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La candidatura de Angelino Garzón como director de la OIT representa una enorme oportunidad para que Colombia fortalezca su política de protección a los trabajadores y sindicalistas.

Trabajo

Nadie es profeta en su tierra

La eventual elección de  Angelino Garzón como director de la OIT pone a Colombia en el centro de la discusión laboral mundial. Un tema en el que el país se raja.

12 de diciembre de 2011

La decisión de impulsar la candidatura de Angelino Garzón a la presidencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es más que una estrategia política para callar a quien se había convertido en una de las piedras en el zapato del gobierno Santos.

La OIT es la máxima autoridad en asuntos de supervisión y protección de los derechos laborales. Se considera, en la jerarquía de la Organización de las Naciones Unidas, el segundo cargo más importante, luego del secretario general de la ONU. Así que el puesto al que aspira Garzón no es un simple hueso para entretenerlo.

Las implicaciones son muy importantes. La OIT es el gran observatorio del “trabajo decente en el mundo”. Y no solo eso, además, puede adoptar decisiones que afectan a los gobiernos cuando son violadas las normas laborales. Eso ha puesto en aprietos a países como Myanmar (Birmania), a los que en algún momento se les ha cerrado el flujo de ayuda externa por cuenta de esos anuncios de la OIT. Colombia estuvo a punto de quedar incluida en uno de esos pronunciamientos de la Organización a finales de los 90; pero hasta el momento nos hemos salvado de los señalamientos.

En Ginebra, Suiza, sede de la institución, se concentran representantes de 183 países de todo el planeta. Además, tienen asiento en las discusiones trabajadores, empleadores y gobiernos, lo que le significa ser el único ente multilateral “tripartito”. Y las reuniones no son para discutir temas abstractos. En los debates sobre asuntos laborales y sindicales se tratan contenidos específicos. Se discute desde la situación de seguridad para los sindicalistas en Colombia, hasta el trabajo forzado en Japón. Desde allí se presiona para que haya soluciones a esos temas puntuales.

Si Angelino sale elegido y termina yéndose para Ginebra, el país va a recibir toda la atención en asuntos laborales. La elección puede resultar simbólica; primero, porque el Vicepresidente proviene del sindicalismo. Y, segundo, porque Colombia pasará de ser uno de los países motivo de análisis, a aquel que va a liderar los debates sobre el trabajo injusto en el mundo.

¿Cuáles son los desafíos entonces? Dar ejemplo. Ya se dio un primer paso con las medidas para evitar la intermediación laboral al fortalecer la vigilancia del esquema de cooperativas de trabajo asociado y los mecanismos de vigilancia y control del nuevo Ministerio de Trabajo. Además, que los temas laborales tengan su espacio propio en el gabinete de gobierno es un avance significativo.

Pero todavía falta mucho en otros frentes. La informalidad es un reto que reporta grandes desafíos, pues es un fenómeno que hoy afecta a 55% de la fuerza laboral del país.

Es claro que la candidatura de Angelino representa una enorme posibilidad para que Colombia fortalezca su política de protección a los trabajadores y sindicalistas. Sería una oportunidad de oro para avanzar en estos frentes.

Sin embargo, también significa el compromiso de las autoridades y los empresarios para dar ejemplo. No quedaría bien, si se da la elección del Vicepresidente en la OIT, que Colombia predicara, pero no aplicara.