Los expertos dicen que el perfecto cabezazo exige la vista en el balón y hacer contacto con el balón en el punto más alto del salto. | Foto: BBC

Salud

Fútbol: demasiados cabezazos "pueden dañar el cerebro"

Médicos dicen haber encontrado pruebas en ecografías de que cabecear frecuentemente una pelota de fútbol puede conducir a una lesión cerebral y daños similares al visto en pacientes con traumatismo.

Alianza BBC
29 de noviembre de 2011

Cabecear frecuentemente una pelota de fútbol puede conducir a una lesión cerebral, afirman médicos que dicen haber encontrado pruebas en ecografías.

Las ecografías de 32 devotos futbolistas aficionados revelaron tipos de daño similar al que se aprecia en pacientes con traumatismo.
 
Parece haber un nivel de seguridad de unos 1.000 cabezazos al año, o menos, bajo el cual no se producen lesiones, pero los investigadores estadounidenses necesitan más trabajo para confirmar la hipótesis.
 
Se cree que los cabezazos terminaron matando al futbolista inglés Jeff Astle.

Asle, de 59 años, quien murió en 2002, desarrolló problemas cognitivos luego de años de jugar por Inglaterra y West Bromwich Albion.

La autopsia reveló que su muerte fue el producto de una enfermedad cerebral degenerativa causada por cabecear pesadas pelotas de cuero.
 
Trauma repetido
Aunque los balones que se utilizan hoy para jugar fútbol son más livianos que los utilizados en los '60, cuando Astle jugaba, todavía pueden causar un impacto brutal, asegura el jefe de la investigación, el doctor Michael Lipton, del Montefiore Medical Centre, el hospital universitario del Albert Einstein Colege of Medicine.
 
Las pelotas de fútbol pueden volar a unos 55 km por hora durante los partidos de entretenimiento y a más del doble durante uno profesional.
 
Sin embargo, otros dudas de que la fuerza ejercida por el balón sea suficiente para producir daño.
 
El equipo del doctor Lipton trató de establecer qué tipo de impacto podría tener sobre la cabeza el repetido contacto con una pelota de fútbol.
 
Éstos utilizaron un tipo de ecografía llamada imagen de tensor de difusión, que es apropiada para visualizar tejido nervioso y cerebral.
 
Los 32 voluntarios que se sometieron a las ecografías debieron decir con qué frecuencia cabeceaban la pelota durante los entrenamientos y durante los partidos.
 
Esto reveló que los jugadores que eran "cabeceadores frecuentes" presentaban obvios síntomas de leve lesión cerebral por traumatismo en sus ecografías.
 
Cinco regiones cerebrales resultaron dañadas, áreas en el frente del cerebro y hacia el posterior del cráneo, donde tienen lugar los procesos de atención, memoria, funcionamiento ejecutivo y funciones visuales de alto orden.
 
Los investigadores creen que las lesiones se desarrollaron con el tiempo.
 
Daño acumulativo
El doctor Lipton, quien presentó sus conclusiones ante la Radiological Society of North America, dijo: "Cabecear una pelota de fútbol no es un impacto de una magnitud tal que produzca una laceración de las fibras nerviosas en el cerebro.
 
"Sin embargo, los repetidos cabezazos pueden desatar una cascada de respuestas que conduzcan a una degeneración de las células cerebrales."

Los mismos voluntarios también tuvieron mal rendimiento a la hora de responder pruebas diseñadas para medir habilidades cognitivas como memoria verbal y tiempos de reacción.

El daño sólo tenía lugar en jugadores que dijeron cabecear una pelota al menos unas 1.000 veces por año. Aunque esto pueda parecer mucho, asciende a sólo unas pocas veces al día para un futbolista regular, según los investigadores.

Éstos recomendaron más estudios para confirmar el nivel de seguridad, de manera que los futbolistas puedan atenerse a ello.
El doctor Andrew Rutherford, de la Escuela de Sicología, en la Universidad de Keele, ha estado investigando por años el posible daño causado por los cabezazos. Dice que la evidencia actual no es suficiente para convencerlo.

Rutherford piensa que los científicos están examinando lo que no corresponde. Para él, la mayor parte de los traumatismos que se ven en el fútbol se debe a los cabezazos que se dan entre ellos en el momento de saltar a cabecear una pelota, más que al contacto con la pelota misma.