No llegó el lobo

Uno de los principales analistas económicos de Venezuela analiza las declaraciones del nuevo Presidente y da su veredicto: Chávez se merece un compás de espera.

14 de diciembre de 1998

Por José Antonio Gil Yepes*



Las declaraciones que dio Hugo Chávez Frías, el Presidente electo de Venezuela, ante los periodistas nacionales e internacionales en su primer acto público después de conocida su victoria, llaman a la ponderación. Obligan a deponer dudas y resquemores.



Chávez debe haber sorprendido a la mitad de la población que no lo apoyó durante la campaña por su ponderación y su franca invitación a deponer la pugnacidad de las campañas electorales. Sorprendió gratamente por su magnanimidad en la victoria, por su disposición a gobernar con los gobernadores y alcaldes ­aunque no mencionó la descentralización­ y, sobre todo, por su intención de realizar una Asamblea Constituyente consultada con el Congreso o, en su defecto, con la población por medio de un referéndum.



El aspecto más temido en el plano político es el pase de facturas contra algunas cúpulas de varias instancias institucionales. Venezuela sufrió cuando el gobierno del Presidente saliente hostigó a las cúpulas militar, bancaria, de PDVSA y del Banco Central. La crisis económica y de confianza no se hizo esperar. El temor a situaciones similares ponía en ascuas al país que tiene algo que perder. Por el contrario, Chávez señaló que renovará parcialmente, como lo hicieron otros Presidentes, la directiva de instituciones que le competen, respetando la jerarquía militar, manteniendo algunos directores de PDVSA y despejando la incertidumbre sobre su intención de mantener el Congreso, sobre cuya legitimidad por la reciente elección tuvo una expresión de reconocimiento muy clara.



En materia política, el Presidente electo ha confirmado un enfoque de pluralismo democrático y negociación, muy distinto al estilo excluyente con que no pocos analistas lo habíamos percibido y temido. Con base en sus palabras, lo menos que se puede hacer es darle el beneficio de la duda.



En materia económica había dudas sobre si las políticas del Presidente serían intervencionistas o propias del mercado. Aclarando que no está de acuerdo con el capitalismo salvaje, todo lo que dijo es, y así está en su Programa de Gobierno, compatible con la economía de mercado. Descalificó expresamente rumores de que en su gobierno se expropiarían bienes para repartir entre la población. Insistió en el respeto a la propiedad privada, el apoyo al desarrollo de las pequeñas empresas y en la necesidad de la inversión extranjera.



Más sorpresa aún fue que, contrario a lo que en algún momento de la campaña expresó, se manifestó a favor de la apertura petrolera. Hasta señaló la importancia de revisar la alternativa de una nueva reducción de producción, vista la caída de los precios del crudo. Ni siquiera mencionó la tan cuestionable disciplina OPEP.



Ratificó el mantenimiento de la libertad de precios y la libertad de cambio. En este último aspecto se refirió a mantener el sistema de bandas vigente.



Es un buen síntoma que el Presidente no esté viendo la devaluación ni otros mecanismos ficalistas, tales como el aumento de los impuestos, de la gasolina, como ocurrió al firmar la Agenda Venezuela con el Fondo Monetario Internacional en el 96.



Extraer más renta de la población para echarla en un barril sin fondo, como lo es la mala administración pública, sería repetir grandes errores de 1989 y 1996.



El Presidente ofrece una reestructuración de las instituciones económicas para tratar el déficit fiscal (9% del PIB para 1999). Plantea reducir el exceso de burocracia; reorganizar la administración del Impuesto sobre la Renta e incluir la pena de prisión por el delito de evasión de impuestos; reestructurar las aduanas; reducir el nivel de gastos de PDVSA. Y, sobre todo, castigar la corrupción. Sólo faltó destacar la privatización, pero eso emergerá en las negociaciones de empréstitos multilaterales.



Ojalá el FMI no deje de poner énfasis en este aspecto, pues se le pasó por alto en 1996.

Chávez ratificó que honrará la deuda externa. No le queda más remedio que renegociar los pagos, cuyos vencimientos se concentran en los próximos años y no están titularizados. Como aspecto clave de las relaciones internacionales, manifestó su deseo de que se logre la paz en Colombia y se profundice la integración andina.



Felicitaciones, señor Chávez. Nuestro deber moral es reconocer su mérito, divulgarlo y desearle el mayor éxito. Esperamos, sobre todo, que no le falle al pueblo al que no le hemos sabido responder en su nobleza y aguante; siempre recordando la máxima de la China milenaria: "cuando los gordos adelgazan, los flacos se mueren".



* El autor es presidente de Datanálisis, C.A., Caracas www.datanalisis.com