Un feliz accidente convirtió al Banco de la República en uno de los principales guardianes del patrimonio cultural colombiano
Poporo Quimbaya, Museo del Oro de Bogotá. | Foto: Anadolu Agency vía Getty Images

Especial bancos

Un feliz accidente convirtió al Banco de la República en uno de los principales guardianes del patrimonio cultural colombiano

En el marco de la celebración de sus 100 años, recordamos la historia de cómo el emisor terminó administrando la colección que donó el maestro Fernando Botero y creando una poderosa red de bibliotecas, entre otros espacios culturales.

18 de marzo de 2023

“El Banco de la República podría ser, por raro que parezca, la institución cultural más importante del país. Para que fuera así se conjugaron tres factores: el dinero que todo banquero tiene, el azar o felices accidentes, y el gusto que han tenido los directivos por la cultura”. Esta frase de Adolfo Meisel, actual rector de la Universidad del Norte y quien hace años fue codirector de la Junta Directiva del Banco de la República, resume la historia de una institución creada hace 100 años para dirigir la política monetaria y actuar como banquero del Gobierno, pero que con el tiempo se cargó a cuestas la misión de salvaguardar una parte de nuestro patrimonio cultural, divulgarlo y contribuir a que los colombianos se apropiaran de él.

Si bien muchos bancos del mundo, tanto centrales como privados, tienen actividad cultural, “ninguna es del tamaño de la del Banco de la República, ni tiene esa vocación pública. Lo del banco es algo extraño, como lo dijo Germán Arciniegas por allá en 1954 cuando escribió una columna en la que lo calificaba como el más raro del mundo, pero es una feliz extrañeza que nos debe hacer sentir orgullosos”, precisó Ángela María Pérez, subgerente cultural del Banco de la República.

La actividad cultural del Banco de la República está soportada sobre tres pilares: la red de bibliotecas, los museos del oro y las colecciones de arte, que sumados la convierten en una de las instituciones culturales más sólidas del país. La historia de la “feliz extrañeza”, según Pérez, tiene varios hitos que se desarrollaron a partir de la puesta en marcha de las transformaciones de la institución. Una de ellas tiene que ver con la fiebre del oro y las adquisiciones que de este metal comenzó a hacer el banco desde su fundación, en 1923.

Otro de esos felices accidentes ocurrió en la década de 1930. Desde finales del siglo XIX, la guaquería vivía un nuevo auge. Ladrones, guaqueros y cazafortunas recorrían las montañas andinas en busca de artefactos de oro y otros metales preciosos que acompañaban las tumbas precolombinas. Las piezas se vendían a coleccionistas internacionales o se fundían y comercializaban en lingotes. Era la época del patrón oro y el banco compraba en todas sus sucursales del país este metal proveniente del saqueo o de lo que se extraía en las minas regionales.

En 1939 una dama de alcurnia le ofreció al Gobierno un “jarrón de oro de muy perfecta factura”. Como no podía adquirirlo, el Ministerio de Educación le pidió al banco comprarlo y, de paso, tratar de hacer lo mismo con otros objetos de oro y plata fabricados por los indígenas durante la época precolombina para conservarlos. El jarrón resultó ser el Poporo Quimbaya, que se convertiría en uno de los símbolos del banco. Según Pérez, consciente del valor cultural, la Junta Directiva del banco no lo compró por su peso en oro sino por el doble.

El banco se tomó muy en serio el pedido del ministerio y en 1944 ya había adquirido a coleccionistas privados más de 4.000 piezas y creado un pequeño museo. La colección estuvo en varias zonas del banco en Bogotá, hasta que en 1968 se inauguró su actual sede, al frente de la Plaza Santander. La entidad también compró cerámica y otros artefactos y patrocinó investigaciones académicas. De acuerdo con Meisel, los directivos comprendieron que este patrimonio precolombino no podía centralizarse, sino que debía exhibirse en las regiones de origen. Así, durante la década de los ochenta surgió la red de museos del oro que se encuentra en Santa Marta, Manizales, Cartagena, Pasto, Ipiales, Pereira, Armenia y Cali.

Red de bibliotecas

Otro suceso accidental de esta historia fue la Biblioteca Luis Ángel Arango. Su origen se debe, en realidad, a una colección especializada de libros que en principio se había pensado para consulta de los funcionarios del emisor, pero que finalmente en 1936 abrió al público en general. Al igual que sucedió con las piezas precolombinas, en los años siguientes, el banco compró bibliotecas privadas y en 1958 abrió en Bogotá el actual edificio de la biblioteca, bautizado con el nombre de Luis Ángel Arango en homenaje al gerente que concibió el proyecto y que murió en 1956 sin ver su sueño hecho realidad.

Un feliz accidente convirtió al Banco de la República en uno de los principales guardianes del patrimonio cultural colombiano
Auditorio de la Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá. | Foto: Guillermo Torres

Hacia las décadas de los ochenta y noventa, cuando por razones tecnológicas las sedes del emisor ya no eran necesarias en las regiones, en vez de cerrarlas la Junta Directiva decidió convertirlas en bibliotecas, lugares para exposiciones y salas de concierto. De esta manera nació la red nacional de 21 bibliotecas, cinco centros de documentación regional y tres áreas de referencia remota en 29 ciudades colombianas.

“Los banqueros y bancos han sido coleccionistas de arte por lo menos desde el Renacimiento”, escribió Miguel Urrutia, exgerente de la entidad, en un artículo titulado ‘La cultura en el Banco de la República’. Por supuesto, el emisor colombiano no podía ser la excepción y a medida que la biblioteca crecía y se consolidaba la colección de orfebrería, comenzó a comprar obras de artistas representativos nacionales. Con el tiempo, la colección permanente se convirtió en la más importante del país y en 2004 se inauguró el Museo de Arte del Banco de la República para albergarla. Doce años después fue renombrado como Museo de Arte Miguel Urrutia.

Su prestigio por la labor de conservación del patrimonio cultural y artístico del país le permitió administrar una parte de la colección de arte que el maestro Fernando Botero donó en 1998 a los bogotanos, conformada por 123 obras de su autoría y 85 de arte internacional. En su artículo, Urrutia afirmó que gracias a este hecho “la colección de arte del banco se volvió una de las mejores de América Latina”.

Un feliz accidente convirtió al Banco de la República en uno de los principales guardianes del patrimonio cultural colombiano
Museo Botero del Banco de la República. | Foto: Pedro Szekely

Institución cultural

A este universo cultural se suma el Museo de Numismática, las colecciones de fotografías históricas, de manuscritos, mapas e instrumentos musicales que reposan en la Biblioteca Luis Ángel Arango, así como el patrocinio de conciertos, conferencias, exposiciones de arte temporales y actividades para niños. Un universo que estuvo a punto de perder cuando a raíz de las discusiones para la redacción de la Constitución de 1991, el ministro de Hacienda de ese entonces, Rudolf Hommes, junto con otros economistas, presentaron la propuesta de quitarle al banco su función cultural.

“Afortunadamente María Mercedes Carranza y otro grupo de artistas e intelectuales hicieron tanta alharaca que nosotros retiramos la propuesta. Y hoy digo que por dárnoslas de puristas casi cometemos un grave error y me siento feliz de no haberlo hecho”, precisó Hommes. Hoy, en el marco de la conmemoración de sus 100 años, el banco es una de las instituciones culturales más sólidas de Colombia. Un milagro o un feliz accidente, porque en un país con instituciones culturales débiles, posiblemente la suerte del patrimonio cultural hubiera sido distinta y no tan afortunada.

Un feliz accidente convirtió al Banco de la República en uno de los principales guardianes del patrimonio cultural colombiano
Pieza precolombina en el Museo del Oro de Bogotá. | Foto: Ivan Herrera

Línea del tiempo

1932: el Banco de la República inicia la colección documental.

1939: la Junta Directiva adquiere el Poporo Quimbaya.

1945: el banco compra la primera biblioteca privada, pertenecía a Laureano García Ortiz y contaba con 30.000 volúmenes.

1958: abre sus puertas la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA).

1961: se inaugura el Museo Numismático.

1966: se inaugura la Sala de Conciertos de la BLAA.

1968: se inaugura el edificio del Museo del Oro en el Parque Santander.

1969: se adquiere la Balsa Muisca.

1979: se inaugura la hemeroteca Luis López de Mesa.

1980: se crea el Museo del Oro Tairona en Santa Marta.

1985: se adquiere la custodia de la iglesia de San Ignacio de Bogotá conocida como ‘La Lechuga’.

1992: la Ley 31 estableció que el banco podía continuar con las funciones culturales y científicas.

1998: el maestro Fernando Botero donó parte de su colección de arte que también entró a administrar el banco.

2004: se inaugura el Museo de Arte del Banco de la República, que después se llamaría Museo de Arte Miguel Urrutia.

2013: abre sus puertas la Ecobiblioteca en Neiva.

2023: se reabre el Museo del Oro Zenú de Cartagena.

*Informe de Sostenibilidad 2013-2014 del Banco de la República.