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Hambre por inflación

Desde Japón se sorprende a los mercados con tasas de interés negativas, desde Colombia nos sorprendemos con el precio de los alimentos; estas son las dos caras de la moneda de un mundo con hambre por inflación, un cruel juego de palabras donde al final los perjudicados somos todos.

Invitado
17 de febrero de 2016

En enero del presente año el Banco Central de Japón (BOJ) decidió bajar su tasa de referencia a -0,1%, medida que obliga a los bancos comerciales a poner el dinero a circular en la economía real, no solo con el fin de generar mayor crecimiento sino para elevar la inflación a la meta del 2%. Inicialmente podríamos pensar que un bajo nivel de inflación es precisamente lo que persigue un banco central, sin embargo, niveles muy bajos o negativos (deflación), presentan entre otros, un gran inconveniente:  que las personas demoran sus decisiones de consumo, las empresas no venden, se realizan despidos y se genera una espiral difícil de contener.

El anuncio del BOJ despertó los peores temores de la Banca Central a nivel global, no se demoró mucho el Banco Central Europeo (BCE) en anunciar nuevas medidas dentro de las cuales no se descarta la implementación de tasas negativas y ahora la Reserva Federal de los Estados Unidos encuentra difícil justificar el incremento a su tasa de intervención realizado en diciembre, sobre todo cuando las acciones del BOJ, BCE y otros buscan devaluar sus monedas contra el dólar, tal vez la manera más cruda para arrebatar la poca inflación que pueda ofrecer la pálida recuperación de la economía estadounidense.

Muchos hablan del colapso de la economía mundial, yo prefiero pensar que como muchas cosas en la vida este es un problema que va a requerir de un tiempo apropiado, que en este caso no hay atajos rápidos y como consecuencia las tasas negativas llegaron para quedarse.

Desde Colombia el panorama es diametralmente distinto, finalizamos 2015 con una inflación del 6,77% y es probable que en los próximos meses llegue al 8%, ¿Qué pasó, y como afecta nuestros bolsillos?

Con corte a enero de 2016 la inflación total fue de 7,45%, sin embargo, el IPC de ingresos bajos llegó al 8,01%, mejor dicho en Colombia es más caro ser pobre que rico. Lo preocupante de esta cifra es el desempeño en el precio de los alimentos que en la medida de 12 meses marcan un incremento de 12,26%, noticia nefasta para aquellos que destinan la mayor parte de su salario a atender sus necesidades básicas.

Es acá donde encontramos el impacto negativo de la devaluación, sobre el bolsillo de los colombianos. Entre enero y noviembre de 2015 se importaron $5.577 millones de dólares en productos agropecuarios y alimenticios de los cuales el 31% correspondió a cereales. Acorde a declaraciones del Ministro de Agricultura, en Colombia se importa el 100% del trigo, el 100% del maíz utilizado para concentrados, el 40% del arroz, el 50% del frijol y el 60% de las lentejas.

Esto es sumamente grave para un país donde la pobreza en el campo se estima en el 40% y donde la línea de pobreza para un hogar de 4 personas se marca en $868.172 pesos.

Al igual que con los complejos problemas de la política monetaria global, los problemas del agro y la seguridad alimentaria en Colombia requieren de tiempo y cambios estructurales; no hay atajos para solucionar una situación prácticamente innata de la economía Colombiana. Por ahora la inversión en infraestructura vial es un gran avance para reactivar el aparato productivo del país, para no depender de las importaciones y no sufrir hambre por inflación.

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