Carbón, combustible para la competitividad

11 de agosto de 2006

Se sabe que sin importar lo que suceda con el TLC, la industria colombiana está forzada a competir con la de otras latitudes, ya que dentro de lo previsible, la globalización de la economía mundial no tiene reversa. En este ambiente de negocios ya no cuenta si se exporta o sólo se vende localmente, si se producen telas, flores, cajas de cartón o productos lácteos. Al final, quien escoge es un consumidor cada vez más y mejor informado, ávido de calidad con el precio más favorable.
 

Se puede afirmar coloquialmente, que todas las compañías a diario están obligadas a participar en un “campeonato mundial de competitividad”. En esa justa, los ganadores, sean de China, Kenya, Suecia o Colombia, como premio se apoderan del mercado; mientras que los perdedores que no contraatacan de inmediato y con éxito, están condenados a desaparecer. En un mundo como el descrito, con márgenes que se reducen continuamente, desestimar cualquier posibilidad de recortar costos puede significar pérdida de participación en los mercados, destrucción de patrimonio y no pocas veces la liquidación de una empresa.
 

En el caso de compañías locales que hacen un uso intensivo de diferentes formas de energía, sorprende que salvo alguna parte de la industria antioqueña, sólo muy pocas aprovechen una de las mejores ventajas competitivas que tiene el país, como lo es la existencia de enormes yacimientos de carbón térmico de la mejor calidad, ubicados cerca de la mayoría de las áreas industrializadas del país. Este mineral, por décadas, ha sido de lejos el combustible más económico del mundo. Incluso antes de la espiral alcista del petróleo y de los hidrocarburos en general, aquel ya costaba una pequeña fracción de lo que valen otros energéticos.
 

Actualmente, por ejemplo, en el centro de la región andina, el carbón le costaría a una planta un 70 % menos de lo que paga por gas natural, o un 72 % menos de lo que le vale el Fuel Oil. Al considerar el impacto que los combustibles pueden tener en los costos de fabricación de ciertas industrias, esas cifras no se pueden ignorar. Aun en el caso de medianas empresas, es común que esa diferencia represente varios cientos de millones de pesos anuales.
 

Las proyecciones de la producción y las reservas de petróleo han declinado por años. De hecho en un lustro, Colombia podría tener que importar crudo para abastecer sus necesidades. Por contraste hay reservas de hulla para décadas. La producción nacional supera los 50 millones de toneladas anuales. De estas un 90 % se exportan. Los destinos más frecuentes son Estados Unidos y Europa. Allí el mineral es usado para generar energía eléctrica y vapor baratos, a fin de reducir los costos de producción de sus factorías. La pregunta obvia es: ¿Qué esperan las industrias locales para utilizar carbón y ser más competitivas? En la respuesta se mezclan algo de falta de visión por parte del Estado para anticipar el agotamiento del petróleo en el país, con la desinformación sobre el tema entre los empresarios.
 

Por desconocimiento, el mineral ha sido “satanizado” con imágenes de viejas películas de vaqueros, en las que aparecen locomotoras humeantes y fogoneros tiznados, que hacen creer a muchos que la tecnología para consumir este combustible se estancó en esa fase, y que ahora es cosa del pasado pues su uso se suspendió hace años.

Nada más alejado de la realidad. En la actualidad, sencillas instalaciones técnicamente construidas permiten manejar el material dentro de una planta, sin inconveniente alguno para las demás actividades fabriles. Por otro lado, existen calderas y hornos de fabricación nacional, en los que la hulla se quema sin problemas de manera automática y eficiente. Éstos disponen de modernos sistemas para el control de emisiones atmosféricas, los cuales permiten cumplir con holgura las disposiciones vigentes en la materia. Además, gracias a los ahorros obtenidos con el carbón, las inversiones para implementarlo con frecuencia se recuperan en menos de un año.
 

Visto todo lo anterior, no cabe duda de que el carbón es el combustible para la competitividad. Hay que aprovecharlo tal como ya lo hacen los países desarrollados. No se le puede seguir echando la culpa a la vaca.



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