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Claudia Varela, columnista

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¡Nos estamos entendiendo?

Cada una de las generaciones tiene lo suyo y grandes cosas para aportar a un equipo de alto desempeño.

9 de abril de 2023

Los millennials y centennials son unos absolutos convencidos de que las experiencias son lo que más les suma a sus propias existencias. Pero no solo eso, por razones basadas en la educación que sus padres les han impartido están convencidos de que todo lo pueden lograr. Pareciera que están más convencidos de sus derechos que de sus deberes.

Esta conducta puede verse un poco caprichosa y, por supuesto, la tolerancia a la frustración es mas baja, ya que ellos no vinieron al mundo como sus padres y abuelos a “aguantar” a “sufrirla”, sino mas bien a entender que la vida es ahora, que el momento es ya y que el compromiso es consigo mismo y el universo, pero no necesariamente con corporaciones o empresas. Esto no implica que no se comprometan o que no le metan ganas a lo que quieren, pero hay que saber leerlos.

Son mucho más sensibles al diálogo y les gusta ser “bien tratados”, esto implica ser muy escuchados, tenidos en cuenta, entendidos. Es mucho más difícil hoy ser exigente a los niveles de los 80 y 90 por que sencillamente la comunicación es diferente y la forma de entender el mundo lo es.

No quiero meter a nadie en estereotipos porque claramente tu año de nacimiento no es lo único que forma tu personalidad y forma de ver el mundo, pero sí está claro que es diferente haber nacido en años de no internet o redes sociales. La inmediatez, la información, incluso los parámetros de belleza y perfección son otros.

La generación X nacida entre 1964 y 1980 no entiende muy bien por qué los más jóvenes no son tan adictos al trabajo, por que quieren trabajar con horarios flexibles y por qué rotan tanto en las empresas. En una investigación hecha por Gallup en 2022 se encuentra que el 79 % de los empleados del mundo tienen bajo compromiso, quizás en parte porque no entendemos las motivaciones reales de las nuevas generaciones.

De alguna manera, las nuevas generaciones podrían ser incomprendidas. Pero no olvidemos que todos en nuestra juventud fuimos incomprendidos. Así que, la verdad, el tema no es tan sorprendente, pero sí es importante entender cómo podemos enganchar y comprometer a los más jóvenes para que se queden en las organizaciones y no estén dando tumbos en diferentes compañías por un mejor sueldo y, sobre todo, para que se comprometan con la empresa que están al menos hasta el día en el que se queden.

Hace unos días tuve una conversación con alguien del mundo de la tecnología donde evidenciaba que los chicos que necesitaban por montones son estos muy geek, expertos en redes, data mining, análisis de data global, entre otros. Tanto que para llevarlos de un lado a otro les están doblando y hasta triplicando el salario.

Esto es un caso puntual. Pero la gente que se mueve solo por salario seguirá moviéndose con un alma algo mercenaria a otras empresas de manera infinita, hasta que no haya quien pague. Se trata entonces de entender otras cosas que hoy se valoran más por los más jóvenes como la calidad de vida, los horarios, los beneficios, la posibilidad de aprender.

¿Cómo volverse sexy para un millennial? Escuchándolos. Entender bien si su ciclo es corto, por ejemplo. He trabajado con varios que tienen claro que van a durar poco en la empresa, pero que van a dar todo lo que pueden mientras estén ahí. Es válido también.

¿Qué variables les gustan a los millennials? La posibilidad de llevar a sus mascotas a la oficina, la oportunidad de tener horario flexible y trabajar desde casa (hoy más que nunca esa variable es vital para generar compromiso), involucrarlos en proyectos donde puedan aprender y generar valor, viajar y aprender de otros temas. También los voluntariados y el activismo –aportarle valor al mundo– para ellos es importante. Pregúntales cuál es su propósito. Y si eres millennial, pregúntales a los mayores qué les apasiona.

Cada una de las generaciones tiene lo suyo y grandes cosas para aportar a un equipo de alto desempeño. El mundo ya no es jefecéntrico. Lo peor que le puede pasar a cualquiera es que se le comprenda por completo (Carl Gustav Jung).

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