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Se aprieta la agenda

En la ronda de Cartagena creció el temor de que no se alcance a cerrar la negociación antes de junio. ¿Quién gana y quién pierde si no se cumple?

18 de febrero de 2005

A las 11 de la mañana del viernes 11, la sala de prensa del Centro de Convenciones de Cartagena estaba completamente llena de cámaras y micrófonos listos para registrar el informe final de la séptima ronda del TLC en Cartagena. Con impuntualidad latina, empezaron a llegar pasada esa hora -la prevista para iniciar la sesión-, los ministros de Estado y los miembros de las delegaciones. Finalmente, los jefes de negociación de Estados Unidos, Ecuador, Perú y Colombia tomaron sus puestos en la mesa principal y la sesión comenzó 20 minutos después de lo programado.

Pero este no fue el único retraso en la reunión de seis días. La negociación toda se atrasó y perdió el impulso de la ronda de Tucson, Arizona, en diciembre.

Aunque los empresarios colombianos que asistieron al 'Cuarto de al lado' se sorprendieron por el progreso en acceso a mercados, en especial por la aprobación de los Sistemas Especiales de Exportación e Importación (el Plan Vallejo) y en aranceles, inversión y compras estatales, y el jefe del equipo colombiano Hernando José Gómez estima que se completó el 75% de la negociación, lo cierto es que allí se anunció una ronda más en Perú, que al parecer no será la última.

Muchos piensan que Estados Unidos podría estar interesado en demorar el TLC, y que el tiempo ahora juega a favor de ellos. ¿Qué hay detrás de eso?







Sin apremio

En los pasillos del Centro de Convenciones, se mencionaron tres elementos que frenarían las discusiones. Uno, los problemas del TLC con Centroamérica (Cafta) en textiles, confecciones, azúcar, ambiente y normas laborales. Se argumenta que Estados Unidos no puede acordar cosas con los andinos que más adelante tendría que rechazarles a los centroamericanos.

El segundo, que los tratados bilaterales, están muy desprestigiados en Washington. Incluso que el de Colombia sería uno de los últimos, antes de que ese país se concentre de nuevo y definitivamente en pactos globales de comercio en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por eso, el acuerdo con Colombia -que se considera un acuerdo menor- no tendría urgencia.

El tercero, el virtual retiro del Delegado para Asuntos Comerciales de Estados Unidos Robert Zoellick, que fue nombrado en el Departamento de Estado.

Sin embargo, esos elementos no parecen tan graves. "Los puntos críticos de Cafta ya afectaron las negociaciones con Colombia", dice Chandri Navarro-Bowman, socia de Hogan & Hartson, una firma de lobby en Washington. Lo interesante es que su efecto, dice, no genera retrasos en las negociaciones, sino endurecimiento de las condiciones comerciales.

Pero el Cafta tampoco parece problemático en el futuro. "Las negociaciones concluirían el mes entrante", afirmó en Cartagena la negociadora jefe de Estados Unidos para el TLC andino, Regina Vargo.

De otra parte, Navarro-Bowman opina que la salida de Zoellick no tendría un gran impacto en las negociaciones. "Solamente si el puesto queda vacío durante una ronda, puede ocasionar algún atraso", afirma. Además, los más probables reemplazos de Zoellick, Josh Bolten, actual director de la Oficina de Gerencia y Presupuesto, y Grant Aldonas, actual subsecretario de administración de comercio internacional del Departamento de Comercio, no cambiarían la orientación de la negociación.

Las razones de fondo para la demora podrían estar en otro lado. Los tres países andinos tendrán elecciones el año entrante y las preferencias arancelarias del ATPDEA vencen en diciembre de 2006. Si los suramericanos tratan de hacer una negociación rápida para no dejar vencer los períodos presidenciales, los de sus congresistas y el de las preferencias, estarían más dispuestos a ceder en las negociaciones.

A los colombianos les preocupa esto. Si las conversaciones van más allá de junio, los trámites de revisión legal harían que el tratado se lleve al Congreso en el primer semestre de 2006, demasiado cerca del final del mandato Uribe y cuando todos los congresistas están preocupados por su propia reelección. Así, solo se podría presentar en el segundo semestre de 2006 con un nuevo Congreso (ver ¿Qué le espera al TLC?).

La señora Vargo sostiene que su país no tiene ningún interés en demorar las discusiones. "Estados Unidos nunca pensó en una negociación de dos años. El diseño de un TLC que funcione no se toma ese tiempo", dijo. De hecho, la demora tiene riesgos para ellos. Si el partido APRA llega a la presidencia de Perú, por ejemplo, el TLC se podría archivar indefinidamente y ese país quedaría más cerca de Brasil y de Mercosur que de Estados Unidos.



Acelerador

La inquietud de los andinos por los retrasos fue evidente en Cartagena. "Necesitamos definiciones que nos permitan avanzar en el proceso", dijo el negociador peruano Pablo de la Flor.

Pidió que el equipo estadounidense fije su posición ante la importación de ropa usada -muy negativa para las pyme y que permite introducir materiales que ni siquiera se producen en Estados Unidos-. También solicitó el reconocimiento de la biodiversidad y la protección de los recursos biogenéticos y el acceso a los conocimientos tradicionales. "Los andinos han sido flexibles, pero para que la negociación tenga éxito, Estados Unidos debe reciprocar y reconocer su enorme importancia en las agendas andinas", añadió.

El TLC con Costa Rica se negoció en 10 rondas y los expertos juzgan que la andina, más compleja, puede culminar en 10 u 11, justo antes de junio. Pero cualquier demora en las mesas agrícola o de propiedad intelectual, donde 'saltarán chispas', podría hacer que el acuerdo, llegue tarde, quizás demasiado tarde.