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Entrevista

"Habría que cerrar el FMI"

Según Jeffrey Sachs, el FMI está aplicando en América Latina la misma fórmula que profundizó la crisis de Asia. Convendría hacerle menos caso a esta entidad, afirma.

14 de diciembre de 1998

Jeffrey Sachs forma parte del selecto trío de economistas que hoy definen el debate mundial sobre cuál es la salida para la crisis (los otros dos son Paul Krugman y Joseph Stiglitz). Sachs, que es bien conocido por nuestros lectores (ver Dinero 55 y 64), visitó Colombia durante la primera semana de diciembre para hablar con el presidente Andrés Pastrana, su estudiante y amigo en Harvard, acerca de su plan de gobierno. Dinero conversó con Sachs sobre los desarrollos recientes de la economía mundial, las lecciones que ha dejado y la evolución de la política económica en Colombia.



Las grandes tendencias



Concentrémonos primero en los hechos: ¿Cómo han cambiado la economía y las políticas de los países en desarrollo como consecuencia de la crisis asiática? ¿Cuál es el panorama que enfrentan hacia 1999?



Este ha sido un año muy duro. En Asia significó una crisis profunda que parece haber tocado fondo. Latinoamérica tendrá una situación mas difícil en el 99, pues tiene un rezago de casi un año. La crisis aquí no ha tocado fondo todavía.



¿Cómo ha cambiado el panorama financiero?



Paradójicamente, la situación será menos dramática que en 1998. El pánico ha desaparecido por el momento. La menor exposición de muchos fondos ha disminuido la especulación. Sin embargo, los fondos seguirán saliendo de los países emergentes y las condiciones de financiamiento de corto plazo serán muy difíciles. No hay que programar sobre la base de movimientos de capital en el corto plazo, para evitar caer en crisis de liquidez. No obstante, la inversión extranjera directa de largo plazo hacia estos países continuará aumentando y hay que seguir tratando de atraerla.



¿Cómo califica la respuesta de los gobiernos latinoamericanos?



El principal punto de la discusión es si, ante la crisis internacional, América Latina debe seguir el mismo patrón de ajuste que ha seguido el Asia, es decir, si contrae la demanda y se va a la recesión. Sería un pésimo resultado.



Un ejemplo de este esquema es el ajuste de Brasil. Lo más probable es que la economía brasileña decrezca 3% en el 99, aunque no me sorprendería que la combinación de un rápido deterioro del ambiente político, altas tasas de interés y una tasa de cambio persistentemente sobrevaluada conduzca a una caída del crecimiento hasta del 5%.



En un segundo período, como el del presidente Cardoso, es difícil ser exitoso políticamente. Pero lo es aún más en medio de una profunda recesión. Infortunadamente, esto es lo que Brasil y el FMI acordaron. Hay demasiada extravagancia en el optimismo internacional sobre ese acuerdo.



¿Cómo evalúa el papel del Fondo Monetario y de Wall Street en este proceso?



Si el paquete brasileño falla, habría que cerrar el FMI, de una vez por todas. Este sería el quinto fracaso en línea para el Fondo, después de Indonesia, Tailandia, Corea y Rusia. El paquete de Brasil se parece mucho al del Asia y al de Rusia. El Fondo ha sido un desastre.



Por su parte, los banqueros de inversión han demostrado que no tienen ni idea de macroeconomía. Se emocionan con tonterías y por lo general son incapaces de ver las cosas verdaderamente importantes: el ritmo de las exportaciones, los choques comerciales, el crecimiento económico. De pronto descubren que la tasa de cambio está sobrevaluada y sobrerreaccionan, generando crisis de confianza que impiden reducir las tasas de interés y dejan a los países metidos en terribles círculos viciosos de política.



Wall Street no sabe qué quiere: ellos son traders, no macroeconomistas. Para darles gusto, los países dejan que las tasas de interés se vayan a las nubes, pero después de pocos meses la economía y las finanzas colapsan y los banqueros de nuevo quieren otra cosa. Cambian tanto de opinión, que lo mejor sería no hacerles ningún caso.



Yo lamento que el FMI esté tan influido por los bancos de inversión y la banca comercial. El primer interés de ellos es valorizar y salvar sus inversiones en los países emergentes. Sus recomendaciones son interesadas y no hay por qué esperar que sean serias o convenientes para los países y sus habitantes.



Las lecciones de la crisis



Examinemos las lecciones aprendidas desde el comienzo de la crisis. ¿Sabemos más hoy sobre política cambiaria? ¿Es cierto que hay un nuevo consenso de Washington que recomienda tasas de cambio fijas, al estilo argentino?



El estado de la discusión es éste: confusión total. Ya ni siquiera hay consenso en Washington. El Tesoro de Estados Unidos y el FMI defienden la estabilidad de las tasas de cambio a cualquier costo. Hasta hace poco, este punto de vista dominó las discusiones: había que hacer todo lo necesario para mantener a los inversionistas contentos, es decir, había que tener tasas de interés altas y monedas estables.



Pero los inversionistas van a tener que aceptar unas tasas de cambio más flexibles. Tendrán que entender que los países emergentes dependen de productos básicos que están sujetos a choques de términos de intercambio y movimientos de capitales. Y, por tanto, deben tener tasas de cambio ajustables.



Quienes mantengan una estabilidad forzada de las tasas de cambio en el corto plazo enfrentarán crisis económicas serias y mayor devaluación en el largo plazo. Es mucho más peligroso tener una tasa de cambio que todo el mundo sabe que se va a depreciar, que una que todo el mundo sabe que ya se devaluó.



Hasta hace pocos días, el Banco Mundial compartía la obsesión con la tasa de cambio fija. Pero en su recién revelado informe sobre las perspectivas mundiales, Joseph Stiglitz ha recomendado apartarse de una estrategia que evidentemente está fallando, y ha propuesto tasas de cambio flexibles y políticas de demanda expansiva ante crisis financieras. Este es un cambio notable en el escenario de discusión internacional. Ahora sólo hay consenso de Washington en las calles 17 y 19, pero no en la calle 18 (la del Banco Mundial).



¿Qué se ha aprendido en el manejo de las crisis financieras?



La estrategia recomendable es proteger a los depositantes, recapitalizar las instituciones y promover la inversión extranjera directa. Es justo lo contrario de lo que hizo el FMI en Asia el año pasado, donde generó un pánico financiero con sus políticas imbéciles. Le recomendó a Indonesia cerrar 15 bancos en cuestión de días y le dijo al gobierno que no se preocupara por no tener un sistema de seguro de depósitos.



Antes de un mes, el sistema financiero estaba destruido. Sólo después al FMI se le ocurrió decir que lo mejor habría sido asegurar los depósitos. Una forma absurda y costosa de aprender sobre políticas financieras.



Mi recomendación es, primero, no permitir que el pánico de los depositantes domine la situación. Esto requiere intervenciones ágiles y muy oportunas. Segundo, no sacrificar la tasa de interés por defender la tasa de cambio. Tercero, capitalizar las instituciones. Cuarto, diversificar la propiedad del sector financiero. Una propiedad diversificada, con el banco central como prestamista de última instancia, es el camino más seguro.



Desde una perspectiva general, ¿qué se ha aprendido sobre crisis?



Mi recomendación es adoptar una estrategia realista, en la que el ajuste permita e impulse el crecimiento. La política monetaria debe ser más libre para mantener tasas de interés moderadas y permitir la devaluación de las tasas de cambio cuando se requiera. No creo en las ventajas de sacrificar la economía por defender una tasa de cambio, especialmente si la situación proviene de shocks externos, en el crédito o los términos de intercambio. Esta situación es insostenible, y los inversionistas lo saben.



El principal mensaje es observar de cerca la marcha de la economía: si la recesión viene, tome medidas monetarias antirrecesivas. Ello puede o no tener implicaciones cambiarias, dependiendo de la situación particular de cada país. Pero como consejo general, repito: la receta del desastre es contraer la política monetaria y sacrificar la economía para defender una tasa de cambio en un momento recesivo.



Y Colombia...



¿Cómo encuentra el panorama?



Estoy muy contento de haber encontrado entre los empresarios y los analistas económicos respeto por el nuevo gobierno. Yo lo comparto. La situación heredada es muy mala y la situación internacional es particularmente difícil. Pero el gobierno está adoptando decisiones en la dirección correcta.



En esta coyuntura colombiana, lo que debería hacer cualquier gobierno son cuatro cosas: el ajuste fiscal serio y rápido, la atención a la posible crisis bancaria, la flexibilidad para los ajustes cambiarios y promoción de exportaciones. Estos puntos, además de la paz, son los que el gobierno actual ha puesto como sus prioridades.



¿Cómo ve el manejo de la tasa de cambio?



Lo mejor de Colombia es que los académicos y las autoridades económicas nunca han sido extremistas en el manejo cambiario ni en el manejo económico. Colombia, como Chile, siempre ha permitido movimientos en el precio de la divisa para reflejar cambios en los términos de intercambio. Cuando la banda cambiaria se movió un par de meses atrás, no hubo pánico pues todo el mundo entendió que era una respuesta razonable a un cambio en el ambiente internacional.



Me produce más tranquilidad la actitud de Colombia que la de Brasil, por ejemplo, donde el presidente Cardoso promete todos los días que defenderá el real a cualquier costo. El presidente Pastrana ha evitado caer en esa trampa y eso es lo que tiene que hacer. La actitud tiene que ser pragmática. Si se ve que hacia adelante la economía se está debilitando mucho, las condiciones internacionales se empeoran y los precios internacionales del petróleo o el café se derrumban, no tendría ningún sentido defender a cualquier costo una tasa de cambio.



El PIB ha caído en el tercer trimestre y los analistas creen que la situación de cero crecimiento podría prolongarse durante 1999. ¿Cómo ve usted la situación productiva?



Cuando vine al país en julio vi la desaceleración en curso y por ello no me sorprende lo que está ocurriendo. Colombia forma parte de una tendencia que estamos viendo en toda América Latina. Hay un país que creció 5% en el primer trimestre, 3% en el segundo, 2% en el tercero y 0% en el cuarto. ¿Colombia? No, hablo de Chile. Colombia está muy afectada por el ambiente internacional: cayeron los precios del petróleo y del café, se redujeron las posibilidades de financiamiento y, además, Venezuela entró en difíciles problemas políticos. Colombia es ahora parte de ese proceso general. No se trata de buscar consuelo mirando a los vecinos, pero no podemos perder la perspectiva.



Es importante cortar las tendencias recesivas y comenzar a inundar al país con políticas y noticias expansivas. Hay que monitorear con mucho cuidado la evolución de la actividad y contrarrestar una recesión con políticas activas. La tarea más urgente, más importante y más decisiva es bajar las tasas de interés. Si esto entra en conflicto con la actual tasa de cambio, la tasa de interés debe predominar. Si el dólar golpea la banda, preferiría abandonarla.



Hablemos finalmente, profesor, del panorama de largo plazo. El gobierno acaba de lanzar su plan de desarrollo, en el cual pone a las exportaciones como el motor del crecimiento económico. ¿Qué opinión le merece este plan y qué tan factible lo ve?



Creo que el gobierno ha hecho una gran escogencia. En las actuales condiciones internacionales no es factible tener a la construcción de vivienda como el motor de crecimiento, como se pensó en algún momento.



En el largo plazo, Colombia tiene que mirar hacia fuera como estrategia de desarrollo y liberarse de su dependencia del petróleo y el café.



Nada de esto es suficiente: Colombia tiene que reinventar su economía. Tiene que volverse una economía abierta orientada hacia los servicios modernos, el turismo y las manufacturas. Además, en el corto plazo tiene que aumentar sus exportaciones no tradicionales para lograr una balanza comercial positiva.



La tasa de cambio favorable es parte del paquete, como lo es la atracción de inversionistas extranjeros en sectores no tradicionales.



Pero hay que hacer más. El programa de promoción de exportaciones que discutí con el Presidente y la ministra de Comercio Exterior tiene los componentes necesarios para el éxito. En los próximos meses, el gobierno tendrá que trabajar muy fuerte en los detalles para que se convierta en un plan de acción eficaz ante una situación interna y externa tan difícil.



Estoy convencido de que el gobierno está encaminado en la dirección correcta. Si se logra la paz, que es la mayor prioridad, el desarrollo de largo plazo será fundamentalmente positivo.

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