Rector de la Universidad de La Sabana, Obdulio Velásquez. | Foto: Semana

Especial seguros

Estar asegurado paga

La inundación de la Universidad de La Sabana, ocurrida en abril de 2011, se convirtió en un ejemplo de cómo salir bien librado de un siniestro. Este es un especial de Dinero.com sobre la importancia de estar asegurado.

9 de septiembre de 2013

Desolación es la palabra que describe el recuerdo que quedó grabado en la mente de la comunidad académica de la Universidad de La Sabana, tras sufrir la inundación de casi el 100% del campus.

Era un lunes de Pascua, 25 de abril de 2011, cuando el invierno ya acechaba en todo el país causando una tragedia que tuvieron que sufrir, especialmente, los habitantes de las zonas más apartadas y vulnerables de Colombia.

Antes de tocar las puertas de la Universidad de La Sabana, ubicada en el kilómetro 7, en la vía Autopista Norte de Bogotá – Chía, el agua ya había inundado la carretera que conduce hacia el campus, complicando el tráfico y ocasionando un cierre vial permanente.

“Entramos a clases, hacia las 7 a.m., muy poca gente puedo entrar al campus, porque estaba muy complicado el tráfico. Entonces a las 8 a.m. cuando terminé clases, cité al comité de emergencias. En ese momento, yo ya tenía un comunicado redactado con puño y letra sobre el cierre de la universidad, por efectos de la dificultad del tráfico, no por amenaza de la inundación; de hecho en ese comité de emergencia, se discutió la situación, el riesgo, la inundación de los vecinos y lo prudente era cerrar dos días la universidad”, cuenta el rector de La Sabana, Obdulio Velásquez Posada.

Entre tanto, las autoridades de Cundinamarca ya trabajaban en el río y evaluaban los riesgos de tener una mayor inundación de la que ya había. Un medio de comunicación estaba entrevistando al rector de la Universidad, quien explicaba el motivo del cierre del campus, cuando le informan que el dique acababa de reventar y no había manera de contenerlo, se trataba de una inundación irreversible.

“El agua se demoró cinco horas para llegar al campus, y se fue llenando y llenando hasta la portería, y eso fue subiendo hasta llegar a un nivel hasta 1 metro 70. A las 12 del día que llegaron las autoridades a atender al siniestro, ya era en lancha. Y a la una de la tarde ya se empezó el proceso de manejo de la emergencia”, asegura Velásquez.

A las dos de la tarde de ese mismo día, se reunió el Consejo Superior de la Universidad en una sede alterna ubicada en Bogotá para analizar la situación. “Teníamos dos opciones: se cancela el semestre o luchar por salvar el semestre. En un consejo académico ampliado hasta las 4 p.m. decidimos luchar por el semestre, faltaban cinco semanas de clases. Entonces empezamos a buscar sedes, la Universidad Católica facilitó instalaciones para dos mil estudiantes; la comunidad agustiniana nos facilitó la sede de su universidad, más otros colegios y ubicamos a la gente”, recuerda.

La comunidad académica era consciente del riesgo inundación que suponía estar cerca al río Bogotá, por lo tanto tenía una defensa con los diques de tierra que se habían construido históricamente, antes de que la universidad existiera. “Con base en eso había una confianza una tranquilidad de que podríamos soportar las inundaciones y de hecho todas las inundaciones habían ocurrido con los últimos fenómenos de la niña en la región y en la zona, el campus no había sufrido entonces pues uno pensaba que iba aguantar”, afirma el rector.

Pese a la complejidad de la situación, la Universidad logró en 48 horas reiniciar tareas académicas en un 50% y 8 días después el 100% de los estudiantes ya estaban en clases en sedes alternas.

La importancia de estar asegurado

Fueron 22.000 elementos que se identificaron como afectados, entre ellos 56.914 volúmenes de revistas, 37.017 metros cuadrados de pinturam 7.301 sillas, 536 puertas, 126 tableros, 348 teléfonos, entre otros. Según la Universidad, el listado de elementos desagregados suma 222.120 unidades.

Todas estas pérdidas sumaron $35.525 millones, de los cuales las compañías con las que estaba asegurada la universidad, Colseguros, Chartis y Colpatria, a través de la corredora Delima, alcanzaron a cubrir 26.012 millones.

“El corredor se puso en contacto con nosotros el primer día de la inundación, nosotros hicimos lo que corresponde que es el protocolo de informar oficialmente a las compañías de seguros para la reclamación y empezó el proceso de gestión del seguro”, señala Obdulio Velásquez.

Aunque en la mayoría de casos de tragedias, los reclamantes fracasan en los procesos de reclamación porque no tienen manera de probar la existencia de lo perdido, en la Universidad de La Sabana se logró porque tenía al día los inventarios y eso permitió hacer un proceso, muy exigente, pero exitoso.
El proceso de recuperación del campus fue aprovechado por las directivas como una oportunidad para repensar la Universidad. Se optimizaron y modernizaron lo espacios físicos, se modernizaron los equipos y procesos, entre otras mejoras.

“Sufrir un siniestro de estos con un buen seguro es bueno, porque las cosas cuando son de latas, eso se puede arreglar. Lo grave es cuando está de por medio la vida humana”, afirma el rector.

La reparación

Con asesoría holandesa y francesa, la Universidad inició un proceso de reparación definitiva del problema. “Los holandeses nos dijeron: ustedes tiene un problema de complejidad de ingeniería mediana, pero de una alta complejidad logística por que tiene hasta noviembre para hacer las obras, o si no tiene riesgo de volverse a inundar”, cuenta Velásquez.

De esa manera, se contrató a los expertos holandeses y francesas que se encargaron de solucionar el rompimiento del dique. “Hoy tenemos una solución que es robusta y que da garantía de que esto no vuelva a suceder”, asegura el rector y agrega que los expertos le explicaron que: “En Holanda no hacemos soluciones si no es pensando en dos mil y tres mil años, uno no puede construir para que en 100 años ya no sea viable, por eso la solución que nos propusieron costó entre $11 mil y $12 mil millones”.

De la experiencia se aprende

Lo que pareció una tragedia para la comunidad académica de la Universidad de La Sabana, se convirtió en una oportunidad para repensar el campus, los protocolos de emergencia, entre otros factores que se deben tener en cuenta en cualquier situación de la vida.

“A partir de ese momento hicimos una matriz de riesgos más exigente, y eso nos llevó a identificar cuáles son los riesgos críticos y probabilidad de pérdida de la universidad. Todo es para bien, entonces eso nos motivó para salir bien de esa situación”, sostiene.

La Universidad, a partir de la inundación del 25 de abril de 2011, ideó dos estrategias principalmente:
- Recuperar y repensar el campus. Hoy en día ya están terminados los laboratorios de medicina, ingeniería, psicología, biología molecular.

-Reestructurar financieramente la universidad. Esto permitió hacer cambios significativos en temas de seguridad, medio ambiente, desarrollo de tecnología, entre otros.