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El plan de Obama es ambicioso, aunque no muy creativo. Consiste en el típico paquete keynesiano de impulso con recursos públicos. Recorta impuestos a la nómina y da beneficios tributarios a las empresas que generen empleos y crezcan.

Coyuntura Internacional

¡Es el empleo, estúpido!

Mientras Obama lanza su programa para la creación de puestos de trabajo, el panorama laboral en Europa se enrarece cada día más. Vienen nuevas revueltas sociales por un problema que solo parece empeorar.

14 de septiembre de 2011

El plan de empleo que ideó el presidente Barack Obama para tratar de paliar la crisis económica que enfrenta la primera potencia del mundo cayó bien entre la opinión pública de ese país. Tanto, que los Republicanos ya le están haciendo oposición a ese paquete de medidas, porque saben que, si tiene éxito, Obama podría ir directo hacia la reelección el próximo año.

Ese es el aspecto más importante de este asunto: la política debe resolverles los problemas a los pueblos. Y la decisión de generar empleo apunta a que millones de personas que no han podido ubicarse laboralmente luego de tres años de crisis lo puedan hacer. Eso sería una política verdaderamente popular, contraria a la billonaria emisión monetaria de los últimos años, que buscaba fortalecer los balances macro de los países en crisis.

El empleo se ha vuelto el gran tema de la política económica, no solo en Estados Unidos sino en Europa. Primero, porque la tasa de desocupación alcanzó niveles históricos. En Norteamérica ya está en 9,1%, un golpe brutal para una economía que depende en 70% de su consumo interno. En Europa, el desempleo va alrededor de 10%. La cifra es alarmante en países como España o Grecia, en donde la tasa de desocupación llega a niveles de 20% y 16%, respectivamente.

Lo que está quedando en evidencia es que la política de inyección monetaria para garantizar la estabilidad de las finanzas públicas y los sistemas bancarios ha resultado infructuosa. Millones y millones de dólares y euros han sido puestos en circulación para que la caja de países y bancos no se vea afectada por un eventual default. Pero esa amenaza sigue latente, sobre todo ahora que una moratoria de Grecia parece inminente.

Tantos millones de dólares en rescates bancarios y estímulos económicos tampoco han servido para disminuir la pobreza. Todo lo contrario. Los últimos datos muestran que esta ha ido aumentando. En Estados Unidos, para no ir más lejos, hoy existen 46 millones de pobres, la cifra más alta en 52 años.

Por eso, los políticos están buscando alternativas. Y el primero en hacer algo fue Obama, con su reciente propuesta para generar empleo. Se trata de un plan ambicioso, aunque no muy creativo, pues consiste en el típico paquete keynesiano de impulso con recursos públicos. Recorta impuestos a la nómina y da beneficios tributarios para las empresas que generen empleos y crezcan. Además, propone un plan de gasto para mantener a los profesores, policías y bomberos en sus cargos. Destina, igualmente, varios miles de millones para inversión en infraestructura como vías, aeropuertos, trenes y escuelas. Se trata de un paquete de US$447.000 millones.

Lo que queda en evidencia es el enorme contenido político de la estrategia económica. En el caso de Estados Unidos, los Republicanos anunciaron su oposición al proyecto de Obama, porque les preocupa que el déficit siga subiendo. Sin embargo, lo peor es quedarse sin hacer nada y permitir que todo el aparato productivo se deteriore paulatinamente.

En Europa la situación no es distinta. Mientras los gobiernos anuncian más ajuste fiscal, con aumento de los impuestos y reducción de beneficios laborales y pensionales, la población se está levantando con protestas y marchas sociales que ocupan las primeras páginas de los diarios. Las decisiones económicas se volvieron un problema social y, en consecuencia, político electoral.

Christine Lagarde, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), hizo un diagnóstico contundente sobre esta situación. Según ella, “para las economías avanzadas, no hay duda de que la sostenibilidad fiscal debe ser restaurada a través de creíbles planes de consolidación. Pero también sabemos que consolidar muy rápido puede lastimar la recuperación y empeorar las perspectivas de empleo. El desafío entonces es encontrar un ritmo de ajuste que no sea ni muy rápido, ni muy lento”.

Pier Carlo Padoan, el economista en jefe y secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), señaló algo similar al decir: “el alto desempleo de largo plazo y las débiles tasas de salida de la desocupación en algunos países muestran el riesgo de que esa situación se consolide”. El tema va a ser central en la próxima cumbre del FMI el 20 de septiembre en Washington.

Hasta el momento, los gobiernos le han puesto todo el combustible a sus planes de consolidación fiscal y financiera. Las protestas y la caída en la popularidad de los presidentes muestran que es necesario cambiar el enfoque. La lucha contra el desempleo debe ser la prioridad, no solo por conveniencia política, sino por ser uno de los caminos para fortalecer el aparato productivo de los países en crisis. Algo obvio que tardaron tres años en entender.