Un botón de muestra

La crisis de la banca en Venezuela no es un caso único. Vigilancia laxa, mala administración y fraude son males que afectan a otros países de la región.

JOHN SWEENEY
1 de septiembre de 1994

El 1 colapso y la nacionalización: de facto de la industria bancaria de Venezuela han acaparado la atención de los expertos mundiales en finanzas, quienes temen que se estén formando crisis financieras similares a lo largo de la región. "No ha habido ninguna crisis parecida en magnitud a lo que está sucediendo en Venezuela, pero lo que estamos viendo está ocurriendo en toda América Latina con excepción de Chile, Colombia y Bolivia, que se consideran con sistemas bien administrados y bien capitalizados, y tal vez Uruguay", dice un analista financiero del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington, quien cree que la

crisis bancaria de Venezuela puede ser el heraldo de otras crisis financieras

por ocurrir en América Latina.

En 1982, Chile implementó políticas para reducir la inflación y abrir la economía,

empleando una tasa de cambio fija para mantener estable la economía y baratas las importaciones, Pero la inflación no bajó lo suficiente y el peso se sobrevaluó. Las crecientes expectativas de una devaluación inevitable aumentaron las tasas de interés y los márgenes financieros se ampliaron a medida que aumentó el factor de riesgo. Las tasas reales de interés llegaron al 50% anual, con diferenciales del 1015% para los prestatarios preferenciales, escasez de fondos y abundancia de préstamos en dólares para financiar empresas y comprar finca raíz, residencial y comercial.

Los chilenos se endeudaron fuertemente en pesos y mantuvieron sus activos en dólares, anticipándose a una inevitable devaluación. Esto fue agravado por la gran concentración de grupos económicos, los cuales combinaban sus operaciones con los bancos del país y hacían autopréstamos por medio de centenares de empresas fantasmas. Cuando la crisis de Latinoamérica finalmente llegó al extremo del continente, el sistema financiero de Chile literalmente se desplomó. ¿Suena familiar?

El funcionario del BID advirtió que la crisis bancaria de Venezuela "finalmente puede ser aún mayor que la crisis chilena de 1982, hasta ahora la peor que haya experimentado la región. La economía chilena se contrajo en un 125% en 1982. El cálculo aceptado es que la crisis bancaria chilena costó el equivalente de 26.2% del PIB de un año, pero la CEPAL publicó recientemente un cálculo según

el cual el costo real de la crisis chilena habría sido equivalente al 40% del PIB anual".

Hasta ahora, la crisis bancaria en Venezuela ha costado cerca de US$ 9.000 millones en seis meses, ha desatado la suspensión de las garantías constitucionales y la nacionalización del sistema financiero; el bolívar se devaluó más de 100% antes de que se decretara el control de cambios el 27 de junio y la inflación (incluyendo el alza en los precios reprimida por el control gubernamental) se aproxima al 100% este año, por primera vez en la historia de Venezuela.

"Lo que estamos viendo en Venezuela es el resultado clásico de la liberalización con normas prudenciales inadecuadas y esto está ocurriendo en toda América Latina", dice un analista financiero de una importante firma de corredores de Nueva York. "Las normas prudenciales aseguran que los bancos operan con un riesgo aceptable para los ahorradores y para el sistema financiero. Estas normas incluyen, entre otros elementos, una capitalización adecuada, vigilancia y restricciones firmes sobre el porcentaje de créditos a los accionistas de los bancos, a sus directores y a sus empresas afiliadas".

Durante los últimos seis o siete años han sido desmantelados los controles a la banca en América Latina, pero no se han establecido las normas prudenciales y no se ha mejorado la vigilancia. En muchos países los bancos han crecido más rápidamente que otros sectores económicos y en papel parecen altamente rentables. Pero este crecimiento aparente, según nuestra fuente, "es falso y

engañoso. Los bancos en toda la América Latina están muy poco capitalizados y próximos a la bancarrota en el sentido económico, de manera que tienen que crecer para evitar el colapso. La débil capitalización de la mayoría de los bancos latinoamericanos es un gran estímulo para que le apuesten al crecimiento comprometiéndose en préstamos arriesgados, en medios desregulados y muy poco vigilados".

En general, los bancos en México, Argentina y otros cuantos países de la región comparten muchas de las mismas características existentes en el sistema financiero de Venezuela: subcapitalización; altas tasas de interés; un muy alto porcentaje de préstamos incobrables, en los cuales las directivas del banco y sus socios son grandes beneficiarios; bases bajas de ahorro interno, combinadas con una laxa vigilancia y una casi falta total de normas prudenciales.

La posibilidad de que puedan ocurrir otras crisis bancarias en varios países latinoamericanos ha sido potencializada por la severa deflación de los mercados emergentes del mundo a partir de enero. Un estudio reciente de Banamex de México muestra que 19 de los mercados emergentes más importantes del mundo -entre ellos México, Argentina, Chile y Brasil- perdieron casi 45% de su capitalización compuesta en los primeros meses de 1994, bajando de US$ 2.6 trillones el primero de enero a US$ 1.9 trillones en los primeros días de mayo.

La capitalización total del mercado en México descendió 35.8% en los primeros cuatro meses del año, a pesar de la firma del TIC. El mercado argentino perdió 48% de su capitalización durante el mismo período, superado sólo por Jordania, Turquía y Hong Kong en el estudio de Banamex. En Chile, la capitalización total del mercado descendió en 22.9%, en tanto que en Brasil el mercado se contrajo en 29.4%.

La fuga de los mercados emergentes latinoamericanos es debida a varios factores, entre ellos un dólar débil, mayores tasas de interés en los Estados Unidos, mas competencia global para capital de inversión y la percepción de parte de los inversionistas de que los riesgos han aumentado en toda la región.

Desde que empezó el año, la confianza en México se ha visto sacudida por la rebelión de Chiapas, por varios secuestros bastante divulgados de líderes empresariales, el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo, por una creciente ola de protestas en muchos lugares del país y por la incertidumbre acerca del resultado de las elecciones presidenciales.

En Argentina, el gobierno Menem ha enfrentado protestas de maestros y trabajadores, un peso cada vez mas sobrevaluado y crecientes déficit en la balanza comercial y corriente de la balanza de pagos, que tendrán que cubrirse reduciendo las reservas del país en moneda extranjera. En Colombia, a pesar de contar con una excelente vigilancia al sector financiero, la elección de Ernesto Samper estuvo ensombrecida por la publicación de los tres narcocasetes.

Todos estos eventos dan como resultado un año turbulento para la América Latina; y los inversionistas extranjeros en los mercados emergentes de la región han respondido huyendo precipitadamente hacia refugios mas seguros, generalmente en el Asia.

"Tuvimos cuatro años prósperos cuando podíamos ser complacientes", dice Christopher Whalen abogado de Washington y consultor financiero, quien trabajó varios años con el U. S. Federal Reserve. "Ahora es el momento de preocuparse". La crisis bancaria de Venezuela es considerada como la punta del iceberg, y es vista como el ejemplo mas extremo de una vigilancia laxa, mala administración y fraude en América Latina.

Aparentemente, el creciente peligro de una nueva crisis en la región no es un tema que muchos funcionarios en Washington estén dispuestos a tratar abiertamente. ¿Y por qué no? "Le enseñamos (a Latinoamérica) a jugar este juego", afirma Whalen. "Cuando el sector financiero anda mal, se emite dinero". Whalen, experto en México y cuyas opiniones sobre la política de Estados Unidos hacia su socio en el TLC son muy criticas, dice que México "esta sentado en cáscaras de huevo. La mayoría de las empresas están muy endeudadas. La ecuación es muy volátil. Un aumento en los movimientos minoristas en los bancos mexicanos agobiaría a muchas entidades".

El sistema' financiero de México es "mas o menos insolvente", manifestó. "Los bancos están en una mala situación económica, con provisiones para grandes pérdidas en los préstamos equivalentes al 15-20% de la cartera en algunas entidades -el doble de lo que reportan- pero en vez de provisionar sus préstamos irrecuperables, estos bancos han venido refinanciándolos. Cuando se descomponen las provisiones para pérdidas, la mayoría de los bancos mexicanos quedan subcapitalizados. Lo fundamental es que el sistema bancario mexicano se encuentra en una economía parcialmente dolarizada y el nuevo peso está muy sobrevaluado. La tasa de cambio es de $3.38 por dólar cuando debería estar por lo menos a $5 por dólar. El peso necesita una devaluación del 25-40%, pero esto causaría pérdidas catastróficas en los bancos mexicanos y en los mercados de valores. Las empresas mexicanas están fuertemente sostenidas por dólares de Estados Unidos. La devaluación también las afectaría fuertemente. Cuando el peso bajó un 8% en los primeros meses del año, los grupos de Monterrey perdieron miles de millones de dólares".

Una devaluación de la magnitud proyectada por Whalen también afectaría a los bancos en Nueva York y a los inversionistas institucionales en los Estados Unidos, Asia y Europa. "Antes de Chiapas", afirmó, "los bancos de Nueva York estaban prestando a las empresas mexicanas a cuatro o cinco puntos por encima de las tasas del mercado, y por otros cuantos puntos de base también aseguraban los préstamos contra una devaluación del peso del 25%. Ahora los bancos de Nueva York no pueden mantener esos rendimientos. Entre tanto, el capital que se ha ido de México ha sido principalmente local. Los extranjeros esperan cautelosos que el capital regrese después de las elecciones, pero no hay liquidez, los capitales locales se han ido y ya no hay nadie para crear un mercado. Si las pérdidas potenciales del sistema financiero son tan altas como sospecho, muchos bancos van a perder su capital cuando sobrevenga la crisis. Unas malas elecciones con mucho fraude y protestas podrían desatar la crisis".

Entre otros expertos que advierten que es inevitable una enorme devaluación del peso están Rudiger Dombush, antiguo asesor económico del gobierno Salinas, así como los economistas Steve Hank y sir Alan Walters, quien en un artículo reciente publicado por la revista Forbes sugirió una devaluación de 25%, para ayudar a estimular el crecimiento económico y la creación de empleos después de varios años de austeridad.

México no va a devaluar el peso sino después de las elecciones, pero cuando finalmente llegue el ajuste, se espera que desatará una oleada de fusiones y consolidaciones. Por lo menos la mitad de los 19 bancos que el gobierno ha privatizado en los últimos seis años serán absorbidos por grupos financieros más solventes, o serán cerrados, según una reciente investigación del sistema financiero de México, elaborada por el diario económico El Economista. Los analistas del West Merchant Bank y del Rothschild Bank del Reino Unido predicen que las fusiones "serán el pan de cada día" de las entidades financieras mexicanas, en particular entre los 14 nuevos bancos autorizados desde 1989 por la administración Salinas.

El gobierno mexicano es consciente de que tiene en sus manos una crisis bancaria en potencia y ha reforzado su vigilancia del sistema. Pero los funcionarios del Secretariado de Finanzas y Crédito Público dicen que Y la incertidumbre electoral y la lentitud de la economía retardarán el ritmo de la mejoría. No obstante, el gobierno está presionando a los accionistas de bancos para que reestructuren las obligaciones, aumenten la capitalización y mejoren la eficiencia de sus instituciones.

Aunque los expertos financieros en Washington sospechan que la próxima gran crisis bancaria ha de ocurrir en México en algún momento en el próximo año, también creen que el gobierno mexicano y los accionistas de los bancos estarán en posición de contener cualquier daño potencial.

El TLC es un fuerte cordón umbilical entre México y la economía más grande del mundo. El proyectado ingreso de los bancos de Estados Unidos y del Canadá debe inyectar nuevo vigor y experiencia al sistema financiero mexicano, en tanto que la administración Clinton está políticamente obligada a salir a la defensa de México a la primera señal de crisis financiera.

Si llegase a ocurrir un baño de sangre financiero en México, las mayores víctimas serian los cientos de miles de ciudadanos estadounidenses que han invertido fuertemente en capitales mexicanos. Si una crisis financiera en México aniquilara sus ahorros, la resultante agitación política en Washington podría descarrilar al TLC y costarle la reelección al presidente Clinton en 1996. Por lo tanto, México tiene un colchón de protección que no se le concede a ningún otro país latinoamericano. Pase lo que pase, la administración Clinton tiene un agudo motivo político para salvar la economía de México, incluido su sistema financiero.

La perspectiva no es tan clara para Argentina, en donde la historia de los bancos muy poco capitalizados, altos márgenes de interés, préstamos irrecuperables, vigilancia laxa, contabilidad deficiente y primitivos sistemas de manejo de la información han creado problemas en muchas de las 168 entidades financieras del país. Argentina tiene una sólida situación macroeconómica, pero el peso argentino está sobrevaluado, el país ha perdido competitividad internacional y un creciente déficit comercial ha creado necesidades financieras externas que no podrán ser plenamente satisfechas este año. "Argentina necesita una recesión pero el gobierno está tratando de posponer lo inevitable", dice una fuente de una entidad multilateral. "Sin embargo, van a tener problemas financieros externos este año".

Como lo ha demostrado Venezuela, y seguirá demostrándolo en los próximos meses, una crisis bancaria tiene el potencial de causar tremendas revueltas sociales y políticas, lo cual preocupa a los analistas financieros en Nueva York y a los encargados de elaborar las políticas en Washington. La experiencia venezolana destaca la necesidad de normas prudenciales y de una estricta vigilancia. Algo en lo que Latinoamérica, con muy contadas excepciones, se ha quedado rezagada.