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COYUNTURA/Para los negocios

Inflación, un nuevo giro

La reducción de los precios de los commodities, si llegara a ser permanente, le quitaría presión a la inflación y facilitaría el manejo de la política monetaria.

15 de agosto de 2008

Ha pasado un año desde agosto 9 de 2007, cuando explotó la crisis de la deuda hipotecaria subprime en Estados Unidos. Y, en este año, lo que en un principio parecía un problema limitado a un pequeño grupo de la población, se ha extendido al sistema financiero internacional, dejando muchas víctimas por el camino. Aún hoy, no se sabe cuál pueda ser la magnitud de la crisis ni cuándo va a tocar fondo.

Entre los grandes protagonistas de este último año están los banqueros centrales en el mundo entero y, en particular, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), Ben Bernanke, que ha luchado incansablemente para evitar una catástrofe que pudiera hundir la economía de Estados Unidos. En este esfuerzo ha utilizado todo tipo de herramientas, algunas alejadas de la ortodoxia que se espera de un banquero central, e incluso hay quienes afirman, como su predecesor, Alan Greenspan, que con sus actuaciones ha puesto en riesgo la independencia de la entidad que dirige.

No obstante, lo cierto es que mediante malabarismo y creatividad, Bernanke, aunque quizás no pueda evitar que eventualmente la economía de su país entre en recesión, sí ha logrado que el impacto de la crisis sea menor de lo que hubiera sido si simplemente se hubiera limitado a la ortodoxia.

En estos doce meses, el presidente de la FED redujo los intereses drásticamente, de 5,25% a 2%; introdujo una nueva modalidad de líneas de crédito para las entidades en problemas; respaldó la deuda de Bear Stearns, un banco de inversión; aceptó financiar a Fannie Mae y Freddie Mac, las dos compañías hipotecarias que manejan el 50% de las hipotecas en Estados Unidos, e impulsó los estímulos fiscales.

Todo, en una coyuntura nada fácil, en la que el comportamiento de la inflación cambió a nivel mundial y, de una situación cómoda que duró varios años, en la que los precios bajaron continuamente por cuenta de la globalización y los aumentos en productividad, se pasó a una en la que suben aceleradamente, convirtiéndose en la gran pesadilla de los banqueros centrales. Es difícil para un banquero central controlar la inflación al mismo tiempo que debe velar porque la economía no se desacelere demasiado. Son dos objetivos de política que claramente riñen entre sí.

En este sentido, las caídas recientes de los precios de los commodities, si llegaran a ser permanentes, se convertirían en un gran alivio para el manejo de la política monetaria, ya que buena parte de las presiones inflacionarias actuales tienen su origen en los altos precios de la energía y de los alimentos.

El debate que viene

En la semana del 4 de agosto los bancos centrales de Estados Unidos, Europa e Inglaterra tomaron la decisión de mantener inalteradas las tasas de interés, pese a las presiones inflacionarias existentes, debido a que todos le temen a la desaceleración de sus respectivas economías. Sin embargo, al mismo tiempo que tomaban esta decisión, el mercado de commodities empezó a mostrar un cambio de tendencia que, de mantenerse, le haría la vida mucho más fácil a los banqueros centrales.

El problema es que aún no se sabe si se trata del fin de la burbuja de los commodities o de una baja temporal. Por ahora, lo único cierto es que la caída del precio del petróleo a niveles por debajo de US$120 por barril condujo a la venta masiva de los otros commodities, y por tanto a la caída de sus precios. Unos cayeron simplemente por este motivo y otros porque están vinculados al petróleo a través de los biocombustibles, como la soya y el maíz. El índice Reuters-Jefferies CRB, que es un referente mundial, cayó 15,6% frente a su récord histórico del mes anterior. No obstante, todavía no se puede cantar victoria, pues el índice está un 27,9% por encima de su valor de hace 12 meses.

El Deutsche Bank, en un informe económico especial titulado Commodities: Falling off their Peak, sostiene con argumentos basados en fundamentales que la tendencia de los precios del petróleo es a la baja, mientras que la de los alimentos es todavía al alza, aunque en niveles inferiores a los de los últimos 12 meses.

En cuanto al petróleo, la entidad considera que en el corto plazo es muy posible que se reviertan en los próximos 12 meses las condiciones que llevaron el precio a US$145 por barril, como consecuencia del aumento de producción por parte de Arabia Saudita. Esto, más la menor demanda por petróleo prevista para Estados Unidos y Europa, debería llevar el precio del crudo a US$100 por barril en enero de 2009, y a US$85 en enero de 2010, en línea con el costo marginal de producción.

En el largo plazo, el Deutsche Bank considera que los cambios estructurales que se están llevando a cabo, a raíz de los altos precios del petróleo, conducirán necesariamente a la reducción de la demanda.

Según los analistas del banco, el aumento en el gasto de energía en Estados Unidos, 7,5% del ingreso disponible, ha hecho que se reduzca la demanda por carros grandes y que se reduzcan también las millas recorridas. Adicionalmente, las medidas adoptadas por las autoridades de este país en diciembre de 2007 ayudarán a reforzar esta tendencia. Se estableció, por ejemplo, que para 2020 el rendimiento mínimo de combustible de los carros de pasajeros debería ser de 27,5 millas por galón y, por primera vez, se introdujeron mínimos para el rendimiento en el resto de vehículos. Se expidió, igualmente, una ley que lleva a duplicar la oferta de biocombustibles para el año 2022.

De otra parte, en Europa se aumentó el rendimiento mínimo de 35 millas por galón a 45 millas, e Italia y España, que son grandes consumidores, están tomando medidas para generar energía alternativa -gas natural, energía renovable y nuclear-. China, por su parte, está imponiendo altos impuestos a los vehículos que no son eficientes.

Para los analistas del Deutsche Bank es claro que la disminución de la demanda en los países desarrollados no alcanza a compensar los aumentos de la demanda en los países emergentes, que se estima en 3,7% anual. No obstante, consideran que la disminución de los subsidios a los combustibles en estos países reducirán el consumo, y registrará un menor crecimiento al previsto.

Por el lado de los precios de los alimentos, el banco es menos optimista. Prevé que, aunque en el corto plazo las cosechas serán mejores que en el año anterior, la mayor demanda por parte de los países emergentes mantendrá los precios altos, aunque ligeramente inferiores a los de los últimos meses.

Los cambios de tendencia de los precios de los commodities necesariamente van a incidir en el debate con respecto a lo que deben hacer las autoridades monetarias frente a las tasas de interés. Si la inflación dejara de ser una preocupación para los bancos centrales, no habría razón para que los bancos centrales subieran los intereses. Por el contrario, podrían relajar la política y dedicarse a fortalecer la economía. No obstante, aún es muy pronto y hay que esperar un tiempo para ver hacia dónde van realmente los precios.