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  En la mayoría de los colegios aún no saben cómo manejar los conflictos entre la comunidad educativa.
En la mayoría de los colegios aún no saben cómo manejar los conflictos entre la comunidad educativa. | Foto: istock

Reportaje

Las aulas de clase se están convirtiendo en batallas campales: docentes denuncian golpes y amenazas de muerte

Los casos de violencia escolar están en aumento y los estudiantes atacan a los docentes, incluso hasta el punto de golpearlos y amenazarlos. El fenómeno se está viviendo tanto en colegios públicos como privados.

Redacción Semana
4 de mayo de 2024

La idea de que la autoridad dentro de las aulas escolares está a cargo de los profesores se ha ido desdibujando. Decenas de docentes entrevistados por SEMANA y que trabajan en colegios de diferentes estratos socioeconómicos aseguran sentirse amedrentados y menospreciados por estudiantes, padres de familia y silenciados por las directivas de las instituciones educativas.

Ninguno se atreve a identificarse abiertamente por temor a represalias, algunos tienen amenazas de muerte, otros de perder su empleo y los que han sido golpeados dicen que cualquier cosa que digan puede ir en su contra por vulnerar los derechos de los niños agresores. Pero todos coinciden en que hay que pedir una intervención estratégica educativa a gritos para que el futuro no quede en manos de potenciales tiranos.

En un colegio del sur de Bogotá, los alumnos han llegado a advertir que prenderán fuego a las instalaciones educativas si no sacan a los docentes que aparecen en la lista que ellos mismos hicieron argumentando que no cumplen con las expectativas y que presuntamente serían agresores de los estudiantes.

Ellos están repitiendo las vías de hecho que tomaron estudiantes de otra institución pública y que lograron el traslado de la rectora. Los índices de violencia han aumentado en los últimos años, con picos más fuertes tras la pandemia de 2020. El no saber manejar la frustración, la falta de educación socioemocional y el contraste que trae el cambio generacional se convierten en una mezcla peligrosa atrapada en una olla a presión que en cualquier momento estalla.

    Las agresiones también se dan de manera virtual y el 80 por ciento de los estudiantes suelen buscar a sus docentes en redes sociales para conocer el entorno privado, algunos estarían aprovechando esta situación para chantajear.
Las agresiones también se dan de manera virtual y el 80 por ciento de los estudiantes suelen buscar a sus docentes en redes sociales para conocer el entorno privado, algunos estarían aprovechando esta situación para chantajear. | Foto: istock

En una de las localidades de Bogotá se registró una pelea a puños entre un docente de la tercera edad y jóvenes de bachillerato. Los estudiantes decían que no soportaban más los tratos arcaicos del profesor, sobre todo hacia las mujeres, y este tuvo que defenderse de los ataques. Todos terminaron valorados por Medicina Legal y con incapacidades. El panorama jurídico para el docente evidentemente es mucho más gris por golpear a menores de edad.

Se supone que el adulto tendría que mantener el control, pero según varios analistas, los docentes tampoco saben cómo manejar sus emociones y terminan confundiendo los gritos con la autoridad. Algo que las nuevas generaciones no aceptan, pues incluso, muchas veces, ni siquiera toleran que les lleven la contraria porque han crecido en un ambiente en el que no aceptan un no como respuesta, en el que culpan a los demás por cada cosa que les pasa, en el que buscan excusas en lugar de autoevaluaciones.

Catalina es docente de primero de primaria en uno de los colegios en concesión de Ciudad Bolívar y uno de sus pequeños alumnos la agarró a golpes cuando ella le indicó que el ejercicio de matemáticas, en el que debía hacer la secuencia numérica en un cuadro, tenía un error. “Se me lanzó a jalarme del pelo, yo intentaba pararme y me daba patadas, puños y pellizcos en el estómago”, y cuenta que reaccionó levantando las manos y saliéndose del aula cuando se pudo soltar del niño. Su temor era que la acusaran de agresión, ya que el menor no paraba de llorar y gritar.

Aula de clase
Las aulas de clase se han convertido en espacios de discordia y conflictos. | Foto: Getty Images

En la localidad de Antonio Nariño, Sebastián, profesor de química, se persigna frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que tiene detrás de la puerta de su casa para que durante el recorrido de las diez cuadras que lo separan de su hogar al trabajo no se encuentre con los amigos del alumno al que una semana atrás le decomisó el celular durante su clase para que prestara atención.

El joven de 17 años le advirtió que los líderes de una banda a la que supuestamente él pertenece lo estaban buscando para advertirle que con ellos nadie se mete, así tenga que pagar con su vida. El docente dice tener tanto miedo que ni siquiera ha dado aviso a sus superiores ni a las autoridades e insiste en no hacerlo porque tiene una familia a la cual mantener.

Juana, profesora de lengua castellana en la localidad de Suba, sabe lo que es poner en riesgo a su familia por corregir a una estudiante de octavo grado. Una de las hijas de la docente estudia en el mismo colegio para el que trabaja y desde que tuvo el inconveniente con la alumna, su hija ha sido víctima de matoneo. Decidió pedir traslado para evitar que el problema pase a mayores.

Para Maira Alejandra Soto Trujillo, psiquiatra de niños y adolescentes de la Fundación Santa Fe y docente de la Universidad de los Andes, las diferentes manifestaciones de violencia en entornos escolares se dan a cualquier edad, quizás se expresa clínicamente más en adolescentes. Esta se da en todas las direcciones, entre alumnos, docentes a estudiantes y estudiantes a docentes.

Esta última es menos visibilizada porque, aunque pareciera que los mayores pudieran defenderse con autoridad, en realidad son más vulnerables, pues si hablan tienen amenazas no solo físicas, sino que atentan a su buen nombre y se sienten en desventaja por tratarse de menores de edad.

Aulas de clase
Las problemáticas educativas cada vez son mayores. | Foto: Getty Images

En 2024, el sistema de alertas de la Secretaría de Educación de Bogotá arrojó que durante el primer trimestre se registraron 3.043 casos de abuso y violencia en todos los escenarios escolares. El 49,5 por ciento lo protagonizan jóvenes entre 12 y 17 años y el 41,77 por ciento, niños de 6 a 11 años. En la mayoría de los casos que se conocen, hay un patrón de no manejo de la frustración y de matoneo generalizado.

La doctora Soto explica que de jóvenes a adultos también se ve el bullying, entendiéndose este como la forma de violencia en la que el agresor se aprovecha de que el otro sea aparentemente superior, pero no se pueda defender.

Sandra relata cómo su estudiante de 6 años le lanzó un banano por la cara con toda la intención de agredir, debido una instrucción que le dio y a él no le gustó. Carmen tiene presente el día en que un padre de familia llegó a zarandearla, dejándole el brazo morado, porque su hija de tercer grado le contó que en clase ella le pidió hacer silencio. Las agresiones físicas son completamente reprochables, pero también las psicológicas.

En uno de los colegios más prestigiosos de la capital del país, un profesor de biología, con fama de ser uno de los más exigentes, veía cómo desde el último mes sus estudiantes, mujeres de aproximadamente 13 años edad, se burlaban cuando estaba cerca; él, en pro de entablar el diálogo, planteó una charla sobre lo que les molestaba de la clase y el conversatorio se convirtió en un ataque constante a su aspecto físico, en el que una de las niñas se dedicó a manifestarle el asco que sentía por su manera de vestir, el aspecto de su dentadura, su estrato económico y otro sinfín de comentarios que devastaron al docente.

Es cada vez más común encontrar en las aulas niños hiperresponsivos (responden mal ante cualquier situación). Reacción que se incrementa cuando los profesores exigen límites sin empatía. Las nuevas generaciones perdieron el miedo a la autoridad, pero también el respeto. Llama la atención que la mayoría de los estudiantes que toman esas conductas soberbias, en lugar de ser corregidos por sus padres, son respaldados. En la mayoría de los casos también terminan agrediendo al docente para justificar a su hijo y evitar lo que consideran el desprestigio público.

El 30 por ciento de los tipos de violencia y abusos que se registran en el entorno escolar es física y el 22,4 por ciento psicológica. Las localidades con mayor afectación son Candelaria, Antonio Nariño, Santa Fe, Chapinero, San Cristóbal y Los Mártires.

Casi el 90 por ciento de los casos que reporta la Secretaría de Educación son de colegios públicos, pero no porque no suceda en los privados, sino porque allí, según los mismos docentes, “prefieren perder un empleado que un cliente”, lo que se manifiesta en una alta rotación de personal. Para la psiquiatra Soto Trujillo es importante que menores, padres, docentes y directivos reciban educación socioemocional porque la situación se está convirtiendo en un desafío de salud pública.

Explica que problemas mal manejados en entornos escolares han desatado enfermedades de salud mental e incluso suicidios. Edwin Ussa, jefe de la oficina para la convivencia escolar de la Secretaría de Educación de Bogotá, aseguró que están haciendo frente a la situación con un equipo de 200 profesionales que trabajan desde la prevención.

La administración le apuesta a dar una clase específica para aprender a manejar las emociones en la que todos los actores sepan cómo reaccionar en los desafíos sociales. Es consciente de que hay un subregistro de casos, por lo que hace un llamado a los directivos de colegios públicos a pedir ayuda cuando estén frente a un caso de violencia.

Si los niños son el futuro del país, hay que actuar antes de que sea demasiado tarde.