaje y traducción, indican que a 2010, unos 1.400 millones de personas en el mundo tenían el inglés como segunda lengua y solo 178 millones el mandarín.

Es un hecho que en el mundo de los negocios el que “habla es el dinero”, pero si el país se quiere acercar más a la gran locomotora de la globalización tendrá que hacer esfuerzos para que más colombianos sepan qué les dicen cuando les hablan en chino.