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Luiz Inacio Da Silva, presidente de Brasil.

El FMI tiene la palabra

Con la elección de Lula en Brasil, América Latina se acerca a un momento de definiciones. El Fondo Monetario Internacional estará atento en el 2003 para evitar los errores del pasado.

1 de noviembre de 2002

Lo que ocurra en el próximo año marcará la pauta en la perspectiva económica internacional de América Latina para el resto de la década. La región se encuentra en un punto de inflexión, en el cual los caminos que sigan Argentina y Brasil tendrán un efecto determinante.



Argentina deberá escoger si profundiza su crisis y entra en una cesación de pagos con el Fondo Monetario Internacional, o si logra detener la caída e iniciar una recuperación. Por su parte, Brasil escogerá entre cerrar las dudas de los inversionistas internacionales a través de un ajuste, o precipitar también una cesación de pagos motivada por el peso excesivo que ha tomado su deuda externa. Brasil escogió ya un nuevo presidente, Luiz Inacio "Lula" da Silva, mientras que Argentina tiene elecciones presidenciales en marzo del año entrante. Hasta ahora, las declaraciones de Lula han intentado apaciguar los temores de los mercados, pero las verdaderas definiciones sólo se verán a partir de enero del 2003, cuando asuma la presidencia. Por su parte, Argentina aún no llega a un acuerdo básico sobre la economía que ofrezca alguna garantía de ser avalado por el próximo presidente, por lo que su situación sigue en el limbo.



Es previsible, también, que en el próximo año el Fondo Monetario Internacional (FMI) intente asumir una actitud más decisiva y sentar unos parámetros más claros para su acción en la región. La crisis de estos dos países ha tenido un costo importante en términos de credibilidad y legitimidad para el FMI.



En la primera mitad de la década de los años 90, Argentina fue el caso de mostrar, con una fórmula que incluía muchas recomendaciones del FMI, incluyendo cosas como privatizaciones de servicios públicos y apertura del sistema bancario a la inversión extranjera. Brasil fue un caso parecido, pues el Plan Real (aplicado a partir de 1994), que incluía restricción fiscal, privatizaciones, reforma financiera y liberación comercial, logró también recuperar el crecimiento económico y reducir la inflación. En ambos países, el éxito de las reformas estuvo asociado a los acuerdos logrados con el FMI. Ahora, sin embargo, cuando los dos países han entrado de nuevo en crisis, el FMI recibe críticas extremas desde todos los ángulos.



Por un lado, los críticos de la globalización lo señalan como un instrumento de los países ricos contra los pobres en la batalla de la globalización. Las críticas desde el otro extremo son quizás más perjudiciales, sin embargo, pues se le califica de ser demasiado laxo y prestar sumas enormes sin que estos países den muestras de resolver sus problemas de estabilidad macroeconómica, de modo que sus préstamos tienen un alto riesgo de no pago. En el año 2000, el FMI entregó a Argentina US$14.000 millones, como parte de un paquete de rescate de US$40.000 millones; pero la situación siguió deteriorándose hasta llegar al default del año 2001. En agosto de 2002 el FMI ofreció un préstamo de US$30.000 millones a Brasil (en este caso el 80% del valor será desembolsado en el año 2003 y dependerá de las políticas que adopte el nuevo presidente). Se afirma que al ser demasiado permisivo con países que no han resuelto sus problemas fiscales, el FMI los estimula a pedir más dinero permanentemente.



Por ese motivo, el FMI lucha hoy por restablecer la claridad en los criterios para la entrega de préstamos. Intenta absorber las lecciones que dejó la década de los años 90 y desarrollar unos lineamientos claros para superar ambiguedades que generan enormes problemas. Algunas de estas lecciones son las siguientes:



Una crisis puede avanzar muy rápido. El éxito de Argentina y Brasil a comienzos de los años 90 (que atrajo hacia esos países cientos de millones de dólares de inversión extranjera) fue seguido por un deterioro igualmente veloz. Es necesario reconocer los indicadores tempranos de problemas y atacarlos a tiempo.



Sin ajuste fiscal no hay una solución verdadera. El rápido crecimiento económico y el flujo de inversión extranjera llevó a que el FMI dejara de presionar por el ajuste fiscal, particularmente en Argentina. Cuando la economía mundial se desaceleró, el déficit demostró ser la falla estructural que puso en peligro todo el modelo económico. Los indicadores fiscales pasan ahora a ser prioritarios.



Hay que revisar la sostenibilidad de la deuda. La deuda pública brasileña (doméstica y externa) era inferior al 35% del PIB en 1997, mientras que para el año 2000 algunos señalan que podría superar el 60% y se acerca a un nivel en el cual no es sostenible. Es necesario revisar hasta qué punto puede tomar deuda un país, antes de que ésta tome una dinámica propia (cuando se toma deuda para pagar intereses). Una vez que el tamaño de la deuda ha comenzado a crecer, es muy difícil detenerlo.



Es indispensable abandonar los modelos cuando no funcionan. El caso más difícil de explicar es el de Argentina. El esquema de la convertibilidad del peso por el dólar se sostuvo mucho tiempo después de que habían surgido serias dudas sobre sus posibilidades de éxito. Los problemas eran evidentes cuando Argentina se acercó al Fondo en el año 2000 a solicitar apoyo, pero a pesar de recibirlo llegó a una cesasión de pagos o default. El problema para el FMI en ese momento era, por un lado, que si bien había dudas sobre el modelo, también existía la probabilidad de que funcionara; y, por otro, que la convertibilidad contaba con un fuerte apoyo popular y político en Argentina. El FMI estimó que ante esas dos circunstancias no podía negarse a dar apoyo. Sin embargo, los escépticos tenían la razón. Ahora, el Fondo hará un mayor énfasis en exigir que los planteamientos económicos de los países no solo tengan apoyo político, sino además ellos sean coherentes y presenten un muy sólido argumento macroeconómico.



El ajuste fiscal necesita tener apoyo político. De nuevo, Argentina es el ejemplo. Así como hace dos años había un modelo errado qe contaba con pleno apoyo, el problema de hoy es que la propuesta del ajuste no cuenta con respaldo popular. El Fondo no encuentra en Argentina un grupo coherente de interlocutores que hayan logrado un acuerdo sobre lo fudamental para recuperar la economía del país, ni un compromiso mínimo que indique que los puntos básicos serán respetados por el próximo presidente. Sin ese acuerdo, es muy dificil avanzar hacia el ajuste.



Lo anterior tiene grandes implicaciones para toda América Latina. En el 2003 se hará claridad sobre dos hechos fundamentales. Primero, se verá si Argentina logra evitar lo peor, o si termina por hacer una cesación de pagos en su deuda con el FMI. En ese caso, la crisis del país continuará por varios años más. En segundo lugar, las decisiones de Lula determinarán el futuro de Brasil. El Fondo estima que si el país logra un crecimiento de 3,5% anual y mantiene un superávit primario de 3,7%, como el que está planeado en el ajuste fiscal que venía ejecutando el gobierno, las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda se despejarán. Superada la incertidumbre, Brasil debería entrar en una fase de crecimiento de largo plazo. El economista Stanley Fischer ha definido la crisis actual como una coyuntura histórica para Brasil. Si logra superarla con éxito, entrará a ser considerado dentro del grupo de países latinoamericanos que han encontrado un rumbo de largo plazo y son favorecidos por la inversión, con México y Chile.



Las implicaciones para Colombia también son evidentes. En Colombia apareció en el año 2002 un consenso político sólido alrededor del presidente Uribe y un fuerte respaldo político a las medidas necesarias para enderezar el rumbo económico. Por este motivo, Colombia se destaca ampliamente hoy en el contexto de América Latina. Si nuestro país demuestra en el año 2003 que es capaz de mantenerse en ese camino, podría cambiar la percepción internacional sobre sus posibilidades y desatar un proceso de atracción de capital en los años siguientes. Si no lo logra, se convertirá en un caso de estudio más sobre una oportunidad perdida, en un contexto donde el FMI y los bancos internacionales están alertas para responder con agilidad y evitar errores del pasado. La decisión sobre el camino a tomar está en manos de los colombianos.



El dilema de la reestructuración

Para algunos de los funcionarios más influyentes del FMI, la experiencia de Argentina demostró que se necesita un mecanismo que permita a los países deudores reestructurar rápidamente sus deudas. En la reunión anual del Fondo de septiembre, esta entidad presentó una propuesta al respecto.

El problema central consiste en poner de acuerdo a los tenedores de bonos soberanos de un país, que están dispersos en el mundo. La deuda de Argentina, por ejemplo, está repartida en 88 emisiones y 5 jurisdicciones legales.

El FMI propone un "enfoque contractual", en el cual cambiarían las cláusulas de los contratos de bonos para permitir una negociación, cuando una gran mayoría de los tenedores de bonos (entre 75% y 90%) esté de acuerdo.. Una segunda propuesta es un "enfoque estatutario" que crea una especie de legislación de bancarrota y una corte de bancarrotas para los países.

La propuesta fue recibida con un rechazo casi generalizado de los tenedores de bonos y ha despertado poco entusiasmo en los deudores.

Horst Kohler, director del FMI.