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Circo e impuestos

La comedia del trámite de la reforma tributaria integral.

Camilo Ramírez
28 de noviembre de 2016

El año corre y el proyecto de reforma tributaria sigue su curso lento y cuestionado en el Congreso, agregando a la emoción de los buñuelos y la natilla el aguinaldo del sí y el no entre el Gobierno y sus fichas en la unidad nacional.

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Es un espectáculo con tintes de carnaval en el que el dueño del circo ordenó a los malabaristas pasar un oso montado en un monociclo por la cuerda floja, para ganarse el aplauso de los espectadores en platea, faltando solo cinco minutos para que termine la función.

Solo que este año el oso es de tamaño monumental, el monociclo de muy buena estructura pero sin sillín, y la cuerda no es de metal sino de paja, muy susceptible a las rupturas. Así que los espectadores en platea están temerosos de que les caiga el oso encima y por eso sus manos no están dispuestas a aplaudir sino a protegerse de la caída. Mas aún faltando solo cinco minutos para que se acabe la función.

Todo sin mencionar a los payasos que no fueron invitados a platea pero que con sus gritos contra el dueño del circo y los malabaristas, pretenden que les cambien el oso por un mico. Al final, nadie está feliz con que el dueño del circo haya pasado tan tarde al oso, ni con que los malabaristas se hubieran tomado su tiempo para vestirlo y subirlo al sillín, y menos con que un oso tan pesado fuera el cierre de la función.

Pero definitivamente los que debemos estar más molestos somos los dueños del oso, que no tuvimos boleta porque los de platea se adelantaron, el dueño del circo y los malabaristas ni nos preguntaron y saben que al final no importa porque ni siquiera estamos en el circo.

Es la democracia circense con muchos payasos, malabaristas y dueños de circo que hacen lo que quieren con el oso, o con sus micos y en la que los que terminamos pagando no participamos en la función.

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Sin ponerle nombre a los diferentes papeles del show o al show mismo, resulta lamentable la decisión del Gobierno de jugarse la confianza inversionista y estabilidad presupuestal en los dos últimos meses del año.

Dicha decisión, repito, resulta o bien negligente, en la medida que el trámite de un proyecto tan importante no puede hacerse a pupitrazo limpio y sin el debido debate nacional, o descarada, en la medida que el Gobierno haya asumido que el Congreso obraría solo como un espectador de la iniciativa oficial y sin cumplir su función de control.

Parece que se hubiera usado intencionalmente la conocida maniobra política de presentar un tema sensible al responsable de manera tardía, cuando no hay tiempo de reaccionar, y luego acusarlo de los efectos de no aprobar lo sugerido.

En cualquier caso, queda mal parado el Gobierno y su ministro de Hacienda y es fácil acusarlos de querer obrar con su tradicional arrogancia al haber desconocido la necesidad de vincular al país real anteriormente en el debate. 

En este punto lo que no sería responsable es que el Congreso no escuchara ni atendiera las observaciones y comentarios, válidos o no, de los gremios, asociaciones, grupos de interés, hasta las más extremas y que lindan con la extorción como las voces de algún dueño de franquicias que amenaza con cerrar 200 de sus locales de aprobarse la reforma. Todos tienen derecho a ser escuchados pues así es la democracia.

Los ciudadanos corrientes, asalariados, pequeños y medianos empresarios, sin embargo, deberíamos preocuparnos pues a nosotros nadie nos defiende, no somos la base electoral del Congreso ni les pagamos las campañas electorales, lo que asegura que el incremento en la base del impuesto de renta a los de menores ingresos, la reducción  de beneficios fiscales a los asalariados, y el incremento del IVA pasarán.

En todo caso, no pierda el tiempo en apuestas, el oso pasará, porque al final de la cuerda hay un tonel de miel para repartir entre los del show, del cual no espere recibir ni una sola gota. Así que relájese y disfrute el espectáculo. Y prepare el bolsillo.

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