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El baile de los que sobran

La posibilidad de reducir el desempleo por debajo del 8% dependerá de una buena información sobre la calidad de la oferta laboral y de la formación de recursos humanos avanzados.

SAÚL PINEDA
1 de noviembre de 1994

El empleo industrial, en contravía con las proyecciones pesimistas que se hicieron desde el inicio del proceso de apertura, creció de manera relativa en sus niveles de ocupación explicando, al lado de la actividad constructora, el dinamismo del empleo urbano, por lo menos hasta comienzos del presente año.

De hecho, estudios recientes demuestran cómo las presiones de oferta laboral serán menores hacia el futuro, lo cual significa que con una tasa de crecimiento sostenido de la economía, la tasa de desocupación podrá mantenerse en niveles cercanos al desempleo estructural (8%).

No obstante, la reactivación que se observa en la informalidad e inestabilidad del empleo urbano, parecería señalar que no basta con que la economía crezca a tasas más o menos altas para generar empleo de calidad. Esta sería solamente una condición para resolver el problema del desempleo cíclico, es decir, aquel que está asociado a las tasas de crecimiento de la economía.

El notable crecimiento del empleo temporal en los años de la apertura, según lo menciona un estudio de Hugo López (1994), uno de los expertos en empleo urbano, es el resultado de que en las empresas, casi la tercera parte de los nuevos enganches se está haciendo bajo esta modalidad. Esta tendencia es fundamentalmente propia de las

microempresas que se caracterizan por empleo más precario e inestable.

Pero también ha sido notable el crecimiento de los empleados temporales contratados en las industrias grandes y medianas, que se recogen en la muestra mensual manufacturera. En el período 1990-1994 éstos crecieron a una tasa promedio del 4.3%, mientras los empleos a término indefinido presentaron una variación promedio del -0.1%.

De otro lado, si bien los análisis de más largo plazo coinciden en señalar una tendencia a la reducción del sector informal en las economías urbanas, lo cierto es que una revisión preliminar de las cifras sobre el empleo entre 1990 y 1992 hace manifiesto un notable repunte de la informalidad en las cuatro grandes ciudades del país en la fase inicial del proceso de apertura. En efecto, según la encuesta de hogares del DAME, la informalidad del empleo pasó, en promedio para las cuatro principales áreas metropolitanas, del 47.9% en 1990, al 52.9% en 1992. El nivel de informalidad en el empleo urbano sigue siendo alto y este es un aspecto que no puede ser desestimado en las políticas de empleo, puestas en marcha por el nuevo gobierno.

L a experiencia internacional ha demostrado que todo esquema de apertura de la economía va acompañado de una reestructuración de

la actividad productiva nacional, que se refleja especialmente en las ciudades. Este proceso implica el ingreso a un sistema de especialización mucho más complejo, que hará necesario replantear los procesos productivos tradicionales, incluso en aquellas economías urbanas que se han beneficiado recientemente por su mayor diversificación.

Es evidente que la internacionalización de la economía provoca también cambios en la distribución del empleo entre las diferentes ramas de la industria y de los servicios y, desde luego, en las calidades requeridas para acceder al mercado laboral.

En consecuencia, la posibilidad de reducir el desempleo a tasas inferiores al ti1/o, dependerá, en el futuro de una buena información sobre la calidad de la oferta laboral y, muy especialmente, de la formación de recursos humanos avanzados, ya que las nuevas demandas laborales serán intensivas en personal de alta calificación.

De esta manera, como lo señala la Encuesta Especial sobre Empleo, realizada por Fedesarrollo, parece abrirse camino la hipótesis de que en Colombia, en este momento, "el desempleo urbano tiene una característica estructural, y este fenómeno tiende a ampliarse a medida que se consolida la apertura de la economía".

Las cifras reveladas por la encuesta son realmente elocuentes al respecto: el 57.50/, de las grandes empresas y el 54% de las grandes exportadoras encuestador, señalaron que tienen dificultades para con

seguir técnicos especializados por problemas de inadecuada capacitación. En igual sentido se pronunciaron el 42.6% de las medianas empresas y el 44% de las pequeñas exportadoras.

De otro lado, el análisis sectorial revela algunos casos críticos. Así, por ejemplo, la dificultad de obtener técnicos con capacitación adecuada es particularmente visible, con respuestas superiores en el 50% de los encuestador, en los sectores automotor, cuero y sus manufacturas, equipo y material eléctrico y alimentos procesados.

Más crítico aún resulta, en algunos sectores, la consecución de operarios calificados. Así lo señala el 100% de los empresarios del sector automotor, el 100% (le los cementeros, el 75% de los empresarios de la agrupación de vidrio y cerámica, y el 71.4% de los textileros. Lo más preocupante, según la encuesta, es que en medio de estas deficiencias manifiestas en relación con la calificación de la mano de obra, sólo el 16% de los empresarios encuestador utiliza el Sena como primera fuente para la capacitación.

La reestructuración del Sena quedó aplazada en el anterior gobierno,

mientras los gremios continúan viendo con apatía los aportes para su funcionamiento. Entre tanto, los estímulos contemplados en la nueva ley de ciencia y tecnología, para que los empresarios creen sus propios centros privados de capacitación apenas si han tenido respuestas aisladas en algunos sectores, que empiezan a percibir el cambio técnico y la formación de sus recursos humanos como variables estratégicas.

Tal vez por eso resulta de la mayor importancia la propuesta formulada por la Cámara de Comercio de Bogotá, en la pasada Cumbre Internacional de Competitividad celebrada en la ciudad (le Cali, en torno a un modelo de capacitación para la apertura. Tal proyecto, exige la activa participación del sector privado y de organismos gubernamentales como los ministerios de Trabajo, Desarrollo y Comercio Exterior, con metas realistas para los próximos cuatro años.

Especialización y nueva dinámica del empleo -sobre la base de innovación tecnológica y formación de recursos humanos avanzados-son las dos dimensiones que deberán adquirir las actividades económicas urbanas en los próximos años, si es que se aspira desde nuestras ciudades a construir ventajas competitivas sostenibles en el largo plazo.

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