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¿La globalización duró 27 años?

El 9 de noviembre 1989 cayó el muro de Berlín, el 9 de noviembre de 2016 fue elegido Donald Trump. ¿Son estas las señales del principio y del fin de la globalización?

Maria Alejandra Gonzalez-Perez
20 de noviembre de 2016

Uno de los aspectos más sobresalientes de la campaña presidencial de Donald Trump, fue exponer lo que Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, llamó en su momento “la globalización y sus descontentos”. A lo largo de su campaña se encargó de enfatizar que la apertura comercial internacional y de acceso a inmigrantes ha sido causante de perdida de empleos para los estadounidenses en la industria manufacturera. Esto, pese a que durante varios años la industria manufacturera no ha sido la base de la prosperidad económica de los Estados Unidos.

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Si quisiéramos identificar los hitos que marcaron el comienzo de la más reciente ola de globalización (que inició en los noventa), podríamos decir que hubo cuatro aspectos determinantes sin los cuales no hubiera sido posible el periodo de rápida intensificación de relaciones comerciales internacionales, las redes de producción y el consumo internacional, la interconexión de los mercados de capitales, las innovaciones tecnológicas, los intercambios entre culturas, y el posicionamiento de valores “globales”.

El primero de estos hitos es la caída del muro de Berlín. Esta simboliza el fin de la Guerra Fría representando el colapso del comunismo y el triunfo del capitalismo y la democracia liberal (lo que en su momento llamó Francis Fukuyama, “el Fin de la Historia”).  Con esto, se determinan muchos aspectos al “unificarse” las posiciones políticas y económicas.

El segundo hito, la democratización del internet. Pudiéramos decir que comienza en marzo de 1990 cuando el primer vínculo de alta velocidad de la red de la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (NSFNet) fue instalado entre la Universidad Cornell y el centro de investigaciones CERN, lo que propició que unos meses más tarde Tim Berners-Lee comenzará a escribir el WorldWideWeb, y que en diciembre de 1990 existieran las herramientas para el primer buscador. Sin internet, no hubiéramos podido tener una internacionalización en tiempo real de muchos de los sectores de servicios (incluida integración financiera global) y la velocidad de los avances tecnológicos en el mundo.

El tercero es la adopción de las políticas de libre comercio y apertura económica a comienzos de la década de los noventa donde los gobiernos (incluyendo Colombia) reducen o eliminan las restricciones (aranceles, subsidios, etc.) para las importaciones y las exportaciones.

El cuarto, pudiéramos decir que fue la “containerization” del comercio, que aumenta considerablemente en la década de los novena. El primer prototipo de container fue presentado por Malcom McLean en 1956, y se adoptó en el comercio internacional en 1966.  Sin esto, no hubiéramos podido alcanzar los volúmenes de comercio en distancia, ni lograr el transporte de muchos de los productos que se intercambian hoy, ni lograr los costos de transporte y la eficiencia que tenemos hoy en las cadenas de suministros, y las operaciones empresariales, ni quizás China hubiera logrado su “milagro económico”.

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Los profesores Ajai Gaur (Rutger Business School) y Ram Mudambi (Temple University), ambos expertos en negocios globales, escribieron un artículo sobre falacias en el comercio y la globalización, en donde explican cómo las posturas en contra de la globalización y los negocios internacionales que han asumido varios políticos no están fundamentadas.

Gaur y Mudambi identificaron cuatro aspectos en los argumentos políticos en contra de la globalización que deberían ser tenidos en cuenta para enfocar las prioridades y robustecer un crecimiento económico sostenible:

  • Falacia 1: Los trabajos en la industria manufactura son la base de la prosperidad de los Estados Unidos. Tanto la campaña de Trump (devolver los millones de empleos a los americanos) como de Hillary Clinton (“make it in America”) enfatizaron en una revitalización de la manufactura. Ambas campañas omitieron tener en cuenta que la mayoría de los países avanzados son países primariamente centrados en la economía de servicios con un enfoque especial en actividades de mayor valor agregado, lo cual les ha dado una ventaja competitiva.
  • Falacia 2: Las importaciones nos hacen más pobres, y un país debe exportar más de lo que importa para ser próspero. Al afirmar esto no tomaron en cuenta que mientras una economía sea un destino atractivo para los capitales extranjeros puede significar más y mejores pagados trabajos. Importar muchas veces se asocia a un éxito en las exportaciones, y limitar importaciones no ayuda la promoción del crecimiento doméstico.
  • Falacia 3: El éxito de las empresas extranjeras siempre ayudan a otros países, y el éxito de las empresas estadounidenses siempre ayudarán a la economía de los Estados Unidos. La realidad detrás de esto es que solamente unas pocas grandes empresas tienen sus actividades de mayor valor en el país de nacionalidad de la casa matriz. La selección de la ubicación de las actividades de alto valor, se da basada en la disponibilidad de recursos locales. Es decir, si Estados Unidos mantiene sus capacidades de innovación y la economía basada en conocimiento, logrará seguir atrayendo a empresas extranjeras y, por ende, a crear empleos de alto valor.
  • Falacia 4: Para exportar, las empresas deben vender sus productos a compradores en mercados extranjeros. Eso no es cierto bajo los esquemas de la economía moderna donde priman las cadenas globales de valor y donde diferentes organizaciones agregan valor en diferentes parte de la cadena.

Definitivamente, no es necesariamente el final de la última ola de la globalización (ni en Estados Unidos, ni en Reino Unido, ni en Colombia), pero sí es momento de la revitalización de las resistencias a muchos de los aspectos que la globalización trajo consigo.

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