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Los reportes de víctimas inocentes de armas de fuego son una constante que se repite a lo largo del año desde México hasta Brasil y que parecen multiplicarse durante la temporada de fiestas.

Nación

El país de las balas perdidas

Colombia aún está llorando la muerte de una menor por culpa de una bala perdida disparada durante las celebraciones de año nuevo.

Alianza BBC
3 de enero de 2013

Los reportes de víctimas inocentes de armas de fuego son una constante que se repite a lo largo del año desde México hasta Brasil y que parecen multiplicarse durante la temporada de fiestas.

Así, el caso de una niña de 11 años de edad que murió en Medellín luego de ser alcanzada por el casquillo de uno de los muchos proyectiles disparados al aire para darle la bienvenida a 2013 está lejos se ser único en Latinoamérica.

Durante la semana de Navidad se informó de la muerte de menores por la misma causa en Guatemala, Honduras y Paraguay, donde la víctima fue una niña de tres años.

Y, según reportes de prensa, durante las celebraciones de año nuevo balas perdidas también causaron la muerte de una mujer de 23 años en el Estado de México y de un joven de Ciudad Cuauhtémoc, en el norteño estado de Chihuahua.

La verdadera dimensión del problema, sin embargo, resulta difícil de establecer, pues muy pocos países llevan estadísticas específicas sobre este tipo de casos, los que por lo general son registrados junto a los otros incidentes con armas de fuego.

Pero según la policía colombiana, que empezó a llevar estadísticas sobre el tema desde hace dos años, en este país suramericano los muertos y heridos por proyectiles extraviados en 2012 fueron 392. Es decir, más de una víctima al día.


A la baja
En el caso colombiano, las cifras de 2012 de hecho representan una ligera mejora en la situación con respecto al año precedente.

En 2011, los heridos por balas disparadas al aire fueron 353 y 62 los muertos. Mientras, en 2012 la cifra de muertos se redujo a 57 y la de heridos a 335.

Según las autoridades la leve reducción se explica, en parte, por las campañas de prevención.

Y la prohibición a la portación de armas en ciudades como Bogotá también parece estar teniendo efectos positivos en la batalla contra un flagelo que, según una investigación del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, CERAC, causó más de 1.000 muertes durante los últimos diez años.

Para la policía colombiana, sin embargo, la tendencia decreciente se explica sobre todo porque desde hace dos años existe el delito de "disparo sin necesidad" que contempla penas de entre uno a cinco años de cárcel por disparar al aire.

Con anterioridad sólo se sancionaba penalmente a los responsables de alguna lesión o muerte.

"Hacer disparos al aire ha sido una mala costumbre de tiempo atrás, que se agudiza en época de Navidad y Año Nuevo. Pero la denuncia y la judicialización por esta conducta han permitido ir reduciendo el número de colombianos afectados", dijo el director de Seguridad Ciudadana de la Policía de Colombia, general Rodolfo Palomino, según declaraciones recogidas por el diario El Tiempo.

¿Y el resto?
No todas las balas perdidas, sin embargo, caen del cielo. Los reportes de víctimas inocentes de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y el crimen organizado también son bastante comunes en Colombia, Brasil, México y Centroamérica.

Y eso, sumado a la falta de consolidados estadísticos oficiales, hace difícil establecer en realidad cuál es la capital de las balas perdidas de Latinoamérica.

En números absolutos la ciudad brasileña de Río de Janeiro fue durante mucho tiempo una fuerte candidata, pero todo parece indicar que las cosas han mejorado sensiblemente en los últimos tiempos.

Mientras que la evidencia anecdótica sugiere que el problema es particularmente grave en varias regiones de México.

Y en noviembre del año pasado ese país también tuvo que lamentar la muerte de un menor por culpa de una bala perdida que atravesó el techo de un cine en la capital.

Colombia, por su parte, parece estar haciendo todo lo posible para acabar con el flagelo.
Pero el año inició con una tragedia que les recuerda a los colombianos que el camino apenas empieza.