Especial Líderes Empresariales, El Legado
“Cuando empecé a hacer mariposas en cuero, aquí me decían que no les gustaba y yo les dije que si acaso me iban a comprar la producción. Me tocó imponerme”, dijo Mario Hernández. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO / SEMAN

Líderes empresariales, el legado

La historia de Mario Hernández: de tamales a bolsos de lujo

El empresario santandereano hoy se concentra en elevar su marca de categoría prémium a categoría de lujo, para competir con las grandes firmas europeas. En Colombia genera 1.000 empleos y en el mundo unos 2.500.

Redacción Semana
16 de diciembre de 2023

El empresario Mario Hernández desconoce de dónde viene ese gusto por lo bello. La violencia en su natal Capitanejo, Santander, lo desplazó a Bogotá cuando tenía 7 años y aquí trabajó, desde niño, en lo que hubo, siempre apoyando a su mamá a vender los tamales que hacía para calmar el hambre de la familia. Esto es solo un retazo de la historia que Mario se ha esforzado en contar, una y otra vez, como parte de su legado, “porque a uno no se le puede olvidar nunca de donde viene”, dijo. A esto también responde que decenas de cartas y reconocimientos cuelguen enmarcados de las paredes de su oficina, junto a la fotografía del matrimonio de sus padres y de su amada Olga Lucía Olarte, quien falleció en 2022.

¿El optimismo ha estado en su ADN toda la vida?

MARIO HERNÁNDEZ: Yo trabajo 365 días al año, 24 horas al día y sí, estoy pendiente del dinero, los negocios, para ser competitivo, porque la responsabilidad hoy no es para que yo viva, sino para sostener a la gente que depende de mí. En Mario Hernández toda la gente de más de tres años tiene casa propia, les damos mercados, los libros para los niños, les ayudamos a tener una mejor vida, de eso se trata ayudar a construir país.

¿Cuántos empleados dependen actualmente de Mario Hernández?

M.H.: Aquí tenemos 650 directos, con satélites somos 1.000, pero en el mundo son 2.500 personas, con todo lo que fabricamos fuera de Colombia. Cuando comenzamos en el año 1978, teníamos diez obreros.

¿Hay alguna persona que lo haya acompañado en la construcción de esta empresa desde su creación?

M.H.: Yolanda, mi secretaria, lleva 40 años conmigo. Ella es mi mano derecha, maneja toda la información. Pero los que se han ido lo han hecho agradecidos. Siempre hemos tratado bien a la gente, nos dicen que somos una escuela porque somos respetuosos, estrictos, nos gusta trabajar, y les pagamos bien y a tiempo. Como es difícil conseguir mano de obra calificada, las personas entran de aprendices y salen de maestros. Son mi familia.

Decidió cambiarle el nombre a la empresa, luego de fracasar en Nueva York…

M.H.: Sí, antes se llamaba Marroquinera, pero ese nombre no se pronunciaba en inglés, entonces contraté una agencia en España y dos en Colombia. Los españoles me dijeron que yo hacía lujo accesible y que la marca debía tener mi nombre. Yo nunca quise figurar, no me interesaba, pero accedí. Bajé los avisos que decían Marroquinera y le puse Mario Hernández. La gente no me compraba el producto porque decía Mario Hernández y no se llamaba así, pero como soy terco y persistente, seguí adelante, porque si algo sirve en la vida es la constancia. Hoy si no dice Mario Hernández no se vende.

¿Cuál ha sido su mayor ventaja competitiva?

M.H.: La construcción de marca, la calidad, respondemos por todo. Usted compra una marca reconocida porque le da seguridad, y es lo que estamos construyendo. Las grandes marcas tienen 100 años, Mario Hernández tiene 25; entonces vamos bien.

¿Qué ha sido lo más desafiante de querer posicionar una marca de lujo en el país?

M.H.: Todas las mujeres quieren un bolso Louis Vuitton. El negocio del cuero tiene mucho arte, diseño, calidad y eso quedó en las grandes marcas europeas, con las que he querido competir. De hecho, soy la única fábrica en América que existe y hace lo que nosotros hacemos. Entonces, un bolso nuestro es como un bolso europeo, pero vale la quinta o sexta parte. A la gente le parece caro, pero si conocieran el proceso, entenderían que no es barato: las máquinas, los acabados, los materiales, muchos importados, el diseño, la exclusividad, todo eso cuesta mucho. Además, somos un país que no es competitivo, pagamos unos impuestos muy altos.

Usted dice que no sabe de dónde tiene ese gusto por los los materiales, por lo bueno ¿qué lo ayudó a afinarlo?

M.H.: Trabajar la marca Bally de Suiza y hacer Bally en Colombia. Aprendí mucho con los suizos de lujo. Viajar, ver qué se está usando en el mundo, ver qué usa la gente en la calle. Hay que salir del bosque para conocer y tener ideas nuevas, porque no conozco campesinos echando azadón que progresen. También vivir unos años en Boca Ratón, que es una ciudad de la costa sureste de Florida con mucho lujo, eso me ayudó a pulirme todavía más.

¿Colombia sigue siendo un país de oportunidades?

M.H.: Tenemos 52 millones de personas, y la gente de estratos 2, 3 y 4, que es aspiracional, son el 85 por ciento de la población. Por malo que sea que me compren a mí el 5 por ciento, son 2.6 millones de personas.

¿En qué mercado ha tenido un mejor posicionamiento?

M.H.: En Venezuela. Allá somos líderes, tenemos 19 tiendas y generamos unos 150 empleos; nunca nos hemos ido, seguimos aguantando, y no es que ganemos, pero al menos le da trabajo a mi gente aquí en Colombia. Alló la gente está muy pobre, no hay poder adquisitivo. Unos poquitos tienen para comprar relojes de 35.000 dólares y para tomar whisky, pero es un porcentaje muy pequeño de la población.

El empresario santandereano hoy se concentra en elevar su marca de categoría prémium a categoría de lujo, para competir con las grandes firmas europeas. En Colombia genera 1.000 empleos y en el mundo unos 2.500. Incluso ha resistido con 19 tiendas en Venezuela.

*Contendo elaborado con apoyo de Mario Hernández.