Columnistas online

El matoneo corporativo

Cierto tipo de industrias casi que conducen al matoneo, permitiéndole a los matones camuflarse a la perfección dentro de culturas tolerantes que incluso estimulan su crecimiento y su ascenso.

Pablo Londoño
12 de mayo de 2016

Cuando estábamos en el colegio las diferencias las arreglábamos “detrás de la capilla”. Era el punto de reunión por excelencia para “resolver”, desafortunadamente a puño limpio, desacuerdos mayores y menores, dentro de una cultura en donde mostrar flaquezas era prácticamente la muerte social si uno no quería ser el sujeto activo del matoneo, ya no de una persona, sino de todo el colegio.

Por supuesto que existía el bullying, siempre ha existido, pero el concepto como tal no estaba en el diccionario colectivo. No lo estaba por supuesto en el del colegio en donde los machos alfa (los matones) gozaban, para ser franco, de cierto “halo”que los protegía; no existía en el familiar en donde oíamos frecuente el “aprenda a defenderse”; y por supuesto no existía en el laboral en donde la literatura sobre matoneo era entonces prácticamente inexistente.

Este ha sido por años ya el tema de estudio de David Maxfield, investigador y autor de Crucial Conversations and Influencer. Maxfield y su equipo han comprobado en encuestas recientes a más de 2.283 empleados, que cerca del 96% experimentan o han experimentado el famoso bullying corporativo, 89% de ellas habiendo sido objeto de matoneo por más de un año y 54% por más de cinco años.

Maxfiled identificó tres tipos de matoneo diferentes: el saboteo del trabajo o la reputación de otros; la amenaza o intimidación; y la violencia física. Lo increíble de su estudio, fue determinar que cierto tipo de industrias casi que conducen al matoneo, permitiéndole a los matones camuflarse a la perfección dentro de culturas tolerantes que incluso estimulan su crecimiento y su ascenso.

Al contrario de lo que dictaría la lógica, este  psicópata corporativo es el que permanece en la organización y el abusado el que termina optando por renunciar. Las industrias tecnológica, de la salud y la financiera en general no salieron bien libradas en el estudio, pero la realidad es que, desafortunadamente, este es un mal arraigado en los más diversos rincones del mundo empresarial y podríamos afirmar sin equivocarnos que no existe industria alguna que se libre del mal.

Desafortunadamente esta problemática, de la mano de la tecnología, se ha venido refinando y hoy, al diccionario de matoneo, hay que agregar el tan de moda cyberbullying (les recomiendo la charla de Ted de Monica Lewinsky) que se ha convertido de la mano de las redes sociales, en pesadilla permanente de los colegios, permeando igualmente el mundo laboral.

Si bien el 51% de los encuestados aseguró que en su empresa existían políticas escritas frente al matoneo, solo el 7% sabía de alguna persona que hubiera utilizado dicha política para defenderse. La legislación laboral ha avanzado sin duda frente al tema, el problema es que, el miedo a perder el trabajo, sigue escudando a los monstruos corporativos que utilizan la autoridad y la inseguridad personal para abrogarse el derecho de maltratar.

El silencio, desafortunadamente, es el mayor validador del maltrato que se vuelve cómplice de la siguiente victima. La única forma de atajar este mal es poniéndolo en evidencia y esto exige valentía. Generalmente la procesión va por dentro y el ofendido asume con su mutismo, la peor de todas las actitudes frente al maltrato. La venganza en general no se da frente al acosador sino que se devuelve frente a toda la corporación que es, a los ojos del ofendido, cómplice del daño.