Victor Hugo Malagón, columnista de Dinero.com. | Foto: Víctor Hugo Malagón

VÍCTOR HUGO MALAGÓN BASTO

Diálogos de futuro para el país

Hemos venido reflexionando con intensidad en esta tribuna sobre cómo la actual sociedad del conocimiento y el avance inevitable hacia lo que algunos llaman la Cuarta Revolución Industrial hacen que cobren importancia los enfoques y las teorías de desarrollo.

Víctor Hugo Malagón
15 de diciembre de 2020

Por esta razón, las teorías y los enfoques que insisten en la articulación universidad-empresa-Estado y sociedad resultan, no solo iluminadoras, sino un referente fundamental para la comprensión de la ruta que debemos seguir las sociedades del conocimiento para la búsqueda y el logro de estándares aceptables de desarrollo sostenible.   

Desde la primera década de este siglo han venido consolidándose una línea y un grupo significativo de investigadores a nivel mundial que intentan explicar características, evolución, postulados, implicaciones así como, sobre todo, resultados y aplicaciones de modelos conocidos como de “triple hélice” y que algunos hemos insistido en conocer hoy como “tetra hélice”.

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Desde finales del siglo XX, autores como Henry Etzkowitz y Loet Leydesdorff empezaron a enunciar este modelo bajo la analogía de una hélice con tres aspas que representan la integración de un sistema armónico de colaboración entre las universidades, las empresas y el Estado, para la promoción inteligente y pertinente de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Este incluía un nuevo ámbito más amplio y comprehensivo de innovación frente a las tradicionales políticas de fomento a la Investigación y el Desarrollo (I+D); de ahí la evolución del concepto a un nuevo y generalizado concepto de I+D+i (añadiendo la innovación).

Además, incluía el reconocimiento de la importancia decisiva de la sociedad civil como una hélice fundamental de dicha aspa. Hoy, algunos insistimos en hablar de esas cuatro hélices para del desarrollo.

Desde esta nueva perspectiva se comprenden, con mayor claridad, las potencialidades y virtudes de la relación entre la universidad, la empresa, el Estado y la sociedad como una configuración de fuerzas interinstitucionales que permiten mejores escenarios y ecosistemas de innovación en las sociedades de hoy.

Ello porque, no solo cada actor juega un rol y cumple un papel determinante en el rumbo de la innovación de una sociedad, sino porque los comportamientos, los lenguajes y los modos de relacionamiento en sí mismos resultan ser mensajes decisivos para el logro del desarrollo. 

De la misma forma, además de una comunidad científica alrededor del tema, existe también un importante acervo de experiencias en diferentes países del mundo, principalmente de América, Europa y Asia; incluso en la propia América Latina ha iniciado con fuerza, tanto la consolidación de escenarios de encuentro permanente entre estos actores, como el desarrollo de programas y procesos ambiciosos de promoción pública y privada de esta realidad, como Colombia Científica, los comités universidad-empresa-Estado, el propio Foro de Presidentes y entidades como Connect Bogotá–Región.

La capacidad de producción de nuevo conocimiento y de innovación (incluido el desarrollo tecnológico) se encuentra relacionada con las características del capital humano con el que cuente un país, así como con sus capacidades para el desarrollo efectivo de actividades de ciencia, tecnología e innovación a través de alianzas de tetra hélice.

Por lo tanto, si bien la formación del capital humano altamente calificado se convierte en un factor que determina la calidad y producción de nuevo conocimiento, se necesita contar con condiciones adecuadas para desarrollar procesos de generación de conocimiento, es decir, capacidades instaladas para el desarrollo de actividades de docencia, investigación, extensión e innovación.

Ello, no solamente con el lenguaje y las categorías culturales impuestas desde la academia, también en un escenario de colaboración natural y fluida con las demás instancias, así como incentivos suficientes para la atracción y retención de los mejores profesionales en ellas.

De esta manera, el paso previo fundamental para consolidar un sistema de educación superior y de investigación de calidad, que responda a las necesidades del país en términos educativos y productivos, que aporte efectivamente al proceso de transformación hacia un país más desarrollado, innovador y competitivo, es el aumento de la inversión en educación superior e investigación focalizada, hacia proyectos identificados como pertinentes y prioritarios para el desarrollo del país. 

Adicionalmente, a esta realidad prevista muchos años atrás, e independientemente de muchos discursos que ya anunciaban (en la retórica) la necesaria transformación y evolución de nuestros sistemas de educación superior, conocimiento, investigación, desarrollo e innovación como si fueran parte de un futurible muy muy lejano, ha llegado esta pandemia.

Esta situación de bioseguridad global que nos ha obligado a todos a reconvertir nuestros hábitos y costumbres, y que ha terminado por acelerar ese futurible, que todos pintaban tan lejano y nos obligó a reflexionar de fondo sobre el futuro de un sistema más incluyente y pertinente a las nuevas realidades del mundo.

Paréntesis especial merece una nueva evidencia de nuestras fallas culturales, al evidenciar que durante muchos años, sin razón aparente, nuestra sociedad minimizó y subvaloró el potencial, la capacidad y la calidad de la formación virtual y a distancia, por considerarla de un nivel distinto (ni qué decir si esa formación a distancia provenía de países hermanos). Sin embargo, esta “nueva normalidad” nos está demostrando la importancia y pertinencia de este tipo de formación, su pedagogía, su didáctica y su metodología.   

Por esta razón, todas las iniciativas que reflexionen y propongan soluciones de largo aliento para la transformación de nuestro sistema de conocimiento e innovación serán pertinentes, aunque será necesario encontrar en dicha iniciativas dos elementos fundamentales:

Promoción del liderazgo colectivo e incluyente

Esta nueva realidad exige esfuerzos colectivos no individuales (o individualistas). La historia reciente nos ha demostrado que debemos evolucionar de un estilo de liderazgo individual, todopoderoso, soberbio y hasta autoritario, a uno mucho más humano, colaborativo y colectivo. Esta realidad plantea grandes esfuerzos para derrumbar barreras culturales y deponer para siempre los egos personales e institucionales, confiados en el poder del esfuerzo conjunto y colectivo, para pasar definitivamente de “egosistemas” que destruyen valor a “ecosistemas” colaborativos que construyen valor.

Esfuerzo de largo plazo hacia la transformación cultural de los actores del sistema 

Estos esfuerzos no pueden buscar solamente soluciones técnicas coyunturales, deben procurar la construcción de una nueva cultura más práctica, más incluyente y más abierta, que entienda que debemos construir unidad en medio de la diversidad, sobre todo más humilde.

No creo errar si digo que la sociedad está agotada de esa incoherencia de quienes insisten, por un lado, en dar discursos grandilocuentes sobre construcción del bien común, cuando con sus actitudes, comportamientos y decisiones, lejos de construirlo, lo están destruyendo. Es necesario un cambio cultural profundo que garantice un diálogo auténtico y verdaderamente constructivo entre todos los estamentos de la sociedad.

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Por esta razón, no puedo menos que celebrar el desarrollo de los Diálogos de futuro, una iniciativa liderada por el Foro de Presidentes, Connect Bogotá y la Universidad Javeriana. En pocos meses, ha reunido un significativo grupo de rectores de las más importantes universidades del país; de distintos tamaños, tradiciones y regiones; dispuestos siempre a construir y aportar en colectivo, con empresarios, dirigentes gremiales, líderes de organizaciones multilaterales, dirigentes gubernamentales y lideres de la sociedad civil organizada.

Tenemos grandes esperanzas en este trabajo de diálogo colectivo, que como todo buen diálogo supone “construir juntos”, construir imaginario colectivo y comprometerse sin egos, ni soberbia, con un ejercicio de liderazgo colectivo.  

Después de años de esfuerzo para fortalecer las capacidades de los actores del sistema de ciencia y tecnología en materia de investigación y desarrollo, sobre todo en la transformación de la cultura, para darle cabida a la innovación como la única herramienta que permitirá un desarrollo sostenible de los diferentes actores, el país está preparado para que esquemas como este direccionen las nuevas iniciativas de financiación y estímulos al desarrollo de CT+i.

La valiosa literatura disponible nos permite, entonces, revisar el modelo de tetra hélice en diferentes niveles: tecnológico, sectorial, local, regional, continental, global, etc., lo que permite identificar cómo un modelo como este ha inspirado diversas y complejas políticas de innovación alrededor del mundo. 

Es este un ámbito muy fértil para la generación (investigación), transmisión (docencia) y, sobre todo, aplicación concreta (extensión) del conocimiento, una triple dimensión sustantiva original de la academia en la sociedad, pero que, a la luz del modelo de tetra hélice requiere de su proyección y multiplicación a la academia, la empresa, el Estado y la sociedad en general.