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Optimismo y prudencia

El buen momento de la economía mundial tiene importantes riesgos todavía. La banca entre ellos.

Gustavo Rivero, Gustavo Rivero
28 de abril de 2017

Por el lado positivo, el FMI revisa al alza la previsión de crecimiento mundial para el año en curso por primera vez en los últimos seis ejercicios (+0,1 p.p. hasta el 3,5%), rompiendo la inercia de esta década de empeoramiento de los cuadros macroeconómicos según avanza el año. La revisión al alza se concentra en las economías desarrolladas (+2% en 2017 y 2018), gracias al mayor optimismo de los agentes, a las señales positivas del sector manufacturero, a la mejora del sector exterior (Japón es el país más beneficiado), pero también por el reconocimiento del error cometido en la valoración del efecto del brexit sobre la actividad británica a corto plazo, lo que ha obligado a elevar en medio punto la estimación de crecimiento del PIB para el Reino Unido en 2017 (del 1,5% al 2%).

Destaca la revisión al alza de la previsión de  inflación tanto en los desarrollados (2% en 2017 y 1,9% en 2018) como en los emergentes (4,7% en 2017 y 4,4% en 2018), lo que aleja uno de los principales riesgos de años anteriores (deflación) y debería implicar un movimiento coordinado de normalización de la política monetaria en el medio plazo. La parte más positiva se centra en el repunte del comercio internacional de un 4% en 2017, es decir, por encima del crecimiento real del PIB, aunque lejos del patrón de crecimiento anterior a la crisis, cuando el comercio crecía el doble que la actividad.

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En definitiva, el FMI refleja que la economía mundial se encuentra en su mejor momento de, al menos, los últimos tres años (seis años si tenemos en cuenta las expectativas de los agentes). Reconociendo esta mejora del escenario económico, el FMI también reseña que los riesgos a la baja son importantes. El organismo alerta de las consecuencias negativas de: 1) políticas comerciales más proteccionistas; 2) un aumento mayor del esperado en el tipo de referencia en EE.UU. (endureciendo las condiciones financieras en los emergentes); y 3) un retroceso en los cambios regulatorios del sector financiero de los últimos años (aumentaría la probabilidad de otra crisis financiera global).

El problema de las cautelas que expresa el FMI sobre la recuperación es que buena parte de ellas no están ligadas a fenómenos económicos y, por tanto, son difíciles de cuantificar y valorar. En este sentido, ha sido muy clara la crítica a los efectos potencialmente negativos de la combinación de política económica pregonada por la nueva administración americana, especialmente en el lado de las políticas comerciales. Lagarde fue clara cuando afirmó que no es lo mismo pedir un terreno de juego equilibrado que apostar por el proteccionismo.

Aunque un punto de debilidad no tan explícito que destaca el FMI en su último informe es el mayor nivel de vulnerabilidad financiera de las empresas americanas desde 2008, lo que las hace especialmente frágiles en el caso de que la Fed tenga que intensificar las subidas de tipos o, simplemente, por los efectos en el coste de financiación que puede tener la elevación de la deuda pública americana en casi 11 puntos de PIB en el medio plazo, a raíz de la política fiscal anunciada por Trump.

En el lado negativo de la balanza, el FMI también destaca que las tasas de crecimiento potenciales siguen siendo inferiores a las registradas en las últimas décadas y que en las economías ricas una parte sustancial de los frutos del crecimiento no llegan a los segmentos más humildes.

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Finalmente, el FMI refleja que la estabilidad financiera global ha mejorado gracias a la reducción de los riesgos macroeconómicos de corto plazo, al mantenimiento de condiciones monetarias y financieras altamente "acomodaticias" y a la reducción de los riesgos de mercado y liquidez, lo que se refleja en un aumento de la confianza del inversor.

Como en los últimos semestres, el FMI presta una especial atención a la situación del sector financiero en Europa y valora de forma positiva los progresos de los últimos años.

Sin embargo, la rentabilidad continúa siendo un problema, no en vano, de una muestra de 172 bancos europeos, sólo el 15% tiene un ROE superior al 10%. En este sentido, los desafíos siguen siendo importantes, haciendo poco probable que la recuperación cíclica sea suficiente para restaurar la rentabilidad de los bancos persistentemente débiles. Hay factores estructurales de los propios sistemas (ineficiencias operativas, debilidad de los modelos de negocio, ineficiencias en la selección del crédito, exceso de capacidad, etc.) que están aumentando los retos para la rentabilidad, más allá de un escenario de tipos de interés nada favorable.

Las recetas siguen siendo alcanzar niveles de provisiones adecuados, mejorar la eficiencia, reducir capacidad, fomentar fuentes alternativas de ingresos y aumentar capital de alta calidad.

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