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Así quedó el tratado que remplazará al Nafta

Después de un año y medio de encarnizadas negociaciones, ¿qué cambios habrá en las relaciones comerciales entre Canadá, México y Estados Unidos? ¿A quién beneficiarán?

3 de octubre de 2018

Ahora que se logró un nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (EUMCA), surge la duda de si mejoró las condiciones del anterior tratado de libre comercio de América del Norte (TLCAN), como pretendía el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

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La estructura de ambos acuerdos es en esencia la misma, pero el nuevo incorpora algunas modificaciones. En comparación con el TLCAN, el EUMCA otorga un acceso más amplio para las exportaciones de los productos lácteos de Estados Unidos al mercado de Canadá, bajo una cuota de 3,5% del total. También introduce unas normas más fuertes de propiedad intelectual. Al mismo tiempo, establece unas reglas de origen más severas para el sector automotor. Además reduce los mecanismos para la solución de las controversias. Por último, crea un capítulo monetario.

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En el caso de las reglas de origen para los vehículos automotores, el EUMCA eleva de 62,5 a 75% la proporción de los insumos de procedencia regional, que deberá contener un producto final del sector fabricado en cada país, para que se puede vender en el mercado de los otros dos sin ser gravado con aranceles. Establece también que por lo menos 40% de los insumos deberán producirse en fábricas donde se pague un salario mínimo de US$ 16 por hora.

El EUMCA brinda a Canadá y México una protección en el caso de que Estados Unidos decida imponer aranceles hasta de 25% a las importaciones de productos del sector automotor, por razones de seguridad nacional. En ese evento, ambos países obtendrían una cuota de libre exportación de 2,6 millones de vehículos anuales al mercado estadounidense. En la actualidad ninguno de los dos exporta tal número de vehículos a ese país, de modo que en la práctica la medida restrictiva no los afectaría.

En el EUMCA se conservó el capítulo de solución de controversias entre los Estados del TLCAN, en los casos de dumping, subsidios y medidas compensatorias, a pesar de que Estados Unidos propuso al principio modificarlo. No obstante, se eliminó el mecanismo para resolver las disputas entre las compañías y los gobiernos en el comercio entre Estados Unidos y Canadá, mientras que en el intercambio entre México y Estados se restringió mucho su operación.

Los aranceles a las importaciones de acero y aluminio procedentes de México y Canadá, impuestos por los Estados Unidos este año, no fueron derogados. Tampoco se estableció hasta cuando durarán, pero se supo que serán tratados en el futuro por separado.

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A diferencia del TLCAN, el EUMCA introduce un capítulo monetario, en el cual los países se comprometen a mantener regímenes de libre flotación de sus tasas de cambio, de modo que sus valores sean determinados por los mercados, para prevenir que las autoridades lleven a cabo devaluaciones competitivas de sus monedas.

Mientras que el TLCAN tenía una vigencia indefinida, con la posibilidad de retiro para cada miembro, bajo la condición de notificarlo seis meses antes; el EUMCA tendrá una duración de 16 años, con una revisión para identificar y solucionar problemas cada seis años, junto con la posibilidad de extenderlo.

Con el EUMCA desaparece la preocupación que tenían los empresarios de los tres países y los inversionistas extranjeros que producen en ellos, sobre los estragos que hubiera podido causar la amenaza de retiro de Estados Unidos del TLCAN, en sus cadenas de suministros de insumos.

Sin embargo, para los críticos el EUMCA impone mayores restricciones regulatorias a las compañías que operan en Norteamérica, lo cual lesionará su competitividad frente a las del resto del mundo, sin asegurar que como consecuencia de él habrá una expansión notable del empleo en el sector manufacturero de Estados Unidos.

Además, comparado con el TLCAN, el EUMCA fija unas reglas menos ciertas para el comercio entre los tres países. En primer lugar, porque elimina los paneles de expertos para dirimir las disputas entre el Estado y los inversionistas en la mayoría de los sectores, con excepción de los de energía y telecomunicaciones. Aunque conserva los paneles para resolver las disputas sobre dumping y medidas compensatorias, establece a las cortes de cada país como el principal mecanismo de solución de las controversias. De esta forma supone el buen funcionamiento y la transparencia de los sistemas judiciales de los países, al tiempo que puede conducir a una intensificación del amiguismo, el tráfico de influencias y la corrupción.

En segundo lugar, en el EUMCA la incertidumbre aumenta porque la duración definida de 16 años y la eventualidad de cambios en las reglas del juego después de las revisiones periódicas, acortan el horizonte de planeación para las inversiones y crean inseguridad normativa. Estas condiciones inciertas podrían frenar la inversión, sobre todo la extranjera, el crecimiento y la generación de empleo, en comparación con las normas estables del TLCAN. Al mismo tiempo, el acuerdo queda sujeto al capricho de los gobiernos de cada país y a los vaivenes políticos en cada uno.

El EUMCA será firmado el 30 de noviembre, un día antes de que Enrique Peña Nieto entregue la presidencia de México a Andrés Manuel López Obrador. Luego tendrá que ser ratificado por los parlamentos de los tres países, lo cual no será del todo fácil por razones políticas en cada uno de ellos. En Estados Unidos el Congreso lo considerará en 2019, cuando quizá surjan unos mayores obstáculos para su aprobación, en vista de que existe una alta probabilidad de que los demócratas recuperen el control de la Cámara en las elecciones parlamentarias de noviembre de este año. En México también tendrá que ser ratificado por un nuevo Congreso, en el cual los adeptos izquierdistas de López Obrador tendrán un papel protagónico. En Canadá será considerado por el Congreso en un año de elecciones parlamentarias, de las cuales podría surgir un nuevo gobierno, porque su régimen político es parlamentario.

A pesar de que los cambios entre ambos tratados no fueron mayúsculos, se hicieron en lo fundamental en la dirección que Estados Unidos quería y bajo la presión que ejerció este país de una manera ruda para imponer sus puntos de vista. Como consecuencia de ello, es probable que como otros de sus aliados, estos dos países sientan que sus intereses se alinean cada vez menos con los de Estados Unidos, lo cual en el largo plazo podría minar la influencia internacional de ese país en otros asuntos diferentes del comercio.

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De esta manera, aunque las midificaciones introducidas en el EUMCA no son sustanciales ni tendrán un efecto importante sobre el empleo en Estados Unidos, el presidente Trump las podrá reivindicar ante sus electores como el cumplimiento de otra de sus promesas de campaña. De ello con seguridad obtendrá beneficios políticos. Sin embargo, para lograrlo obligará a los consumidores estadounidenses a pagar mayores precios en el sector automotor, a costa de su bienestar. Además, disminuyó la confianza de México y Canadá, lo cual quizá le reste su apoyo a los Estados Unidos en otros aspectos de las relaciones internacionales.