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| Foto: Getty Images

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Milenial: ¡la cosa no está fácil!

Una investigación de la Universidad de los Andes demuestra que estos jóvenes son los más afectados por la deserción escolar, la desocupación y la falta de formación para el trabajo. Su acceso a la educación superior también es limitado.

12 de febrero de 2019

Según un reciente informe del Centro de Estudios sobre el desarrollo Económico (Cede) de la Universidad de los Andes, solo 42% de los jóvenes colombianos entre 15 y 24 años estudia, 19% únicamente trabaja, 23% estudia y trabaja, y el 15% restante ni estudia ni trabaja (“nini”).

No se puede inferir que los milennial que se encuentran dentro de los denominados ‘ninis’ lo estén por decisión propia, ya que en su mayoría están buscando empleo o recursos para estudiar, se dedican a labores del hogar, al cuidado de familiares y a otras actividades productivas. Tan solo 3% de los denominados ‘ninis’ se dedica a la improductividad y al ocio. El estudio también reveló cuáles son los principales obstáculos que enfrentan los jóvenes a la hora de insertarse en el aparato productivo del país.

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La educación es uno de los factores que determina la inserción de los jóvenes en la economía, y en Colombia a pesar de que la educación básica es gratuita y alcanza una cobertura de 84%, tiene un alto índice de deserción, que en el caso de los hombres alcanza 11,9% y en de las mujeres 9,7%.

Al llegar a la educación superior el panorama tampoco es alentador, pues a pesar de la aplicación de políticas públicas cómo el antiguo ‘Ser Pilo Paga’ ahora ‘Generación E’, y la facilidad para acceder a los créditos del Icetex, tan solo 50% de los jóvenes tienen la posibilidad de acceder, con el agravante de que la tasa de deserción por corte alcanza 45%.

Las principales dificultades por las cuales los milennial no acceden a la educación superior o desertan, incluyen el embarazo adolecente y los altos costos de las matrículas que oscilan entre US$ 800 y US$4.800 (dependiendo si es pública o privada), y en menor medida la urgencia de trabajar, prestar el servicio militar, y la necesidad de dedicarse completamente a las labores del hogar. 

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Los comportamientos de riesgo en la juventud, como el consumo de alcohol, de tabaco, de sustancias psicoactivas y la participación en delitos, también afecta en gran medida el bienestar económico y social de los jóvenes en la vida adulta.

Por otro lado, el mercado laboral al que se enfrentan hoy los jóvenes se caracteriza por tener altos índices de informalidad y significativas tasas de desempleo juvenil que se acercan a 19% en el caso de los hombres y a 23% en el caso de mujeres.

Los esfuerzos del Estado en esta materia, como la ley del primer empleo y la ley de emprendimiento juvenil, se quedan cortos frente a la poca flexibilidad de la legislación laboral, los altos costos laborales no salariales y el alto salario mínimo (en comparación con otros países de la región).

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Como lo muestra el estudio, la fotografía actual para los jóvenes es desalentadora, por lo cual es necesario que se impulsen más políticas públicas multidimensionales, para que estos puedan construir un bienestar económico prometedor, y así mismo puedan convertirse en una pieza determinante para el desarrollo productivo del país.

Pues fenómenos como el embarazo adolescente (especialmente en estratos socioeconómicos bajos), la dificultad para encontrar empleos de calidad, el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas y el difícil acceso a la educación están afectando negativamente las decisiones tanto laborales como académicas de los jóvenes; el país no se puede dar el lujo de desaprovechar las capacidades y fortalezas de toda una generación.

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