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Naoto Kan, primer Ministro japonés, calificó a esta como la peor tragedia para el pueblo nipón desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Coyuntura Internacional

El tsunami económico

La catástrofe de Japón es una amenaza para la recuperación económica mundial. La incertidumbre ronda los mercados del planeta.

18 de marzo de 2011

Con el tsunami de Japón, el imperio del sol naciente, la economía mundial podría estar entrando en una larga y oscura noche. El devastador maremoto no solo ha dejado consecuencias humanitarias sin precedentes, sino que ha abierto enormes interrogantes sobre el porvenir en materia financiera para el resto del planeta.

Las razones son varias. Primero, se trata de una de las catástrofes más duras y costosas en la historia de la humanidad: afectó a 12 millones de personas, 10% de la población japonesa y el número de víctimas fatales podría estar por encima de los 10.000.

Según la firma Credit Suisse, especializada en análisis de riesgos y costos de desastres, las pérdidas totales probablemente excederán los US$170.000 millones, muy por encima del sismo de Kobe (Japón) en 1995, que tenía el primer puesto en el ranking de los peores desastres naturales. Uno de los rubros más importantes serán los US$35.000 millones que tendrán que pagar las aseguradoras, pues la catástrofe afectó viviendas, vehículos, instalaciones industriales y de servicios e infraestructura representada en carreteras y aeropuertos. Esto impacta industrias muy importantes como la de seguros y reaseguros y, como veremos, tiene incidencia en la política monetaria mundial.

Pero el único problema no es que el terremoto haya pasado una cuantiosa cuenta de cobro. El sistema productivo japonés, el tercero más grande del mundo, se resintió gravemente. Fueron cerradas importantes plantas de firmas como Toyota, Honda, Nissan y Sony, y sectores completos como el siderúrgico están hoy paralizados. Otras grandes compañías del mundo, como General Electric, han sentido el impacto, pues tienen plantas en la isla.

Esto significa un golpe para la incipiente recuperación económica. Japón estaba dejando atrás los fantasmas de la deflación, gracias a que su industria y sus exportaciones volvían a tomar la senda del crecimiento. El PIB nipón aumentó el año pasado 4,3%, según el FMI, el mejor registro de los últimos 20 años.

Además, las averías de plantas eléctricas como Onagawa, Fukushima Daina y Fukushima Daiichi (que podrían terminar en una catástrofe nuclear) golpean duramente la industria. Actualmente hay solo 55 plantas activas, que generan apenas una tercera parte de la energía que consume el archipiélago. Mientras no se resuelva la amenaza nuclear, será difícil cuantificar el impacto total del desastre y muchos sectores económicos no podrán reiniciar su marcha. El tiempo ha empezado a jugar en contra de los japoneses: si se pierde confianza entre los consumidores y los empresarios sobre la capacidad de su gobierno para enfrentar la situación, habría una nueva contracción de la economía en el segundo trimestre del año. Esto va a agravar el estado de la banca japonesa, lo que preocupa profundamente al sistema financiero europeo y estadounidense.

Cuentas no tan claras

Los analistas internacionales están preocupados porque Japón no tiene mucho margen de maniobra para financiar la reconstrucción. El déficit fiscal alcanza 10% del PIB y la deuda pública llega a 200%. Por eso, el principal interrogante es de dónde van a salir los recursos.

El Banco Central de Japón anunció una inyección de liquidez a la economía de unos 15 billones de yenes (US$275.000 millones) y mantuvo las tasas de interés (0%-0,1%). El gobierno ha dicho que se dispone a diseñar el presupuesto de emergencia para afrontar la crisis.

La financiación de ese presupuesto tiene dos posibilidades: subir los impuestos o vender reservas internacionales. Si es lo primero, podría impactar la ya golpeada economía japonesa. Si es lo segundo, generaría una revaluación del yen, que afectaría la industria exportadora que tiene un gran peso en su economía.

Otra opción es salir a vender activos en otras monedas, como, por ejemplo, títulos del tesoro americano. Esto le crearía un problema a la Reserva Federal de los Estados Unidos, pues le obligaría a subir más rápido los intereses, frenando la recuperación de la economía gringa. Allí el problema se volvería mundial.

Un coletazo sobre la economía planetaria tiene que ver con una eventual caída en la demanda japonesa. Eso tendría un efecto a la baja sobre el precio de los commodities. Japón es un gran importador de productos agrícolas, como trigo -el mayor consumidor del mundo-, soya, cebada, avena, maíz, entre muchos otros.

De otro lado, la economía nipona es uno de los mayores productores de energía nuclear del planeta, después de Francia y Estados Unidos. Los precios del petróleo, el gas y el carbón podrían aumentar en el mediano plazo, si el mundo mira con temor la generación eléctrica nuclear, que hoy representa el 6% de la energía mundial.

A lo anterior se sumaría el impacto monetario. La inyección de más de US$275.000 millones podría no solo golpear el yen, sino generar un efecto de carry trade: los inversionistas se endeudan a bajas tasas en Japón para invertir en otros lados.

También hay preocupación acerca del manejo que Japón haga de la deuda y las reservas. Buena parte de los pasivos financieros está concentrada entre 2011 y 2015 y, si se presentan problemas refinanciándose, se vendrían grandes dificultades para la economía mundial. Grecia, Irlanda y Portugal son problemas minúsculos al lado de lo que sería un problema en el financiamiento de un país como Japón.

Los problemas de la economía nipona no son de exclusivo resorte de las autoridades japonesas. El tsunami representaría un duro golpe a la producción mundial o, por lo menos, frenaría la recuperación que traía.

Japón se acostumbró a superar desastres. El más importante de ellos, tras la Segunda Guerra Mundial, que terminó con la tragedia atómica de Hiroshima y Nagasaki. Han tenido que resurgir de las cenizas con una economía prácticamente en la ruina. Convirtieron a su país en la segunda economía del mundo, puesto que mantuvieron hasta hace unos meses, cuando China los desbancó. Hoy, muchos se preguntan si los japoneses podrán superar rápidamente este siniestro momento.