Home

País

Artículo

El polémico primer ministro Silvio Berlusconi, que lidera un Gobierno de centro-derecha, está acercándose a la millonaria China para que le inyecte recursos a su país.

Coyuntura Internacional

La cosa está fea

Aunque Berlusconi avanza en la aprobación de un nuevo ajuste fiscal, ni los mercados, ni las calificadoras parecen creerle. Si Italia se quiebra, arrastraría a la Unión entera.

14 de septiembre de 2011

Después de Grecia, la principal preocupación del planeta económico tiene nombre propio: Italia. Con el karma de crecer poco y estar muy endeudado, se teme que sea el siguiente país europeo en quebrarse. Y, si eso pasa, arrastraría consigo a la Unión entera, dado que su tamaño hace que ninguno de sus vecinos tenga recursos suficientes para rescatarlo.

Aunque el gobierno de Silvio Berlusconi aprobó en el Senado, y va en medio camino en la Cámara, un nuevo paquete de reformas (que incluye un alza del IVA de 20% a 21%; un gravamen de 3% sobre las rentas que superen los 300.000 euros anuales y una ampliación de la edad de jubilación femenina de 60 a 65 años), los mercados no le creen y cada vez le cobran más intereses por comprarle sus papeles de deuda.

Los bonos italianos a diez años llegaron a principios de agosto al máximo de 6,4%, al tiempo que sus bolsas registran caídas superiores al 30% en lo corrido del año. La situación es tan crítica, que un gobierno de centro-derecha, como el de Berlusconi, tuvo que recurrir a China para que le ayude a evitar una debacle, comprando bonos e invirtiendo en sus empresas.

Otra entidad que compra deuda de la tercera economía más grande de Europa es el banco central de la Unión, que adquiere paquetes semanales de más de 10.000 millones de euros a condición de que avancen en el ajuste fiscal, con el cual se busca ahorrar 54.000 millones de euros y eliminar el déficit fiscal en 2013. El problema es que esas medidas no son populares, más si se tiene en cuenta que para ese año están programadas elecciones en Italia.

La otra cara

Entidades como el Deutsche Bank, el Fondo Monetario y la Ocde han reducido sus proyecciones de crecimiento italiano (ubicándolas por debajo de 1% este año), lo que refuerza la idea de un panorama negro para este país. Sin embargo, hay analistas que consideran que la situación no va a empeorar, pues Italia tiene indicadores que le van a permitir resistir el embate de los mercados bursátiles.

Por ejemplo, el déficit del sector público es de 4% del PIB, una cifra baja frente al 10% del Reino Unido y al 11% de los Estados Unidos. Italia tampoco está expuesta a una burbuja inmobiliaria como España, ni sus bancos muestran señales tan negativas como los franceses. Su desempleo es de 8%, inferior al de España, Grecia y el mismo Estados Unidos, lo que le da un mayor margen de maniobra al gobierno para llevar a cabo reformas fuertes.

No obstante, las calificadoras no ven los puntos a favor de Italia y desde mayo pusieron en revisión su nota para una posible descalificación, tema que ya no parece tan descabellado tras el antecedente de Estados Unidos.

Si bien Berlusconi tiene margen para seguir apretando el cinturón, la pregunta es si esa dieta fiscal le va a alcanzar para seguir respondiendo por una deuda que asciende a cerca de 120% del PIB.