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| Foto: Getty Images

FELIPE GÓMEZ BRIDGE

No engavetarás

El Coronavirus y la guerra de precios del petróleo han generado la reacción inicial esperada en la mayoría de empresas del país, que han buscado alargar al máximo su disponibilidad de caja para poder seguir operando y han pedido al Gobierno ayudas que no han tardado en llegar. Un análisis de Felipe Gómez Bridge.

13 de abril de 2020

Esta reacción inicial es adecuada, pero seguramente dejará como consecuencia un mayor endeudamiento al Gobierno y a las empresas. 

¿Y cómo se va a cubrir ese mayor endeudamiento? Muchas empresas han enviado a sus acreedores señales de recortes de gastos y cancelación (o aplazamiento) de proyectos de inversión. Suena sensato. Sin embargo, si esta señal se hace efectiva la falta de inversión privada va a quitar crecimiento y competitividad a la economía, y ni el país ni las empresas van a tener cómo pagar sus deudas. Es un círculo vicioso difícil de romper. 

La situación es similar al famoso dilema del prisionero: si todas las empresas piensan individualmente en su supervivencia recortando gastos, la economía no se recupera y todas las empresas pierden.

La política keynesiana se ha vuelto la solución favorita de muchos, proponiendo que el Gobierno sea el que gaste e invierta para recuperar la economía mientras el sector privado se recupera. Esta solución puede funcionar, y en momentos extremos como el actual se vuelve necesaria, pero es una solución riesgosa que no maximiza el crecimiento futuro del país. 

La solución keynesiana por sí sola no es sostenible. Debe complementarse con inversión privada y -más adelante- con el regreso a la austeridad en las finanzas públicas, de tal forma que se mantenga el crecimiento y el empleo. Es mejor para las empresas tener un Estado austero que les baje su costo de capital e incremente el valor de sus negocios, a un Estado “gastón” que haga reformas tributarias cada dos años.

El dilema del prisionero podría resolverse entonces con coordinación entre los mismos empresarios, quienes en el largo plazo serían los más perjudicados si se engavetan los proyectos en esta coyuntura. Engavetar los proyectos de inversión puede que dé tranquilidad a los bancos y a los acreedores en el corto plazo, pero incrementa la probabilidad de que la economía no crezca. Esto sería solamente aplazar el problema. Por el contrario, si las empresas se ponen de acuerdo para invertir, la economía crece, se pagan las deudas y se entra en un circulo virtuoso que fortalecería al país. Esto se hace más urgente ahora, cuando el Gobierno tiene una deuda que supera el 50% del PIB.

Todo esto no quiere decir que la coyuntura no sea una buena oportunidad para revisar qué gastos no productivos pueden recortarse para ser más eficientes. Quiere decir que esta es una gran oportunidad para coordinarse y hacer inversiones productivas. 

¿Y de dónde sale la plata? Afortunadamente esta crisis llega en un momento donde las tasas de interés están en niveles históricamente bajos, incluso a pesar de la subida presentada en las últimas semanas. Los fondos de pensiones, las aseguradoras y en general todos los inversionistas, necesitan proyectos. Las cascadas de liquidez que prácticamente todos los bancos centrales en el mundo están irrigando a sus economías seguramente acentuarán aún más esta necesidad.

Es importante ser conscientes de que la deuda no es la única forma de crecer. Es posible hacer los proyectos sin poner más riesgo en el balance, mediante la búsqueda de socios que aporten capital. Los Fondos de Capital Privado o incluso el mercado de acciones son una muy buena opción para conseguir los recursos. Para el Gobierno es generalmente mejor entregar aportes para salvar las empresas vía capital que vía créditos o subsidios. El empresario debe entender que es mejor ser dueño de un porcentaje de un proyecto en marcha, que de la totalidad de un proyecto engavetado. 

Es mejor invertir y que se dé la recuperación, a que por falta de inversión la economía no crezca, se tengan que renegociar de nuevo las deudas, y un mayor déficit fiscal haga que las empresas pierdan más valor.

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Fuente: Bloomberg