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La buena empresa

Más que una moda o discurso filosófico, el comportamiento ético en las empresas se puede traducir en acciones y beneficios concretos.

8 de julio de 2005

Al parecer, el papel de la empresa en la sociedad nunca ha sido más relevante que hoy. Cada vez más es llamada a servir a la sociedad; no solo debe tener y crear riqueza sino también dar, retribuir. La creciente preocupación mundial por la agudización de la pobreza y la desigualdad, entre otras cosas, ha dado lugar a iniciativas como el Global Compact, un tratado patrocinado por las Naciones Unidas que busca que el sector privado asuma un compromiso ante el mejoramiento de los derechos humanos y laborales, y el ambiente, y contra la corrupción. Por su parte, las grandes empresas de los países más ricos del mundo les pidieron a sus gobiernos fijar criterios para reducir la emisión al ambiente de gases contaminantes. Otros proponen formas para medir el comportamiento social de la empresa, lo mismo que se hace con cualquier otro indicador financiero. Para no ir demasiado lejos, en Colombia, Acopi, el gremio de los pequeños industriales, en su congreso nacional llevado a cabo a finales de junio, presentó una lista de ocho deberes que asumirán sus empresarios. Estos incluyen su compromiso de pagar sueldos justos, combatir la discriminación de género, cumplir sus obligaciones laborales y facilitar el desarrollo humano de los empleados y sus hijos, entre otras cosas.

Para muchos, estos ejemplos no representan más que la necesidad de volver al viejo concepto de la ética empresarial. No es una moda. Los principios deben regir el comportamiento de los individuos y, por ende, el de sus empresas. Porque en la empresa confluyen una variedad de intereses y personas, y se crean los dilemas éticos. El tema en Colombia parece muy relevante. Una encuesta de la Universidad de la Sabana entre sus estudiantes ejecutivos revela que cerca del 67% ha tenido conocimiento de comportamientos no éticos en su organización y el 33% ha sentido influencias indebidas de parte de superiores en cuanto a comportamientos no éticos (ver gráficos).

Sin embargo, la falta de claridad sobre qué es un comportamiento ético entorpece el desarrollo de una cultura ética dentro de la empresa. Como dice Hugo Niño, de la consultora Visión, de la Universidad de la Sabana y catedrático de ética empresarial, la ética se suele reducir a sus connotaciones exclusivamente negativas. Es decir, al hablar de ética se alude a actos de corrupción y a acusaciones. Por eso, dice Andrés Bernal, del programa de gobierno corporativo de Confecámaras, "no hablamos de ética con los empresarios porque pueden pensar que los estamos acusando de ser no éticos. Preferimos hablar de buen gobierno corporativo".

La ética también se suele asociar al ámbito de lo público exclusivamente, como si la contratación con el Estado fuera la única instancia en que se crean conflictos éticos. No es para menos. Un estudio de corrupción en Colombia realizado por el Banco Mundial muestra que más del 60% de los empresarios encuestados piensa que los procesos de contratación con el Estado son poco transparentes, el 46% afirma que casi siempre hay que hacer sobornos para asegurar un contrato y el 59% confiesa contactar a los funcionarios para influir en la adjudicación de un contrato.

También se confunde la ética empresarial con la filantropía o con las obras sociales para las localidades donde opera la empresa. Para unos, esta idea de la ética empresarial esconde la concepción de que la empresa tiene el objetivo único de crear valor para sus accionistas, lo que solo se logra a costa de los demás y que, por ende, habría que dar algo en compensación. Si bien estos ejercicios son loables e incluso el código de buen gobierno corporativo de Confecámaras incluye un capítulo de inversión social, ejercer la ética empresarial no tiene por qué ser costoso. "A veces solo se necesita un poco de justicia, como pagar sueldos justos", dice Niño, de Visión.

Hay más concepciones erradas. Una de ellas es que la ética es un asunto religioso, de filósofos o, como a veces se cree, que se reduce a hacer las cosas legalmente. El buen comportamiento de una empresa -como no decir mentiras o verdades a medias a los clientes y los proveedores, o ser justo con los empleados- no son cosas necesariamente exigidas por ley, pero sí ocupan el quehacer ético de una empresa.

Así, la ética empresarial no tiene que ser algo complicado; comprende esencialmente los actos que denotan 'decencia': no engañar, no mentir, cumplir la palabra y respetar. También es justicia: pagar sueldos justos, no discriminar, reconocer el buen trabajo. Como parte de su programa Rumbo Pymes, dirigido a fortalecer el desempeño ético de la pequeña y mediana empresa (ver recuadro), la Corporación Transparencia por Colombia, capítulo colombiano de Transparencia Internacional, propone que la ética en la pyme (al igual que en la gran empresa) incluya el liderazgo ético y ejemplar, la construcción de valores y estándares de conducta acordados por la totalidad de la empresa, la comunicación de esos valores a los empleados y su capacitación para que los ejerzan diariamente, además de la construcción de mecanismos para reportar conductas inapropiadas y resolver dilemas éticos.



Ética aterrizada

¿Pero para qué sirve la ética? ¿Tener un comportamiento ético reviste una importancia intrínseca o es bueno para los negocios? Como dice Alma Rocío Alcázar, coordinadora del programa Rumbo Pymes, "el reto es ligar la ética con el beneficio económico. Para la empresa, no se trata de ser buena per se, pero tampoco ser un animal de lucro exclusivamente". Pero para que esto se haga realidad en la empresa, el discurso ético no puede quedarse en lo etéreo sino que debe aterrizarse en actos concretos, agrega. Entonces, ¿cómo hacer operante el discurso ético en la pequeña y mediana empresa? Algunas de las empresas que ya han comenzado el proceso con la Corporación Transparencia por Colombia ofrecen unas lecciones.

El reto es mucho más difícil de lo que inicialmente se imagina porque "la ética en la empresa no se reduce a buenas intenciones sino que implica un cambio de cultura empresarial", dice Francisco Guerrero, gerente de Reencauche Guerrero, comercializadora de llantas y servicios conexos. Para realizarlo, como primer paso, el empresario invitó a sus 120 empleados para que dijeran qué entendían por comportamiento ético. Luego, con ellos fijó unas pautas sobre una definición de comportamiento ético. Sorprendentemente, dice Adriana Riaño, encargada del programa de ética en la empresa, encontraron que los empleados quisieron agregar el principio de justicia y respeto. "Haber incluido este principio empezó a crearles un sentido de pertenencia con el tema de la ética", dice.

El caso ilustra la importancia de la comunicación abierta y franca en la construcción de un ambiente ético. Con la convocatoria, Guerrero entendió que si bien la comunicación que venía desde los directivos fluía, era la comunicación alterna, desde los empleados, la que podía crear un ambiente distinto. Una serie de cambios en cuanto al manejo de bodegas y a los esquemas de remuneración, dice Guerrero, habían creado entre los empleados la sensación de que la empresa los estaba irrespetando.

A Schott Envases, el diálogo con sus empleados también le abrió los ojos a dilemas éticos que sus directivos no tenían presentes, dice Mauricio Villegas, su gerente. Por ejemplo, algunos funcionarios de la empresa tomaban decisiones de negocios que concernían a contratistas y clientes con quienes tenían parentescos. Esto se sabía, dice Villegas, pero nunca se había visto desde un punto de vista ético.



Para el día a día

Implementar efectivamente normas éticas en la empresa también tiene relación con la autonomía moral de los integrantes de la empresa. Es decir, si bien puede haber códigos de ética y diálogos abiertos, practicar la ética en el diario quehacer de la empresa se complica. Y aquí es donde se necesitan mecanismos concretos.

Como comenta Francisco Guerrero, sus vendedores enfrentan jefes de compras que exigen pagos por hacer el negocio. La tentación de dar el pago es grande, por ello Guerrero ha instaurado un programa que llama Honestidad Activa. La idea no es renunciar a un negocio, sino buscar otras maneras de conseguirlo sin hacer pagos. Esto incluye, primero, buscar otro funcionario en la empresa del cliente que también pueda tomar decisiones de compra. Por otro lado, la empresa contrató una consultoría para capacitar a sus vendedores para que puedan vender con más argumentos. Esto no es solo ético, sino necesario, dado que Guerrero Reencauche está enfocando su negocio más hacia la venta de servicios, que a la venta de llantas. Por su parte, Schott redistribuyó sus clientes entre sus vendedores para evitar conflictos de interés, dice Villegas. También se implementaron controles al otorgamiento de descuentos y a las cotizaciones por debajo de los precios autorizados.

En otras ocasiones, hay que dar claridad a los procesos o incluso crearlos. Para dar un buen ejemplo a sus empleados, Schott creó procesos para autorizar el uso de vehículos y de viáticos, entre otras medidas. Y en aras de mejorar los canales de comunicación entre los empleados también estableció estándares de comunicación para temas que van desde el uso del correo electrónico y la formulación de quejas, hasta cómo contestar el teléfono.

Implementar mecanismos para mejorar el 'rendimiento ético' de la empresa puede ser difícil, pero muchas veces es rentable. Una de las cuestiones más difíciles de cualquier campaña de ética empresarial es medir su impacto económico sobre la empresa. Aunque incipientes, ya hay algunos beneficios. Para demostrar su confianza en la ética empresarial, los directivos de Guerrero Reencauche eliminaron las requisas a los empleados a la salida del trabajo, pero también suprimieron los cargos de los supervisores encargados de vigilar el trabajo de los empleados, con ahorros en gastos de nómina. Esto ha influido directamente en la rentabilidad de la empresa, aun cuando las ventas se han mantenido, agrega. Adicionalmente, en vez de vigilantes, hoy usan indicadores para medir productividad, que han mejorado el desempeño. Y en Schott, dice Villegas, el nivel de compromiso de los trabajadores con su trabajo ha crecido sustancialmente.