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La actividad exploratoria implica ciertos riesgos ambientales. | Foto: .

Nicaragua

Los riesgos detrás de la exploración

Ambientalistas colombianos advirtieron las consecuencias que generarían las actividades de exploración petrolera en aguas cercanas a San Andrés.

21 de agosto de 2013

La semana pasada se conoció que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, otorgó una concesión de exploración de petróleo y gas en el territorio marítimo otorgado por la Corte de La Haya, que antes pertenecía a Colombia.

El anuncio causó molestia entre los colombianos, especialmente los isleños, que recordaron que por años se respetó esta zona de sensibilidad ambiental, aún cuando en el año 2010, el gobierno de Juan Manuel Santos entregó dos bloques en la cuenca de los cayos a las compañías Repsol y Ecopetrol, posteriormente se arrepintió y notificó la necesidad de no intervenir la zona.

Para el profesor de la Universidad Nacional, Carlos Vargas, el potencial petrolero de la zona es significativo y por eso el interés de Nicaragua. “Hemos calculado en cerca de 6.000 millones de barriles el potencial de la cuenca”, dijo.

Pero la actividad exploratoria implica ciertos riesgos, como el incidente ocurrido en el año 2010 en el pozo de Macondo —golfo de México—, que desencadenó un derrame petrolífero de 6.500 kilómetros cuadrados de extensión.

¿Cuáles son los peligros?

El título de Reserva de Biósfera Seaflower fue otorgado por la Unesco, en el año 2000, a los 350 mil kilómetros de lo que hasta hace un año se consideraba territorio marítimo colombiano en el occidente caribeño.

Según el profesor José Javier Toro, del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), en Seaflower se ha identificado la reproducción de múltiples especies como las langostas y cientos de peces que tienen como sitio de reproducción las áreas de influencia de reserva de la biosfera.

Por eso, con la exploración se arriesgaría a que hubiera una interrupción de los ciclos reproductivos de estas especies, el intercambio de nutrientes que desarrollan los peces y otros animales propios del ecosistema acuático, así como los posibles escapes de hidrocarburos que contaminarían las aguas, y que por corrientes u oleaje pueden llegar a playas colombianas.

“Los peligros vienen también desde el mismo movimiento de la infraestructura que debe posicionarse allí. Muchas de estas exploraciones las hacen con sistemas de explosivos para remover corales”, señaló y añadió que aún no se ha desarrollado la tecnología necesaria para adquirir una seguridad del 100% en temas de exploración de hidrocarburos en el planeta tierra.

Por su parte, Adriana Santos Martínez, bióloga y docente de la Universidad Nacional en el Caribe, señaló que esa actividad genera impactos físicos, químicos y geomorfológicos que podrían afectar directamente a la flora y la fauna.

Y que se trata de una zona, cuya población vive de los recursos que extrae del mar e, indudablemente, la comunidad pesquera y turística podría verse afectada por los daños ocasionados en las aguas; lo que sin duda constituiría también perjuicios sociales, económicos e incluso culturales.

Para Toro, “no podemos decir que vamos a aplicarle la decisión de La Haya a los peces para que cambien sus sitios de reproducción, y a los pescadores para que se muevan de lugar, porque tradicionalmente lo han hecho allí durante años”.