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El dato preciso

Es hora de garantizar la fiabilidad absoluta de las estadísticas del Dane. ¿Por dónde empezar?

14 de septiembre de 2007

Las circunstancias que enmarcaron la renuncia del director del Dane, Ernesto Rojas, ayudaron a revivir la discusión sobre dos temas cruciales. El primero, el de la necesidad de que el país tenga certeza sobre los datos que produce el Dane. El segundo, el de la necesidad de garantizarle autonomía a los organismos estatales que la requieran, aún a pesar de que en ocasiones sus trabajos se contrapongan a los intereses del gobierno.

El exdirector Rojas tuvo una administración polémica. Mientras estuvo en la oficina de estadísticas, cambió la metodología del censo de población que traía su antecesor, por una que no se había usado nunca en el mundo y que, a los ojos de los estadísticos expertos, tenía un gran riesgo de presentar imprecisiones (ver Revista Dinero No. 226). También modificó la forma de conducir la Encuesta Continua de Hogares, con la que se calcula, entre otras cosas, la tasa de desempleo, lo que nuevamente generó malestar entre la comunidad de estadísticos y de economistas que usan los resultados de la encuesta (ver revista Dinero No. 264). A la vez, promovió instrumentos valiosos como las encuestas de calidad de la educación y la encuesta agropecuaria, que comenzarán a funcionar en pocos meses (ver entrevista).

Discusión de método
La discusión sobre la calidad de los datos aflora porque en varias ocasiones en los últimos años las encuestas del Dane parecen arrojar resultados incoherentes. El más simpático de esos casos es el del censo de 2005 que permitía ver que el departamento con más doctorados del país era el Chocó —129 PhD por cada cien mil habitantes, cuando Bogotá tiene 106—.

Los demás casos no tienen nada de divertidos. En empleo, la oficina de estadísticas reportó para agosto de 2006 una tasa de ocupación de 49,7%. La cifra disparó las alarmas de los economistas porque no solo fue menor que la de agosto de 2005 (52,7%), sino a la de agosto de 2001 (52,6%), un momento en que apenas se salía de la recesión. El dato se salía de las proporciones normales. "Una baja tan fuerte del empleo no es consistente con un crecimiento sostenido que se está dando desde hace tiempo en la economía", señaló Stéfano Farné, director del Observatorio Laboral de la universidad Externado de Colombia.

Las cifras también mostraban que entre julio y agosto de este año se habían perdido 658.000 empleos en el país. De esos, cerca de 330.000 estaban en el sector agropecuario. El ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, señaló que a pesar de que el PIB agropecuario hubiera crecido poco (0,48% hasta junio), no veía claro por qué el campo podría haber sido un destructor de empleos tan grande. El resultado parecía exagerado.

Los investigadores del Observatorio Laboral hicieron unas pruebas econométricas de los datos de empleo. "Encontramos que hubo un choque estructural en las series. Se produjo por el cambio en la muestra, el cambio en los informantes, la forma de captura de los datos, el número de preguntas y la composición de la encuesta", dice Carlos Andrés Vergara, de ese centro de investigación.

En español llano, la implicación de este hallazgo es que las series antes y después del cambio de metodología no son comparables. No se puede saber si el empleo era mayor o menor que antes. "Hay que aplicar una nueva metodología para homologar las series", dice Vergara. El Dane nunca aceptó este problema con el argumento de que esa oficina produce los datos pero no los discute.

Hay otras dificultades más sutiles. Los resultados de la encuesta continua de hogares mostraron una disminución súbita y pronunciada de los ocupados no asalariados, en particular en las zonas rurales y a la vez aumentaron los incapacitados en la misma proporción. La explicación a este comportamiento tan extraño la encontró el investigador en temas laborales, Hugo López, en las dificultades en el procedimiento de la encuesta que no diferencia los incapacitados temporales de los permanentes.

Sin necesidad de hilar muy delgado, el caso de los doctores chocoanos tiene también una implicación muy inquietante. "Parte del resultado puede tener razones culturales. La gente no sabe qué es un doctorado. Pero lo grave es que los encuestadores no estaban bien entrenados", dice Natalia Millán, investigadora de Fedesarrollo. Los errores del censo son muy delicados porque, como lo señala el subdirector de Fedesarrollo, Mauricio Santamaría, son el marco muestral para todas las encuestas del Dane.

La respuesta de esta oficina en su momento fue que el censo no se podía usar para hacer un análisis a niveles tan detallados. "Cómo que no. Si por definición el censo se puede llevar a nivel de individuo", replicó la investigadora.

En un último round, el Dane decidió no entregar los datos de las encuestas individuales. La razón que ofreció (ver entrevista) es que, con programas de cómputo se podrían hallar formas para identificar a los que responden las encuestas, aún a pesar de que se hubieran omitido su nombre y su dirección. La decisión afecta algunos grupos. La Misión de Pobreza hace sus indicadores, partiendo de microdatos.

Reparación
La gestión de Rojas, llena de cambios, algunos de los cuales son buenos y otros discutibles, acabó afectando la credibilidad del Dane. Esa situación alimentó debates innecesarios como los que vieron intenciones oscuras detrás de las diferencias entre las encuestas industriales de la Andi y de la Muestra Mensual Manufacturera. Estas se podrían haber terminado si un funcionario les hubiera hecho ver a los usuarios que son medidas a fenómenos diferentes en momentos y tiempos distintos (ver Dinero No. 235).

Pero el daño está hecho. "La credibilidad está maltrecha", dice el decano de economía de la Universidad de Los Andes, Alejandro Gaviria. Y recuperarla va más allá de nombrar un buen director. "Puede necesitar que se conforme un consejo asesor, con un montón de gente y tal vez una reforma institucional", añade.

El presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, Anif, Sergio Clavijo, sugiere la composición del consejo: el gerente del Banco de la República, el director del DNP y un decano de economía, le deben pedir la lección al Dane a nivel técnico. Sugiere además que se garantice una mayor asignación presupuestal a la entidad para fortalecerla.

Posiblemente, un cambio de actitud institucional ayude. "Lo primero que hay que arreglar es que el Dane sea transparente y abierto a las críticas", dice Natalia Millán. Sugiere también que los datos no sean privados, para que la academia los pueda validar. "No podemos tener departamento independiente, pero que sea una caja turbia. Es bueno que sea independiente, pero que sea transparente y abierto", añade.

Pero además, para recuperar la credibilidad, hay que zanjar de una vez por todas las discusiones técnicas sobre el censo y las encuestas. "Hay que ver cuáles son los verdaderos problemas. Puede haber un problema mayor. Pasó en Perú hace unos años. Tuvieron que botar un censo y volverlo a hacer", explica Alejandro Gaviria.

Falta independencia
El otro asunto pendiente es el de la autonomía del Dane. "[La renuncia] demuestra que hay un problema estructural en aquellas áreas en las que la ley no otorga suficiente autonomía a los dos directores", señala el presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, Anif, Sergio Clavijo, refiriéndose a la posible interferencia del gobierno con la oficina de estadística.

Pero sin importar si hubo o no interferencia, "la discusión creó un manto de duda sobre independencia de la entidad", dijo. Por eso propuso para el Dane lo mismo que sugiere para la Superintendencia Financiera: que el gobierno nombre al director por un periodo fijo de cuatro años, para que el funcionario tenga mayor independencia.

Credibilidad y autonomía son dos activos que el país tiene que preservar para su oficina estadística. El momento para reforzarlos es, sin duda, ahora.