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Mercados. El estornudo del 27 de febrero

Si bien la caída reciente de los mercados no se ve como el comienzo de una crisis profunda, sí es el comienzo de una mayor aversión al riesgo por parte de los inversionistas. Los más afectados serán los países emergentes.

16 de marzo de 2007

El 27 de febrero, después de más de 8 meses de calma y de crecimiento continuo, los inversionistas se vieron sorprendidos por el desplome de los mercados financieros alrededor del mundo. A la caída del 9% de la bolsa de Shangai, siguieron las de las bolsas europeas, la bolsa de Nueva York y las bolsas de los países emergentes. Ese día, el Dow Jones perdió 416 puntos (3,39%), la mayor pérdida desde que reabrió tras el 11 de septiembre de 2001, el FTSE Eurofirst 300 cayó 2,86% y el FTSE 100, 2,31%. No obstante, las caídas más grandes se registraron en las bolsas más importantes de los países emergentes, como la de Turquía, donde las acciones perdieron 4,5% de su valor, la de Rusia, con una pérdida de 3,3% y la de Brasil con el 6,6%. La Bolsa de Colombia perdió casi el 5% de su valor ese día.

La reacción inmediata de los inversionistas fue huir hacia activos de menor riesgo, con lo cual los precios de los bonos soberanos subieron, con la consecuente reducción de sus rentabilidades. Los bonos a 10 años del Tesoro de Estados Unidos perdieron 12 puntos ese día, mientras los bonos corporativos y los de alto rendimiento, que tienen mayor riesgo, subieron. Al mismo tiempo, las monedas con bajas tasas de interés como el franco suizo y el yen japonés se valorizaron y la volatilidad aumentó en todas partes.

Mucho se ha especulado acerca de qué motivó realmente esta caída de los mercados, sin que, por supuesto, nadie tenga la respuesta. Para los más optimistas, lo que pasó ese día en los mercados del mundo no va más allá de una corrección necesaria después de varios meses de crecimiento. Los inversionistas buscaban una disculpa para tomar utilidades y la encontraron en la caída de la bolsa de Shangai que, a su vez, se desplomó ante el temor de que las autoridades chinas gravaran las utilidades sobre acciones con el fin de reducir los flujos de inversión hacia este país.

Pero esta explicación no es la única de lo que pasó ese día. Al mismo tiempo que esto ocurría, Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, hizo declaraciones acerca de la posibilidad de que la economía de este país entre en recesión al finalizar 2007. Además, las cifras que se publicaban sobre pedidos de bienes durables por parte de las empresas de Estados Unidos eran peores que lo que se esperaba, lo que preocupó a los inversionistas. Una baja inversión de las empresas aumenta la dependencia del consumo de la economía estadounidense, en un momento en el que podría caer por cuenta de la crisis en el sector de la vivienda.

Las malas cifras, sin embargo, fueron contrarrestadas con buenas noticias, como el aumento de la confianza de los consumidores, que alcanzó su nivel más alto de los últimos 5 años y las señales de que el mercado de la vivienda estaba llegando a una relativa estabilidad.

Un día después de la caída, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, salió a alentar los mercados. Los precios de los Bonos del Tesoro cayeron, con el consecuente aumento del rendimiento, a la vez que el mercado de China y los latinoamericanos se recuperaron. Con respecto a la caída del día anterior, Bernanke dijo que no había un único factor que la explicara, y que no veía ningún cambio en las perspectivas de la economía de Estados Unidos. Dijo además que los mercados estaban funcionando bien y que no había ninguna evidencia de que la crisis en el mercado hipotecario subóptimo se estuviera extendiendo al sector de la vivienda ni a la economía en general.

La pregunta ahora es si la caída del martes, que fue recibida como un baldado de agua fría, va a ser breve o si es el comienzo de una etapa negativa en los mercados que podría terminar en pérdidas del 10%, que es la definición aceptada de una corrección.

El comportamiento de los mercados en los días siguientes ha sido totalmente volátil. Pero lo que más nerviosos tiene a los inversionistas es la posibilidad de que el carry trade se esté devolviendo. Estas inversiones de mayor riesgo en busca de un arbitraje se financian con crédito barato, como es el caso en Japón, donde los inversionistas se endeudan en yenes para invertir en otros mercados de mayores rendimientos. De hecho, ante el temor de pérdidas mayores en los mercados del mundo, algunas de las posiciones financiadas de esta forma fueron liquidadas lo que llevó al fortalecimiento del yen, que se transó a ¥116,97/US$, el nivel más alto desde diciembre de 2006.

La discusión en este frente sigue, a pesar de que el yen se desvalorizó en la medida en que los inversionistas detuvieron la liquidación del carry trade. Para unos, lo que pasó el martes 27 de febrero no va a acabar con el carry trade, sino que va a hacer que los inversionistas se vuelvan más selectivos, mientras que para otros, sí es posible que el carry trade se devuelva, con lo cual el yen podría ubicarse entre ¥111/US$ y ¥112/US$. Este último grupo basa sus suposiciones en el hecho de que siempre que hay una crisis en los mercados, los inversionistas huyen hacia posiciones más seguras, como los bonos del tesoro de Estados Unidos; pero una vez pasa la tormenta, se salen de estas posiciones, lo que lleva a la desvalorización del dólar.

Qué esperar

Lo más probable hacia adelante es una gran volatilidad en todos los mercados y una mayor aversión al riesgo (los inversionistas retiraron US$615 millones de fondos de acciones de países emergentes en la semana del 27 de febrero), sin que esto implique que necesariamente se vaya a dar una corrección en los mercados, al menos en aquellos que mantienen buenos fundamentales. A diferencia de la crisis de 1987 o de la burbuja de internet en 2000, los precios de las acciones actualmente son consistentes con los resultados financieros de las empresas. Las utilidades de las empresas mantienen una alta participación en el PIB en muchos países, lo que está en línea con la valorización de los precios de las acciones. La economía mundial está creciendo rápido, y con base en las cifras de Estados Unidos —muy erráticas—, la probabilidad de que este país entre en recesión en este año es prácticamente inexistente.