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“Brasil no entrará en recesión”, dijo recientemente Dilma Rousseff a un grupo de inversionistas extranjeros, en un claro intento por restablecer la confianza del sector privado en la economía del país.

Coyuntura internacional

¿Qué pasa, Dilma?

Escándalos de corrupción que salpican a sus Ministros, inflación desbocada, retraso en infraestructura y una menor popularidad ensombrecen el arranque del mandato de la presidente brasileña.

17 de agosto de 2011

No son días fáciles para la presidente brasileña, Dilma Rousseff. A la reciente salida de tres de sus Ministros debido a escándalos de corrupción y disputas con el resto del gabinete, se suman ahora las denuncias por el atraso de las obras para el Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016. Al mismo tiempo, surgen problemas derivados de una crisis económica mundial que apenas comienza a desatarse, pero cuyas implicaciones podrían ser muy graves para un país que, como el suyo, marcha con la locomotora a todo vapor y hoy es la séptima economía del mundo.

Todos esos tropiezos han comenzado a pasarle factura a la sucesora de Lula. Su índice de aprobación cayó 6 puntos y se situó en 67%, según la última encuesta de Ibope del pasado 11 de agosto. Su desaprobación se duplicó y llegó a 25%, un nivel al que jamás llegó su carismático antecesor durante ocho años de gobierno.

Dilma recibió una economía que creció un histórico 7,5% en 2010 y que, hasta la profundización de la crisis europea y la descalificación de Estados Unidos, daba señales de estar recalentada. Con una inflación que ya supera la meta oficial (6,7% frente a un rango de 6,5% a 2,5%) y una fuerte revaluación del real, tiene muy resentida la producción industrial.

Ojo a China


“Las mayores preocupaciones están por el lado de la oferta, pues la producción industrial baja, mientras las importaciones chinas están disparadas. Si a eso se suma una crisis externa muy fuerte que tumbe la demanda de los países ricos o, si China se golpea, Brasil va a sufrir”, explica Robert Wood, economista de Economist Intelligece Unit para América Latina.

Agrega que, por el lado de la demanda, el temor de un recalentamiento persiste, pues el consumo crece rápidamente (en el primer trimestre 5,9%, mientras el PIB aumentó 4,2%), al tiempo que el crédito avanza a pasos agigantados, tema que también preocupa al Fondo Monetario.

Incluso un reciente artículo el Washington Post señala cómo cada vez más extranjeros han decidido irse a vivir a Brasil por su futuro económico y porque ofrece salarios tan competitivos como los de Wall Street, lo que ha hecho que hoy Río de Janeiro sea la ciudad más costosa de las Américas para arrendar una oficina de primera.

Impulsadas por un real fuerte, las zonas de lujo han subido tanto que, para muchos brasileños, es más económico comprar en Miami, donde las propiedades cuestan un tercio de lo que valen en su tierra.

Sin embargo, además de la magnitud de la crisis externa, el brillante porvenir de Brasil se ve afectado por un gran atraso en su infraestructura, que le resta competitividad y que hoy enfrenta otro problema: los escándalos de corrupción que ha descubierto Rousseff, los cuales están centrados en el Ministerio de Transporte, encargado de ejecutar las obras.

Aunque la lucha contra la corrupción es aplaudida, para la Presidenta ha sido un dolor de cabeza, pues el Ministerio de Transporte está dominado por uno de los partidos que le ayudó a llegar al poder y le puede complicar aún más el ambiente en el Congreso, donde debe seguir aprobando ajustes fiscales, especialmente ahora que no se sabe qué viene en la economía mundial.