Opinión

La cuarta revolución industrial: La economía compartida

¿Por qué comprar un producto o servicio cuando lo puedes alquilar más barato?, ¿es esta una revolución que no solo abre ventanas de oportunidades para proveedores y consumidores, sino riesgos para la sociedad, los gobiernos y el planeta?

Maria Alejandra Gonzalez-Perez
29 de mayo de 2016

La “cuarta revolución industrial”, o revolución 4.0, son los nuevos tipos de negocios generados en el concepto de recursos compartidos. La economía compartida implica un modelo de negocios que difiere del modelo original en cuanto se desarrolla en compartir recursos entre individuos mediante servicios “persona-a-persona”, al permitir acceder a recursos cuando se necesiten.

Aunque los modelos cooperativos y asociativos, y el compartir bienes con base en quienes los necesitan es algo común entre las familias y grupos sociales cercanos, ha sido una práctica convencional en la sociedad, ahora se ha convertido en un modelo de negocio bastante rentable. Las tecnologías de información y comunicación móviles y los desarrollos tecnológicos -como inteligencia artificial, geo-referenciación y el mapeo satelital-, han venido propiciando el impulso de alternativas de “matchmaking” entre la oferta y la demanda para facilitar de manera eficiente y conveniente que las personas “extrañas” compartan acomodación (Airbnb), carros (Uber, GrabCar), música (spotify, Apple music), películas y televisión (Netflix, Hulu), y una ilimitada cantidad de oportunidades (incluyendo servicios laborales basados en demanda).

Para que este modelo funcione, el establecimiento y mantenimiento de confianza juega un papel fundamental en este tipo de transacciones “entre extraños”. Por esta razón, las conexiones a través de redes sociales y los sistemas de recomendación de usuarios, son cruciales para su crecimiento.

Esta nueva economía compartida para algunos redefine nociones de propiedad, se asocia con una transición a estilos de vida de consumo responsable, de alternativa al consumismo, y al materialismo, de uso eficiente de recursos, y de estar simplemente “ligero de equipaje”.

De acuerdo al profesor Marco Böckmann de la Universidad de Twente en Holanda, que ha venido estudiando la percepción y creación de valor de la economía compartida, muchas de estas empresas de servicios compartidos empezaron a emerger después de las crisis internacionales financieras entre el 2008 y el 2010.  

El valor para el consumidor, puede ser entendido como la diferencia entre el beneficio percibido por el consumidor (la ganancia de la compra), versus los costos incurridos. Este valor puede ciertamente ser financiero, social o asociado a la sostenibilidad del planeta; pero ultimadamente es el individuo quien define lo que percibe como un beneficio.  

Para el profesor Böckmann, hay diferentes aspectos gana-gana en el mercado que están impulsando la economía compartida,  su reconocimiento global e integración en el día a día de los individuos en el planeta: los sociales (el aumento de la densidad poblacional, las tendencias sostenibles, la necesidad de comunicación y el altruismo generacional); los económicos (ahorros mediante la monetización del exceso de inventario, aumentar la flexibilidad financiero, evitar la sobre-posesión de bienes); los tecnológicos (redes sociales, dispositivos móviles y plataformas, sistemas de facturación y pagos); y los medio ambientales.

Ejemplos exitosos dentro de la economía compartida están en Uber y Airbnb. Uber, con un servicio disponible en más de 400 ciudades en 60 países del mundo, fue fundada en el año 2009 por Travis Kalanick y Garrett Camp en San Francisco, California, con un capital semilla de US$200.000 comenzó su expansión internacional en el 2012, y para el año 2014, logró ser la empresa número 48 más poderosa de Estados Unidos, y con un valor actual que se estima sobrepasa los US$62,5 billones. Por otro lado, Airbnb, nacida también en San Francisco en el año 2008 por Brian Chesky y Joe Gebbia, está actualmente presente en 34.000 ciudades y en 190 países.

Según Klaus Schwab, autor del libro “The Fourth Industrial Revolution” a diferencia de las anteriores revoluciones industriales (la máquina de vapor, la electricidad, la producción en masa, y la computación), esta nueva revolución se diferencia principalmente en: (i) la velocidad de implementación, la cual es exponencial en lugar de lineal; (ii) el alcance, ya que esta revolución no solo está cambiando qué y cómo hacemos las cosas, sino, quienes somos;  y (iii) el impacto, pues implica la transformación de sistemas entre países, empresas, industrias y la sociedad en general.  

Pese a las virtudes descritas, este modelo de negocio de economía compartida, trae consigo muchísimos retos tecnológicos, legales y de humanidad aún por ser abordados. Schwab en su libro, preocupadamente postula, que esta revolución traerá un cambio de poderes y le alarma que incluso pudiera aumentar las desigualdades entre los países y dentro de estos de no ser manejado adecuadamente. Respecto a aspectos laborales, la economía compartida o revolución 4.0, supone una transformación en la producción y provisión de bienes y servicios que depende de inteligencia artificial, pudiendo, de no ser reguladas, causar disrupciones en los mercados laborales, las empresas y en el devenir de las sociedades.

En el foro económico mundial en Davos en enero 2016, se presentaron cifras estimadas en las que se visualiza que solamente en los Estados Unidos, el 47% de los empleos actuales está en riesgo de ser automatizado. Esta cuarta revolución industrial, que combina los mundos físicos, digitales y biológicos, se anticipa, impacta todas las industrias, economías y disciplinas, retará sin duda alguna nuestras ideas de lo que significa ser humanos.